A la mañana siguiente, me despierto arrepentida por lo que le dije a Austin. Mis impulsos y yo a veces pueden llegar de la mano del arrepentimiento. ¿Realmente puedo perdonarle tan fácilmente y empezar otra vez desde cero? Mi adolescente interior me grita que no lo haga, que salga de ese trabajo corriendo o, como mucho, que mantenga una relación profesional con cabeza alta y hable lo menos posible con él; aunque también está esa pequeña parte que dice que se la juegue varias veces echándole la culpa al karma. Después también está mi niña interior, la que le puso de nombre a una gata el femenino del suyo y siempre pensó que podría llegar a ser su heroína (y no la de las drogas). Mi yo psicóloga piensa que no puede ser tan malo trabajar con él, que, si tengo que hacerlo, lo haga, que mejore y proyecte mis metas, siempre y cuando no me afecte negativamente. Y mi yo actual, la no profesional y la que soy por mis vivencias del pasado ahora mismo está confusa, muy confusa, y no sabe qué hacer, aunque ayer lo tuviera tan claro. Mi cerebro se ha vuelto en mi contra al hacer que esta noche volviese a sentirme como la adolescente insegura que era por culpa, en parte, por él y sus "amigos".
Sigo en mis cavilaciones, añadiendo leña al fuego, cuando aparece Prada en mi cama para venir a darme los buenos días.
Ante eso decido que lo mejor, por ahora, es dejar de pensar en eso y empezar el día otra vez, pero ahora, de buena manera.
Me voy al baño a hacer un pis y lavarme las manos para después pasar por el salón para poner el tocadiscos a funcionar. Esta vez me decanto por escoger un vinilo de Harry Styles y nada más colocar la aguja encima del disco me dirijo a la cocina para darle el desayuno a Prada y preparármelo a mí.
Justo cuando acaba la cara A del vinilo acabo de desayunar. Cambio a la cara B y subo un poco más el volumen para que se escuche en mi habitación para vestirme. Me quito mi pijama cuqui de verano con estampado floral, que no debería tener puesto por lo menos hasta dentro de un par de meses, pero por culpa del cambio climático ya hace bastante calor, por lo menos estos días, y lo sustituyo por un pantalón beis de traje ancho junto con una camiseta de manca corta básica blanca que se pega a mí figura y me llega hasta el ombligo, pero por el pantalón de tiro alto hace que no se me vea, acaso que levante los brazos, claro. Para acabar el outfit me pongo unas deportivas casual Adidas con tonos beis, mi collar de Roma y una pinza para el pelo a juego. Me aseo y salgo a pasear a Prada antes de ir al trabajo.
Una media hora más tarde acabo de preparar mi tote y mi bolso y salgo para la oficina.
Al llegar todo parece calmado y me dirijo a mi despacho. El día va pasando sin complicaciones, apenas salgo de mi espacio asignado entre el papeleo y las primeras consultas que voy teniendo. No quiero obligar al equipo a que venga a junto mía para tener, aunque sea, una sesión para poder conocernos, aunque, la verdad me gustaría que así fuera. No lo de obligar, lo de que vinieran todos. Pero la verdad es que me alegro bastante de que ya algunos se animasen a petar en la puerta.
A la hora de comer acabo de preparar el horario quincenal con las personas que se presentaron y después les paso uno individual a cada uno. Estoy enviando el último cuando Eli asomada la cabeza tras la puerta después de haber petado en ella.
—Hola, ¿Qué tal? —me dice risueña.
—Ey, Eli. Bien, ¿y tú?
—Genial. —Se acerca y se acomoda en una de las sillas. —Que sepas que no me he presentado aquí en toda la mañana porque ya voy a un psicólogo fuera de aquí. Además, creo que sería mala idea que viniera aquí teniendo en cuenta que nos estamos conociendo más que solo unas compañeras de trabajo.
—Ay, que guay. Me alegra oír eso, la verdad. —le respondo con un cierto tono de orgullo en mi voz. —Dime, ¿has sido tú la que ha propuesto esto de que ahora esté yo aquí sentada? —le pregunto con una ceja enarcada.
—Uhm, puede ser.
Suelto una risotada y ella sonríe.
—Bueno, vamos a comer, que me muero de hambre. —me dice.
—Vamos. Espera un segundo.
Cierro el portátil y coloco todo en su sitio antes de levantarme e ir tras ella. Vamos a la cafetería de enfrente, donde es todo muy económico y muy rico. Al entrar nos encontramos de frente con Austin y Daniel. Este último nos saluda alegremente mientras que su acompañante solo hace un gesto pequeño de cabeza a modo de saludo, comedido. Pasamos por ellos y nos vamos a una mesa algo más alejada. Mal sentarnos y acomodarnos Eli me mira con una cara que toda persona debería de conocer por alguna amiga que quiere chisme fresco. Pongo los ojos en blanco e intento no responder. Al girarme un poco para negar divertida veo como Aus me mira fijamente y carraspeo un poco.
—¿Qué, Eli? —vuelvo la vista hacia ella para centrarme.
—Nada, dímelo tú. ¿Por qué no paras de mover la pierna? ¿Estás nerviosa? ¿O algo peor?
Hasta ese momento no me había dado cuenta de que estaba moviéndola. Hacía tiempo que no me pasaba. Creo que su mirada me acaba de teletransportar a una clase de primero de bachillerato.
—Uhm, nada.
—Ya, bueno, ...—empieza a hablar cambiando de tema. Creo que se debió de dar cuenta que algo pasa. Aunque en realidad no debería de estar pasando nada, joder.
Durante el resto de la comida no vuelve a sacar el tema de Austin y nos pasamos hablando lo que nos dura la lasaña sobre Roma, el trabajo y conociéndonos mejor.
—¿Algún postre, chicas? —nos pregunta el camarero tras quitarnos el plato con el menú del día. Una lasaña riquísima, por cierto.
—Yo no, gracias. —le sonrío amablemente y giro la cabeza hacia Eli.
—Con un café con leche me llega, porfa.
—Marchando.
Cuando se va, Eli suspira siguiendo los pasos del joven camarero y yo suelto una carcajada.
—Que mono.
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Recuerdos de aquel día
RomanceDespués de 10 años, Abril y Austin se vuelven a reencontrar a pesar de que se pensaban que sus almas no estaban destinadas a ello. El jefe de una empresa de publicidad y la psicóloga del nuevo departamento. ¿Que podría salir mal? ¿Es verdad que el a...