VI

223 18 0
                                    

Tiembla Honolulu.

Danny Williams estaba agotado cuando llegó a su casa. A sus cinco meses de embarazo, el peso extra y las constantes náuseas lo tenían al borde de la desesperación. Su amado esposo, Steve McGarrett, estaba en una misión secreta, y llevaba dos meses sin verlo. Las hormonas del embarazo no ayudaban en nada; lo hacían sentirse emocionalmente volátil y, francamente, extrañaba a Steve de una manera desesperante, tanto emocional como físicamente.

Al llegar a la puerta de su casa, notó algo extraño. La puerta estaba entreabierta y algunas cosas estaban desordenadas en el interior. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras sacaba su arma y avanzaba con cautela por la casa. Sus instintos de policía se activaron de inmediato.

Caminó lentamente por el pasillo, revisando cada rincón hasta que llegó a la habitación. Allí, en el borde de la cama, encontró a Steve, vendado y visiblemente agitado. La sorpresa y la preocupación se mezclaron en su rostro.

"¡Steve! ¿Qué demonios haces aquí? ¡Estás herido!", exclamó Danny, dejando caer el arma y corriendo hacia él.

Steve sonrió, a pesar del dolor visible en su rostro. "Lo siento, Danno. Llegué al hospital militar hace unas horas, pero no me dejaban salir. No podía esperar más para verte, así que... me escapé."

Danny se sintió dividido entre regañarlo y abrazarlo. "¡Eres un idiota, McGarrett! ¿Qué te hicieron? ¿Por qué no puedes seguir las órdenes por una vez y quedarte en el hospital hasta que te digan que puedes irte?"

Steve extendió una mano para tocar la de Danny. "Te extrañaba demasiado. Sabía que necesitabas que estuviera aquí, y no podía soportar la idea de no estar a tu lado durante todo esto."

Danny suspiró, la ira y la frustración cediendo al amor y la preocupación. "Vamos, tienes que dejarme curarte esas heridas. No puedes cuidar de mí si no te cuidas a ti mismo primero."

Llevó a Steve al baño y, con la destreza que le daban sus años de experiencia, comenzó a limpiar y vendar correctamente las heridas de su esposo. Steve soportó el proceso con estoicismo, aunque el dolor era evidente en su rostro.

"Prométeme que no harás esto otra vez," murmuró Danny mientras terminaba de atarlo. "Prométeme que cuidarás de ti también, Steve. Te necesito aquí, pero te necesito bien."

Steve asintió, sosteniendo la mano de Danny. "Lo prometo, Danno. Te prometo que seré más cuidadoso."

Con Steve finalmente vendado y limpio, ambos se dirigieron a la cama. Se acurrucaron juntos, la presencia del otro trayendo una paz que había faltado durante esos largos meses de separación. Danny cerró los ojos, sintiendo el alivio de tener a Steve a su lado de nuevo.

"Gracias por venir a casa," murmuró Danny, ya sintiendo el sueño apoderarse de él. "Te amo, Steve."

"Te amo también, Danny," susurró Steve, besando suavemente la frente de su esposo. "Ahora duerme. Estoy aquí para cuidarte."

Mientras la casa se sumía en el silencio de la noche, en la base militar se desataba el caos. Los oficiales buscaban frenéticamente a Steve, alarmados por su desaparición del hospital. Pero en ese momento, ni Steve ni Danny eran conscientes de ello. Solo importaba que estaban juntos, enfrentando el futuro uno al lado del otro.

Embarazo McGarretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora