X

177 13 0
                                    

Honolulu tiembla.

(+18)

Steve McGarrett se encontraba sentado en el borde de la cama, mirando el armario con resignación. Durante las últimas semanas, había notado que su ropa desaparecía de manera misteriosa. Sus camisetas, que alguna vez habían llenado los cajones, ahora parecían haberse esfumado. La razón era clara: Danny Williams, su esposo embarazado de seis meses, se había adueñado de ellas.

Danny encontraba las camisetas de Steve más cómodas para su creciente vientre. Al inicio, Steve no había tenido problema en cederle su ropa, pero ahora cada mañana se enfrentaba a una realidad cada vez más frustrante: no le quedaba nada que ponerse.

Sin embargo, lo que realmente estaba afectando a Steve no era la desaparición de su ropa, sino una nueva manía que Danny había desarrollado. A menudo, Danny caminaba por la casa sin pantalones, llevando únicamente las camisetas de Steve, que apenas le cubrían el trasero. Era una vista que torturaba a Steve diariamente.

Steve trataba de concentrarse en la televisión, pero sus ojos se desviaban constantemente hacia Danny, que estaba en la cocina, moviéndose despreocupadamente. Cada vez que Danny se agachaba para sacar algo del horno o se estiraba para alcanzar un estante alto, Steve sentía una ola de deseo que lo atravesaba.

—Danny... —intentó decir Steve, su voz cargada de necesidad.

Danny se volvió y le lanzó una mirada que decía "Ni lo intentes". Steve suspiró, sabiendo que estaba atrapado. No podía tocarlo, no podía siquiera insinuar nada sin que Danny lo dejara en claro con una sola mirada.

La situación era especialmente difícil porque, a pesar de estar tan cerca de Danny, no podía aliviar su deseo. Era como un castigo ver a su esposo así, tan provocador y, al mismo tiempo, inalcanzable.

Una tarde, después de un día particularmente frustrante, Steve encontró a Danny en la sala, con una de sus camisetas favoritas, sentado en el sofá y leyendo un libro. Steve se acercó lentamente y se sentó a su lado, tratando de no mostrar demasiado su desesperación.

—Danno, no puedes seguir haciendo esto —dijo Steve, su voz un susurro suplicante—. Me estás volviendo loco.

Danny levantó la vista del libro y sonrió con una mezcla de diversión y malicia. —¿Haciendo qué, exactamente?

—Esto —Steve hizo un gesto amplio, abarcando la falta de ropa de Danny y su propia frustración.

Danny se rió suavemente y dejó el libro a un lado. —Oh, Steve. Sabes que no puedo hacer nada ahora. El doctor dijo que debemos ser cuidadosos.

—Lo sé —admitió Steve, inclinándose hacia él—. Pero es muy difícil, Danno. Muy difícil verte así y no poder hacer nada.

Danny suavizó su mirada y acarició la mejilla de Steve. —Solo un poco más de paciencia, amor. Prometo que cuando todo esto termine, seré todo tuyo.

Steve asintió, aceptando su destino con una mezcla de frustración y amor. Sabía que lo hacía por el bien de Danny y del bebé, pero eso no hacía que fuera más fácil.

Con un suspiro, se recostó en el sofá, permitiendo que Danny se acomodara contra su pecho. Mientras ambos descansaban, Steve intentó concentrarse en lo positivo: pronto serían padres, y esta fase de frustración pasaría. Hasta entonces, tendría que soportar la dulce tortura de ver a Danny en sus camisetas, y nada más.

Embarazo McGarretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora