CAPÍTULO 6 - PARTE 3 - LAIA: El preso delirante

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**ADVERTENCIA**

Este capítulo tiene contenido gore. Leer con precaución. Todo lo descrito es ficción.


El vampiro llegó muy pocos minutos después, custodiado por dos agentes de prisiones, con una apariencia que a Laia le recordó a la del óbito. Posiblemente lo eran, de Hagall. Era necesaria su fuerza e instintos para controlar a Ontames.

El vampiro estaba serio, pero en cuanto lo sentaron frente a ella, la miró y sonrió con malicia. Un vuelco sacudió las entrañas de Laia. Sintió un escalofrío subirle por la columna vertebral, pero consiguió que no se materializara en su rostro. Ella le aguantó la mirada, impasible.

Ontames iba vestido como un preso, con los brazos por detrás fuertemente encadenados y unidos a su cuello por otra cadena y un collar de seguridad, cual perro peligroso. Solo le faltaba el bozal y no habría sido descabellado ponérselo. Mordía como ellos.

Durante varios segundos no se dijeron nada, pero se estudiaron. Laia comenzó a tranquilizarse y apretó la mandíbula. Era su momento de ponerse a prueba, pero no sería ella la primera en hablar. Era él el que la solicitaba y ella iba obligada. No le daría gusto alguno. Se mantendría imperturbable.

—Mi niña... —dijo Ontames casi con un susurro, rompiendo el silencio. Su voz... Cómo odiaba esa terrible y fría voz. Ella no contestó—. Ya veo que te han creado —observó con gran sonrisa, mostrando su perfecta dentadura. A Laia le dio un vuelco el corazón, pero se mantuvo serena. Nada se le escapaba a un vampiro, y menos a él—. Bien, eso es magnífico mi amor, ya formas parte de nuestro mundo. Lástima que no te reclamara yo antes, serías mía. Pero hay algo distinto en ti... —comentó curioso, analizándola con hambre—. Siento palpitar tu sangre... ¿Puedes herirte para mí?

—A qué te refieres... —comentó ella sin entender.

—Quiero comprobar una cosa —le contestó casi en susurros. Ella dudó. No quería ceder a sus peticiones—. Hazlo, o montaré en cólera y todos saldremos perdiendo.

—No tengo cómo herirme.

—No me evites Laia; hazlo con tus propias manos —exigió con maldad, sus pálidos ojos azules brillando.

Ella volvió a dudar, ¿debía hacerlo? ¿Debía mostrarle su verdadera naturaleza? Pensó en qué querría Coven. Él no lo aprobaría, pues quería ocultarla a toda costa. Pero el vampiro ya había adivinado que era una creación y no cualquier creación. ¿Lo desobedecía y con ello lo enfurecía alimentando su curiosidad? ¿O cedía y le daba el gusto de ver lo extraordinariamente extraña que era?

—No me hagas esperar mi amor, porque te juro que morirán muchos mientras me trasladan, y ellos no pueden matarme... Órdenes de nuestro adalid y señor —amenazó con ojos siniestros y voz perversa.

—También habrá ordenado que tú no mates.

—Él no me ordena nada Laia; el único rebelde que se pliega cobardemente a él es tu amado vampiro —dijo con gran y maligna sonrisa—. Hazlo o mataré sin contemplación.

—Lo harás igualmente. No pienso darte gusto —desobedeció ella.

—¡HAZLO! —estalló el vampiro poniéndose de pie. Laia se asustó, pero no se movió del sitio.

En ese momento entró Coven en la sala, furioso, dejando atrás a los que trataban de retenerle, entre ellos Demian y Herlen.

—¡Ya tienes suficiente maldito bastardo! —lo encaró Coven con voz helada, desde el otro lado del cristal, poniéndose al lado de Laia. 

Negra Sangre II: Nueva Naturaleza (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora