—Abril.
—Dime.
Acabamos de volver de comer y vamos hacia mi despacho. Eli se queda callada hasta que cerramos la puerta y entonces lo suelta:
—¿Me puedes decir ya que narices pasa entre vosotros? El equipo ya empieza a hablar, no os quita el ojo. Cuando pasó el altercado con Bojan te metiste en medio y parece que lo solucionaste —discrepo —como si os conocierais de toda la vida, después vas a buscar al jefe y volvéis juntos, os encerráis en el despacho y veo por primera vez como Austin se ríe de verdad —vuelvo a discrepar, tampoco se rio tanto comparado con como lo hacía de pequeño —. Y ahora lo de la comida.
—Eli, no hay nada que contar. Solamente resulta que nos conocemos desde prácticamente toda la vida y tras diez años nos hemos reencontrado en estas circunstancias. Estuvimos todo infantil, primaria y secundaria juntos, además de que éramos vecinos. —le respondo al fin, después de alargar esto lo máximo posible. Tras soltarlo me levanto de la mesa donde me había apoyado instantes antes y me dirijo a mi silla bajo la atenta y perpleja mirada de Eli. No se lo esperaba.
—¿Pero que me estás contando? ¿En serio? O sea, que esto significa que podrás contarme trapos sucios de nuestro jefe. ¡Qué guay!
¡Ja! ¿Con trapos sucios se refiere a cuando se burlaba de mí y de mis amigas junto con sus ya no tan amigos a los dieciséis años? ¿O a las típicas trastadas que hacen los críos en esa edad? ¿El primer beso tal vez? ¿O el día después a cuando se le murió el padre? ¿O a la primera y única vez que lo invité a mi cumple y se lo pasó genial jugando con mi primo al fútbol?
—Tal vez. —Al final me decanté por esa sencilla respuesta y por una sonrisa un poco forzosa, pero algo pícara. Me sentía mal por no contarle toda la verdad y por estar siendo tan buena con él, pero tampoco quiero martirizarme por el pasado, no lo puedo cambiar y tengo que mirar hacia delante, aunque mi adolescente interior está luchando por salir a fuera para darle una buena hostia y girar la cabeza por encima del hombro a su paso. —Bueno, venga, que ya se acabó el descanso para comer y hay que ponernos a trabajar. —la insto a dejar el despacho levantándome y acompañándola a la salida. Al salir cierro la puerta y, ya sola, me dejo caer contra ella y suspiro un par de veces antes de volver al trabajo.
Me paso lo que queda de jornada entre sesión y sesión, conociendo más al equipo y evaluándolos para, después, poder ayudarlos a mejorar en los aspectos pertinentes de cada uno.
Al acabar todas las sesiones, me quedo un poco más para darle el último retoque a una cosa en la que estoy trabajando. Y justo cuando me disponía a salir, pensando que ya no quedaba nadie en la oficina me doy cuenta de que no estoy en lo cierto.
A lo lejos me encuentro con Austin llamándome. Me vuelvo para ver lo que quiere.
—Pensaba que ya te habías ido. —Empieza.
—Pues no. —le respondo, obvio.
—Ya que estás aquí, ¿puedes echarle un visto a la campaña?
Asiento, suponiendo que se refiere a la campaña publicitaria de música.
—Claro.
Me acerco a él y nos dirigimos a su despacho. Se sienta y abre el ordenador antes de pasármelo. En la pantalla puedo observar varios bocetos de la campaña junto con varios eslóganes diferentes y de diferentes aspectos cada uno, siendo diferente la publicidad que se pondrá en las vallas publicitarias que la que se subirá a redes sociales.
—Sin duda me quedo con el eslogan que dice: "No es solo música". Parece simple, pero hay mucho implícito en eso. Desde la típica pregunta de "¿Solo estudias música? ¿Qué más?" hasta los puntos que traté con los compañeros en la reunión.
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Recuerdos de aquel día
RomansaDespués de 10 años, Abril y Austin se vuelven a reencontrar a pesar de que se pensaban que sus almas no estaban destinadas a ello. El jefe de una empresa de publicidad y la psicóloga del nuevo departamento. ¿Que podría salir mal? ¿Es verdad que el a...