XIV

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Tiembla Honolulu

La luz matutina se colaba suavemente por las cortinas, llenando la habitación de un brillo cálido. Steve McGarrett se despertó con un suspiro de satisfacción, su cuerpo relajado y cómodo. Al abrir los ojos, se encontró mirando a su esposo, Danny Williams, quien dormía plácidamente a su lado con su vientre de siete meses notable bajo las sábanas.

Steve sonrió y, sin dudarlo, atrajo a Danny más cerca, rodeándolo con sus brazos. Comenzó a plantar besos suaves en sus mejillas, en sus labios, disfrutando de la calidez y la cercanía de su esposo. Danny se removió ligeramente, una sonrisa somnolienta apareciendo en sus labios.

—Steve... —murmuró Danny, apenas abriendo los ojos—. ¿Qué estás haciendo?

—Quiero quedarme aquí contigo todo el día —respondió Steve, besándolo nuevamente—. No pienso abandonar esta cama. Te he extrañado tanto.

Danny suspiró, disfrutando de los mimos de Steve, pero después de un momento, abrió los ojos por completo y frunció el ceño ligeramente.

—Steve, me encanta que estés así, pero... necesitas una ducha. Hueles a misión.

Steve rió, ignorando la protesta y continuando con sus besos y abrazos.

—No importa. Quiero estar contigo, Danny. Solo contigo.

Danny trató de zafarse un poco, aunque sin mucha fuerza, claramente disfrutando de la atención.

—Steve, en serio. Necesitas ducharte. No quiero compartir la cama con un SEAL sudoroso. Anda, ve a bañarte y después podemos volver a la cama y pasar todo el día juntos.

Steve hizo una pausa, mirándolo con una mezcla de diversión y resignación. Sabía que Danny tenía razón, pero no quería soltarlo ni un segundo.

—Está bien, pero solo porque tú lo dices —dijo finalmente, plantando un último beso en los labios de Danny antes de soltarse y levantarse de la cama.

Danny sonrió y se acurrucó en las sábanas mientras Steve se dirigía al baño.

—No tardes mucho, McGarrett. Te estaré esperando.

Steve se giró y le lanzó una mirada llena de cariño. Se dirigió al baño, mientras se duchaba no pudo evitar sentirse inmensamente agradecido por tener a Danny en su vida, alguien que no solo lo amaba, sino que también lo cuidaba de las maneras más sencillas y amorosas.

Una vez limpio y resfrescado, Steve volvió al dormitorio y se deslizó de nuevo en la cama, abrazando a Danny con más fuerza que antes.

— Ahora sí, todo el día juntos —murmuró Steve, besando a Danny en la frente.

Danny se acurrucó contra él, sonriendo.

— Así es, Steve. Todo el día juntos. No hay nada mejor.

Y con eso, ambos se dejaron llevar por la comodidad y la paz de estar , disfrutando de un día amor y cercanía que tanto había hablado

Embarazo McGarretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora