Capítulo 11.

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Al día siguiente me despierto de buen humor, renovada. Es sábado y no trabajo, así que decido hacer de mí día uno de relax.

Remoloneo un poco más en mi cama antes de decidirme a levantarme. Cuando lo hago, lo primero que tengo que hacer es colocarme bien mi camiseta del pijama, ya que, como siempre, una teta se me ha salido fuera al dormir. Ahora sí, me voy al baño antes de dirigirme a la cocina para darle de comer a Prada y después me preparo un Cola Cao caliente que me tomo en el mini balcón que tengo donde solo cabe una silla. Ya es de día y el sol resplandece en su máximo esplendor. Hoy, sin duda, va a ser uno de esos días de romantizar mi vida al máximo.

Tras hacer mi rutina de skincare, que consiste en lavarme bien la cara con agua y echarme protector solar, me visto con un vestido flojo rosa que acompaño con accesorios de una marca que me encanta llamada Arena Roja y a juego con unas zapas blancas y cómodas para caminar. Me hecho un poco de máscara de pestañas, aunque no lo necesite porque las tengo muy largas, pero es el único maquillaje que realmente me gusta, y mi colonia favorita.

Ato a Prada con la correa y bajamos por las escaleras del piso para dar nuestro primer paseo rutinario.

—Hola, mamá. —respondo cuando descuelgo el móvil nada más salir de mi edificio.

—Abril, ¿qué tal?

—Bien. Acabo de salir para pasear a Prada. ¿Y tú?

—Bien, también. ¿Vas a pasarte hoy por aquí?

—No lo tenía pensado, la verdad. ¿Por?

—Ah, por nada. Era para saber.

—¿Todo bien? —pregunto, extrañada.

—Sí, sí, no te preocupes. En realidad, era solo para asegurarme de que no vinieras en vano. He quedado con unas amigas.

—Ah, vale. Perfecto. ¿Has visto la nueva colección de zapatos? —cambio de tema. Sé que le encantan y dentro de poco es su cumpleaños.

—Por supuesto. Después te envío los que más me gustan y me dices que te parecen.

—Hecho. —le respondo con una sonrisa en la cara que fijo que ella nota a través del móvil.

—Bueno, te dejo que voy a hacer unos recados.

—Vale. Adiós, te quiero.

—Adiós, yo también.

Espero a que cuelgue la llamada y guardo el móvil. Pero me vuelve a sonar. Es ella otra vez.

—¿Sí?

—Recuerda que mañana quedamos con tu hermana.

—Sí, lo sé. —mentira, no me acordaba.

—Ya, claro.

Me río y ahora sí, cortamos definitivamente la llamada, otra vez.

Mierda.

No es que no quiera ir a comer a casa de mi hermana, es que no estaba en mis planes ese encuentro, lo reseteé por completo. Tengo que ir a hacer ahora mismo unos recados para mañana, sí o sí.

Después de pasear a Prada vuelvo a casa y cojo el coche para ir al centro. Primero paso por una tienda de bañadores donde, después de buscar mucho, encuentro un bikini para mí a juego con un bañador para mi sobrino de cinco años. El estampado me recuerda a fondo de bikini, y me encanta. Seguro que a él también, aunque sea solo por el simple hecho de que vayamos iguales. También tengo que ir a una librería, ya que le había prometido regalarle una edición adaptada de El principito, pero eso será mejor que lo deje para el final, porque nos conocemos y una vez entre allí no saldré en menos de media hora. Está empezando a leer y como buena tía que soy tengo que empezar a culturalizarlo con buenas lecturas.

Antes de seguir paro en una cafetería mona y me pido una napolitana de chocolate. Porque me lo merezco. Es entonces cuando me viene mi primer pensamiento sobre él en el día de hoy. Tendré que ir apuntándome cuantas veces viene a mi cabeza, seguro que gano un Récord Guinness. Como llevo haciendo desde que nos volvimos a encontrar, espanto el pensamiento y sigo con mi vida. Por lo menos, hasta que llegue la noche, que es el mejor momento para filosofar sobre la vida.


Es casi la hora de comer cuando vuelvo a casa llena de bolsas. Al final han caído tres libros, aparte del de Xandre. Y también he aprovechado para hacer la compra y elegir mi comida de hoy, una pasta marca italiana, porque sí, la que puede, puede.

Digamos que no es porque llevo toda la vida obsesionada con Italia y Roma. En fin, me pongo manos a la obra y en una hora ya estoy comida. Después me paso por mi cuenta de libros de Instagram, que tengo un poco abandonada desde que empecé con el nuevo trabajo, para revisar las notificaciones y hacer un haul con mis nuevas adquisiciones.

—¡Hola! ¿Qué tal? Me paso por aquí para hacer un mini haul de los libros que han caído hoy. No os voy a engañar, no tenía pensado comprarme ninguno, pero he aprovechado que fui a comprarle un libro a mi sobrino y bueno..., al final he salido de la librería con tres más del previsto en un primer momento. —empiezo a decir con el móvil grabando—Pero bueno, ¿a quién no le ha pasado esto alguna vez? —pongo una mueca de inocente y empiezo a enseñar los libros: —Primero os voy a enseñar la edición adaptada para niños de El principito, ya sabéis que yo lo tengo en varios idiomas y ediciones de cuando era adolescente; bien, pues le he prometido a mi sobri regalarle el libro y aprovecho que lo veo mañana para dárselo. Ahora en la siguiente historia os voy a dejar una encuesta para ver si preferís que haga un video enseñando los otros libros o mejor los enseño de una en las historias.

Sí, también soy bookstagramer. Desde los 15 años, aunque mi cuenta empezó a crecer de verdad unos años después. Ahora cuento con más de noventa mil personitas que apoyan mi contenido y a las cuales les encanta leer, pero también escuchar música y ver series y películas.

Tengo que admitirlo, aunque tenga tantos seguidores soy capaz de estar meses enteros sin pasarme por la cuenta, solo para, de vez en cuando, subir alguna historia o reseña, lo sé, soy un desastre, pero ya se acostumbraron y siempre se lo compenso de alguna manera.


Al final, el día que tenía pensado ser de relax se ha torcido un poquito, pero no importa, aún queda toda la tarde por delante y ahora mismo me siento muy productiva para malgastarlo.

Me paso la tarde haciendo tareas que fui dejando pasar desde hace tiempo, haciendo que me sienta mejor conmigo misma cada vez que tacho algo de la lista. También leí y fui organizando un poco mejor algunos viajes, aprovechando que se acerca el verano para poder hacer alguna que otra escapada.

Más tarde, quedé con algunos amigos para ver la puesta de sol en la playa, privilegios de los que viven a escasos minutos de ella. Sigue sin caberme en la cabeza como hay gente que puede vivir sin estar cerca de la playa, lo juro. Llevo prácticamente la mitad de mi vida intentándolo.

Cuando cae la noche y vuelvo a mi casa remato mi día viéndome una peli chorra a la cual apenas presto atención y que finalmente no acabo porque estoy cansada y decido tumbarme en mi cama con el pensamiento de Xandre abriendo sus regalos. Un pensamiento, desde luego, que me hace dormirme con una sonrisa en la boca.

Recuerdos de aquel díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora