Capítulo 7: Luchando por la Libertad

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Nadie lo hará," dijo Xochitl con seguridad. "Estamos lejos de todo. Aquí, solo tú y yo importamos.

Claudia sintió una mezcla de desesperación y esperanza. Si estaban realmente lejos, entonces Laura y la policía no podrían encontrarla fácilmente. Pero si podía obtener más información, tal vez podría dejar pistas para que la encontraran.

Días pasaron y Claudia siguió el juego de Xochitl, fingiendo aceptación mientras observaba cada detalle del lugar donde estaba prisionera. El sótano en el que estaba tenía una ventana pequeña, demasiado alta para alcanzar, pero tal vez podría encontrar otra forma de salir.

Una noche, mientras Xochitl dormía en una cama improvisada al otro lado del sótano, Claudia comenzó a trabajar en las ataduras que aún la mantenían parcialmente sujeta. Había notado que el nudo se aflojaba ligeramente con cada movimiento. Siguió trabajando en silencio, su corazón latiendo con fuerza.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, logró soltar una mano. Conteniendo la respiración, desató la otra mano y luego sus pies. Se movió lentamente, asegurándose de no hacer ruido. Miró a Xochitl, que dormía profundamente, y supo que tenía una oportunidad.

Se acercó a la puerta del sótano y, con un último vistazo a Xochitl, salió sigilosamente. Subió las escaleras, su mente alerta a cualquier sonido. Al llegar a la puerta principal, se encontró con que estaba cerrada con llave. Buscó frenéticamente por el lugar donde podrían estar las llaves.

De repente, escuchó un sonido detrás de ella. Xochitl estaba despierta y subiendo las escaleras.

Claudia, ¿qué estás haciendo?" preguntó Xochitl, con la voz teñida de ira y preocupación.

Claudia se congeló por un instante, pero la adrenalina la impulsó a seguir. Corrió hacia una ventana cercana y comenzó a golpear el vidrio, tratando de romperlo.

"¡No!" gritó Xochitl, corriendo hacia ella.

Claudia rompió el vidrio justo cuando Xochitl la alcanzó. La agarró del brazo, tratando de detenerla, pero Claudia luchó con todas sus fuerzas, rasguñando y pateando.

Déjame ir!" gritó Claudia, sintiendo el dolor de los cortes en sus manos.

Xochitl la empujó contra la pared, sus ojos llenos de una furia descontrolada. "¡Nunca te dejaré ir! ¡Eres mía!"

Claudia, con una última explosión de fuerza, golpeó a Xochitl en la cara, logrando liberarse de su agarre. Corrió hacia la ventana rota y, con un esfuerzo desesperado, logró salir.

Corrió hacia el bosque que rodeaba la casa, su respiración agitada y sus pensamientos un torbellino. Sabía que Xochitl no se rendiría fácilmente. Pero también sabía que no podía rendirse. Debía encontrar ayuda, debía escapar de esa pesadilla.

El bosque era oscuro y espeso, pero Claudia siguió corriendo, su determinación alimentada por el miedo y la esperanza de libertad. Sabía que Xochitl la seguiría, pero también sabía que tenía que luchar por su vida, por su libertad.

Mientras corría, podía escuchar los gritos de Xochitl en la distancia, pero no miró atrás. Debía seguir adelante, debía encontrar una manera de escapar de la oscuridad que la acechaba.

Claudia corría a través del bosque, sus pies descalzos tropezando con raíces y piedras. El frío nocturno mordía su piel, pero el miedo la impulsaba a seguir. Sabía que Xochitl la seguiría, pero debía intentar escapar.

De repente, un fuerte tirón en su tobillo la hizo caer al suelo. Miró hacia abajo y vio una cuerda enredada alrededor de su pie. Antes de que pudiera liberarse, Xochitl apareció detrás de ella, jadeando y con una expresión de rabia en su rostro.

"¡Te lo advertí, Claudia!" gritó Xochitl, su voz temblando de ira. "¡No puedes escapar de mí!"

Claudia luchó por liberarse, pero Xochitl era más fuerte. La arrastró de vuelta hacia la casa, ignorando los gritos y pataleos de Claudia. "¡Déjame ir! ¡Ayuda!" gritaba Claudia, su voz quebrada por la desesperación.

Xochitl no respondió. La arrastró hasta el sótano y la arrojó al suelo, cerrando la puerta tras de sí. Claudia se acurrucó en un rincón, sollozando, mientras Xochitl se acercaba con una mirada de furia mezclada con dolor.

Pensé que habíamos avanzado," dijo Xochitl, su voz más calmada pero con un tono amenazante. "Pensé que empezabas a entender lo que tenemos."

No entiendes nada!" gritó Claudia, su cuerpo temblando. "¡Esto no es amor, es locura!"

Xochitl se agachó frente a Claudia, tomando su rostro entre sus manos. "No, Claudia. Esto es amor verdadero. Lo que estamos destinados a tener."

Claudia trató de apartar el rostro, pero Xochitl la sostuvo firmemente. "Te haré ver. Tarde o temprano, entenderás."

Los días siguientes fueron una tortura para Claudia. Xochitl la mantenía bajo estricta vigilancia, asegurándose de que no pudiera escapar nuevamente. La soledad y el miedo comenzaban a desgastar la resistencia de Claudia.

Un día, mientras Xochitl preparaba la cena, Claudia intentó razonar con ella. "Por favor, Xochitl, escúchame," dijo, su voz llena de desesperación. "No puedes obligar a alguien a amarte."

Xochitl se detuvo, mirándola con una expresión de tristeza. "No estoy obligándote. Solo estoy dándote el tiempo para que lo entiendas. Somos perfectas juntas, Claudia."

El Rostro de la ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora