•Capítulo 4•

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Sostenía con cuidado una caja de cartón mientras caminaba de regreso a la alcantarilla con paso lento

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Sostenía con cuidado una caja de cartón mientras caminaba de regreso a la alcantarilla con paso lento. Estaba debatiéndose mentalmente si debía o no llevar al conejo que estaba dentro de la caja con Kite. Tenían algunos animales lastimados, enfermos y viejos, los cuales apenas podían alimentar y cuidar, lo que provocaba que terminaran muriendo, afectando demasiado a Kite.

Llegó a la conclusión de que tenía que hacerlo, pues era algo de Kite y no debía tomar ella la decisión. Ella solo podía ayudar o no hacerlo, ¡pero claro que iba a ayudar a Kite! Empezó a caminar por las calles con la caja en mano, el conejo no pesaba, estaba demasiado delgado, probablemente casi todo su peso era la tierra que llevaba en su pelaje.

Al pasar por un puesto de frutas, una voz la llamó pidiendo que se detuviera. Giró y se encontró con un hombre alto, vestido con una bata blanca y una sonrisa amable en el rostro. Su cabello castaño estaba desordenado, y sus ojos verdes brillaban con curiosidad.

—Buenas tardes, bella, ¿Llevas algo por ahí?— Preguntó el hombre saludando

—Un conejo— Contestó la niña sin más

—Ya veo...— El adulto se acercó a la caja —Uy, este conejo no está en buen estado. Podría estar mejor si me lo das, así podría darle de comer algunos  vegetales que tengo— Ofreció

—No— Le respondió ella, recordando su debate mental de hace unos momentos —Pero gracias

—Ya veo... Pero bueno, espera aquí— Pidió,entrando a la tienda. Después volvió a salir con una zanahoria —Ten, para que coma algo

—Gracias, señor. Es muy amable— Dijo con una sonrisa

—¿Encontraste al conejo en la calle?— Preguntó, mirándola a los ojos

—Bueno...— Pensó, no sabía si decir la verdad —A decir verdad, no lo sé, un amigo mío me lo dio— Dijo una mentira a medias

—Qué buen amigo tienes— Dijo el hombre dedicándole una sonrisa —Mi oferta seguirá en pie por si cambias de opinión. Vuelve cuando gustes

—Gracias, de verdad muchas gracias— Dijo la niña antes de despedirse

No estaba segura si había hecho bien. Parecía que si dejaba al conejo, estaría en buenas manos. Además, sería una boca menos que alimentar y una preocupación menos para Kite. Pero no era su decisión.

Al llegar a la alcantarilla, dejó al conejo en el suelo e intentó darle la zanahoria, pero este no comió

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Al llegar a la alcantarilla, dejó al conejo en el suelo e intentó darle la zanahoria, pero este no comió. Intentó partirla en trozos pequeños, pero aún así solo la olía y no comía.

—Kite, ¿De dónde salió el conejo?— Le preguntó, ya que nunca le había dicho nada al respecto, solo le había indicado que fuera a cierto lugar a buscar un conejo que estaba en una caja

—Lo rescaté... De una banda de traficantes— Respondió, mirándola tranquilamente mientras jugaba con un ratón

—Dios mío...— Dijo, cansada de que siguiera tomando esos riesgos, aunque en el fondo admiraba eso de él —Bueno, pero no podemos cuidarlo y lo sabes

—Podemos— Rezongó

—No, no podemos. Mamá vendrá en un rato, pero solo traerá comida para los dos, y nosostros apenas conseguimos para completar y sobrevivir— Le recordó rotundamente

—Comeré menos— Rezongó nuevamente

—Eso igual me preocupa— Respondió ahora sin mirarlo —El hombre de la frutería me dijo que lo puede cuidar. Sé que los quieres con el corazón, pero deberías pensarlo al menos

Kite no dijo nada, solo se limitaba a mirar el conejo.

La madre había llegado nuevamente a la alcantarilla con una bolsa llena de cosas

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La madre había llegado nuevamente a la alcantarilla con una bolsa llena de cosas. Esta vez quiso que los niños no tuvieran que robar nunca más, así que vendió varias de sus cosas para aumentar el presupuesto para esta visita. Llevó verduras, frutas, un poco de carne ya que no duraría mucho, algo de sal, unas pocas medicinas, cosas para prender fuego, harina, huevos, medicamentos para la cabeza y hasta agua limpia.

Nadie salió a recibirla. Al entrar, se dio cuenta de que no había nadie en realidad, solo una caja vacía y los desórdenes de siempre. Gritó el nombre de ambos niños, pero no hubo respuesta. Dejó las cosas y salió para ver si estaban afuera.

No sabía dónde buscar. Caminó, caminó y caminó. La preocupación le invadía en cada paso que daba. Volvía y regresaba, iba en una dirección y en otra, hasta que mucho tiempo después de ir caminando, por fin pudo ver a su hija. Fue corriendo a verla, por lo que no se percató de dónde estaban.

—¿Dónde estabas?— Preguntó mientras abrazaba a su hija —Me asustaste

—Sabes que puedo cuidarme sola, ¿Por qué te preocupas— Dijo riendo un poco

—Nunca me acostumbraré— Dijo su madre —¿Por qué están afuera? Les dije que iba a ir, no había necesidad

—Venimos a dejarle un conejo que se encontró Kite al señor de la frutería— Respondió la niña, jalándola del brazo para llevarla

Ahí fue cuando vio a Dreyfus.

—Hija...— La llamó sin saber qué más decir

—Mira, ahí está Kite con él— Dijo la chica —¡Kite!¡Kite, vámonos!— Le gritó

Kite estaba sentado junto a Dreyfus. Estaban sentados en unos escalones hablando, Dreyfus con una mano en el conejo flaco que estaba en sus piernas y la otra en la nuca del niño, masajeándola como si estuviera consolándolo de algo.

Con los gritos de la niña, ambos voltearon a la vez. La madre retrocedió de espaldas. Kite se levantó y, mientras iba hacia las chicas, el hombre levantó la mano a modo de saludo. Los chicos devolvieron el saludo, la niña sonriendo incluso.

—Vámonos— Dijo la mujer, a quien le temblaban las manos, mientras envolvía en sus brazos a los niños. Atenta a los pasos de los demás.

 Atenta a los pasos de los demás

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♡•𝐴𝑚𝑜𝑟 𝑒𝑡𝑒𝑟𝑛𝑜•♡ {ᵏⁱᵗᵉ}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora