Nines acostumbraba a irse de vacaciones a un pequeño pueblo costero donde disponía de una casa pegada al mar. Lo hacía desde hacía ya muchos años, acompañada por su hijo Samuel, que ya había cumplido 15 años.
Samuel prácticamente no tenía otro recuerdo de sus vacaciones de verano que no fueran los de pasarlos en aquel pueblo, en compañía de su madre y con sus amigos de temporada. Su padre, tan sólo pasaba con ellos un par de semanas durante el mes de agosto.
Nines, se había casado joven, y a sus 38 años, aún conservaba todos los rasgos de una mujer joven. De pelo largo, rizado y moreno, cuerpo delgado y pecho exuberante, en torno a 1,70 de altura Disponía de multitud de amigas que conseguía que su etapa vacacional, fuera para ella un auténtico lujo.
Por su parte, Samuel tenía su propia pandilla de muchachos que había ido creando con chicos que vivían próximos a su casa y que eran originarios del pueblo donde tenían su casa.
Los tres amigos del chico eran Javi, un joven de 18 años con pocos hábitos de estudio, lo que había llevado a sus padres a ponerle a trabajar de aprendiz de mecánico. Isidro y Yoel eran sólo un poco mayores que Samuel, 16 años, pero su experiencia en la vida era muy superior a la del chico de la capital.
Aquel año, quizá el desnivel cultural y de iniciativa, era el mayor desde que la familia acudía a pasar sus vacaciones a aquel lugar. Desde el primer momento, Samuel se sentía continuamente en situación de inferioridad ante sus compañeros, aunque intentaba en todo momento hacer cualquier cosa para agradarles. Los tres muchachos, liderados por Javi, se burlaban continuamente de él y aprovechando la buena situación de la familia, conseguían financiar sus pequeñas juergas con el dinero que el chico solía llevar en el bolsillo.
De forma más o menos anodina, fueron transcurriendo los primeros días de vacaciones. Los muchachos se reunían habitualmente por la tarde, en un banco de una pequeña plaza próxima a sus casas Luego, al anochecer, solían hacer su pequeña fiesta en una pequeña playa en las afueras del pueblo. Solían llevar algunas revistas de mujeres con cuerpos esculturales, lo que hacía que los chicos terminasen siempre hablando de sexo, y también haciendo referencia siempre a Nines, la cual era considerada como una musa para ellos, alguien inalcanzable y una mujer fantaseada en su soledad, a excepción de Samuel, que aunque se sentía molesto por los comentarios hacia su progenitora, no se atrevía a llevar la contraria a sus amigos.
Una tarde una conversación sobre coches, accidentes y demás, fue derivando, hasta que Javi empezó a provocar al resto de sus amigos.
Si manipulas un coche, le dejas sin líquido de frenos, y esto pasa en una bajada éste se saldrá de la carretera y provocará un grave accidente.
Consideraban la broma divertida pero arriesgada, y la conversación quedó en silencio, hasta que vieron a una pareja que tenían una casa próxima a los muchachos que acaban de llegar al pueblo. Su coche era de alta gama, lo que llamó su atención y de nuevo volvieron las conversaciones sobre el mismo tema.
Si conseguimos que salga todo el líquido de frenos, ellos no podrán utilizarlos, y en teoría, se saldrán en la bajada que hay en la salida del pueblo. Probablemente cogerían el coche mañana por la mañana y no les pasaría nada, tan sólo alguna pequeña ralladura al coche y tal vez algo mecánico, que traerían al taller para poder continuar a la ciudad--dijo mirándolos haciéndose el resabiado.Dime lo que hay que hacer y yo lo haré. Mañana por la mañana nos pondremos sobre la colina y veremos cómo se salen de la carretera—expuso Samuel intentando impresionar a sus compañeros.
El joven mecánico explicó al muchacho cómo llevar a cabo la manipulación del vehículo. Le contó que no tenía a mano las llaves del taller, y que tomase un juego de herramientas de su casa. El joven no quiso contrariarle y enseguida apareció con ellas y comenzó a maniobrar en el coche.