CAPÍTULO 6 - PARTE 1 - LAIA: Adiós, Ciro

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**ADVERTENCIA**

El contenido de este capítulo puede resultar estresante para algunos lectores. Leer con precaución. Contenido gore y referencia a la muerte. Recordar al lector que todo lo descrito es ficción. 

Aun así os animo a leerlo, porque es uno de los capítulos más bonitos de toda la trilogía. 

Donde hay dolor puede haber reconciliación.


Allí, en una zona indefinida para Laia de los bosques del sur de Bruselas, un vampiro iba a dar muerte por segunda vez a un ser querido, que realmente ya estaba muerto. Muerto en vida era lo que significaba ser óbito; la creación de su señor, en ese caso amigo. Era el don y la condena por igual para el vampiro. No existía poder, sin sacrificio. 

Era privilegio del vampiro crear seres diferentes que luego debería destruir. Destruir sus propias creaciones como el artista que nunca llega a materializar lo que sueña su mente, lo que espera su imaginación, lo que anhelan los corazones solitarios de los vampiros; corazones que no latían, no vivían y no morían, pero que existían. 

Era todo una cruel paradoja, siniestra ironía, que el que no vive no puede morir, es eterno y tiene el don de crear muerte, y la obligación de matarla.

Sin embargo, una cuestión era enfrentarse a la muerte de un ser querido, como iban a hacer los allí presentes: Jules, Semyon, Insomnia, Tarik, la propia Laia, y el creador, Coven, y otra muy distinta era enfrentarse uno a su propia muerte.

Laia estaba entristecida, pero había cierta paz en ella. Alivio al saber que Ciro iba a dejar de sufrir, y que había dado vida y dado la vida, renunciado a ella para enfrentarla de otra forma tras sufrir él mismo el reclamo injusto de la muerte para su ser más querido. Sufrió la muerte inesperada de su prometida.

Ciro eligió la muerte en vida que proponía un amigo: ser óbito. Esa había sido la vida y existencia de Ciro, que llegaba a su fin por inevitable propia decisión, y que debía llevar a cabo su creador. Justo o injusto dependiendo del punto de vista. Comprensible, jamás. 

Todos allí parecían tranquilos. Sus rostros tumbas sombrías y silenciosas, llevando consigo el cementerio, por su pesar, y porque estaban muertos. Laia, presa de una pacífica tristeza, miraba a Ciro en busca de milagro. Pero no debía. La muerte reclamaba lo suyo, y más cuando el vampiro osaba quebrantar las reglas de madre natura, las leyes de la vida. Laia debía buscar a toda costa la paz para evitar el dolor.

Insomnia sostenía cercana su mano, para darle apoyo, pero todos estaban tan afligidos como ella. Probablemente Coven el que más, aunque no lo mostraba. Si había un ser que sabía lo que era convivir con la muerte era el inmortal. Coven había creado y destruido tanto como pudo y quiso durante siglos. Sabía hacerlo, sabía sobrellevarlo. Pero ¿la de Ciro? Él había sido amigo antes que creación, confidente, compañero de batalla y de no vida, aliado y apoyo ante la duda y en la lucha.

Laia se acercó a Ciro la última, cuando todos le hubieron dado su penúltimo adiós. Ciro llegaba a ese punto en plenitud de facultades, gracias a la sangre de Laia, el último regalo que quiso hacerle para que él pudiera encarar cuerdo su final. Lo miró a los ojos y no pudo evitar que las lágrimas la nublaran. 

Ciro se acercó a ella y se las limpió con los pulgares, cariñoso. Había paz en su cansada mirada. Existía cierta felicidad de saber que sus ciento veintidós años de historia habían sido, así, sin más. Él le sostuvo el rostro largo rato mirándola, tratando de darle consuelo a ella.

Negra Sangre II: Nueva Naturaleza (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora