Capítulo 6: La Trampa

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Claudia trató de correr, pero Xochitl la alcanzó rápidamente y le inyectó el contenido de la jeringa. Claudia sintió un mareo inmediato y sus piernas se volvieron de gelatina. "Xochitl, por favor, no..." murmuró, antes de que la oscuridad la envolviera.

Claudia no recordaba haberse dormido. La ansiedad había sido una constante desde el encuentro con Xochitl . pero el agotamiento finalmente la había vencido. Cuando abrió los ojos, no estaba en su habitación. El olor a humedad y el sonido de gotas cayendo sobre un suelo de concreto la rodeaban. Intentó moverse, pero sus manos estaban atadas a una silla. El pánico la golpeó de inmediato.

"¿Dónde estoy?" susurró, sus ojos ajustándose a la penumbra. La habitación estaba apenas iluminada por una bombilla desnuda colgando del techo. Intentó recordar cómo había llegado allí, pero su mente estaba borrosa.

De repente, la puerta se abrió y Xochitl entró, su figura enmarcada por la luz del pasillo. "Buenos días, Claudia," dijo con una sonrisa calmada. "Veo que finalmente despertaste."

"¿Qué me has hecho?" gritó Claudia, su voz está resonando en la habitación. "¡Déjame ir! ¡Esto es un secuestro!"

Xochitl se acercó lentamente, manteniendo su mirada fija en Claudia. "No grites, querida. Aquí no hay nadie que pueda escucharte. Solo tú y yo

Claudia luchó contra las ataduras, pero solo consiguió lastimarse las muñecas. "¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres de mí?"

"Te lo he dicho muchas veces," respondió Xochitl, arrodillándose frente a ella. "Solo quiero estar contigo. Nadie nos entendería como yo te entiendo a ti."

Estás loca!" gritó Claudia, desesperada. "¡Esto no es amor, es obsesión! ¡Tienes que dejarme ir!"

Xochitl levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de Claudia. "No, Claudia. Esto es amor verdadero. Lo que tenemos es especial. Lo entenderás con el tiempo."

Claudia se apartó de su toque, el miedo convirtiéndose en una mezcla de rabia y desesperación. "Nunca estaré contigo. ¡Nunca!"

La sonrisa de Xochitl se desvaneció, y sus ojos se endurecieron. "No tienes elección," dijo en un tono frío. "He preparado todo para nuestra vida juntas. Aquí nadie puede separarnos. Serás mi esposa, Claudia, lo quieras o no."

"¡No!" gritó Claudia, intentando liberarse con más fuerza. "¡Esto no puede estar pasando!"

Xochitl se levantó y se dirigió a una mesa en la esquina de la habitación. Regresó con un anillo sencillo de plata en la mano. "Tendrás que acostumbrarte," dijo, mostrando el anillo. "Esto es solo el comienzo de nuestra nueva vida juntas."

Claudia miró el anillo con horror. "No lo haré. Nunca me casaré contigo."

Si cooperas, todo será más fácil," dijo Xochitl, su tono volviéndose casi amable. "Pero si no, las cosas pueden volverse muy difíciles para ti.

El terror de Claudia creció, pero también lo hizo su determinación. "No me rendiré. No me doblegarás."

Veremos," murmuró Xochitl, colocando el anillo sobre una mesa cerca de Claudia. "Tienes tiempo para pensar en tu respuesta. Yo estaré esperando."

Xochitl salió de la habitación, cerrando la puerta con un estruendo. Claudia quedó sola, con el sonido de su respiración entrecortada y el latido acelerado de su corazón llenando el silencio. Miró el anillo, un símbolo de la locura que la rodeaba, y juró que encontraría una manera de escapar.

Horas más tarde, Xochitl regresó con una bandeja de comida. "Debes tener hambre," dijo, colocando la bandeja sobre la mesa. "He preparado algo especial para ti."

Claudia miró la comida, pero su estómago estaba demasiado revuelto para comer. "No quiero nada de ti."

Debes mantenerte fuerte," insistió Xochitl. "No quiero que te enfermes. Estamos juntas en esto, Claudia.

Esto es una pesadilla," susurró Claudia, sintiendo las lágrimas brotar de sus ojos. "Déjame ir, por favor."

Xochitl la miró con una mezcla de ternura y dureza. "No puedo hacer eso, Claudia. Te amo demasiado para dejarte ir. Juntas seremos felices, ya lo verás."

Claudia cerró los ojos, permitiendo que las lágrimas corrieran por su rostro. En la oscuridad de su mente, juró que no se rendiría. Buscaría cualquier oportunidad, cualquier debilidad en Xochitl, para escapar de esa prisión. Porque, aunque Xochitl la había atrapado físicamente, su espíritu seguía luchando por su libertad.

Las horas se deslizaban lentamente, cada minuto marcando una eternidad en la mente de Claudia. Estaba decidida a encontrar una forma de escapar, pero las ataduras la mantenían prisionera. La determinación de Claudia, sin embargo, no flaqueó. Su mente trabajaba frenéticamente, buscando cualquier debilidad en su situación.

Xochitl regresó, esta vez con ropa limpia para Claudia. "Ponte esto," ordenó, soltando las ataduras de Claudia solo lo suficiente para permitirle cambiarse.

Claudia miró la ropa con asco, pero sabía que tenía que jugar el juego de Xochitl si quería encontrar una oportunidad de escapar. "Gracias," dijo con voz temblorosa, tratando de parecer más dócil.

Sabía que entenderías," dijo Xochitl con una sonrisa. "Estamos destinadas a estar juntas.

Claudia asintió, forzando una sonrisa mientras se cambiaba. "¿Podemos hablar?" preguntó, tratando de mantener a Xochitl distraída.

"Claro, amor," respondió Xochitl, sentándose en una silla cercana. "¿De qué quieres hablar?"

De nosotras," dijo Claudia, odiando cada palabra que salía de su boca. "Quiero entenderte mejor. Saber por qué haces todo esto."

Los ojos de Xochitl se iluminaron. "Siempre he sabido que eras especial, Claudia. Desde la primera vez que te vi, supe que debíamos estar juntas. Nadie te entiende como yo."

Claudia escuchó atentamente, buscando alguna pista que pudiera utilizar en su favor. "¿Y si alguien intenta separarnos?" preguntó, intentando esconder su desesperación.

El Rostro de la ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora