CAPÍTULO 11 - PARTE 4 - COVEN: Advertencias

3 1 0
                                    

Efectivamente, cuando Coven volvió, Laia no estaba ahí. Maldijo para sus adentros, pero se dispuso, a regañadientes, a obedecer a la chamana. No tenía ni idea de dónde podría estar Laia, ni lo que estaba sintiendo o haciendo, pero no iba a estar tranquilo, eso seguro.

Miró el colgante de nuevo, y se lo guardó en un bolsillo. Seguía lloviendo con intensidad, tanto que su camiseta pesaba demasiado, así que se la quitó. Pasó una hora andando de un lado al otro del claro, y seguía lloviendo.

Tres horas y no había señales de ella. Estaba cada vez más nervioso, ¿y si se había desorientado? Pero si salía a buscarla, tal vez regresara y no lo encontraría allí. Coven no se hacía una idea de en qué estado se encontraba Laia, y sus temores iban en aumento.

Siguió dando vueltas ya presa de la desesperación. Si lo que Zhoui le había dado tenía los mismos efectos que el LSD, la desorientación y las alucinaciones iban a estar aseguradas. Decidió que tenía que ir a buscarla. Fue entonces cuando sintió algo a su espalda. Ya era de noche, pero la falta de luz no era un problema para él. Lo que vio entonces arrancó de sus entrañas la ira más intensa, que no iba a ser capaz de controlar. Un vampiro moriría allí mismo, y no iba a ser él.

Entre la lluvia, la maleza y la oscuridad apareció su acérrimo enemigo, con Laia inconsciente en los brazos, completamente empapada. Parecía estar muerta; Coven no sentía su corazón. Todo su mundo se deshizo en pedazos, como estallido de cristal. Hagall lo miró directamente a los ojos, sin emoción alguna en el rostro, pero la mirada temible. Coven se lanzó como un loco a por ella para arrebatársela de los brazos, a lo que el adalid no opuso resistencia. Acercó su rostro al de la joven para sentirla, debía cerciorarse a toda costa de que no estaba muerta. No estaba preparado para asumir esa idea. El alivio que sintió al oír su débil pero constante pulso, fue inmenso y dio gracias por ello.

Miró a Hagall lleno de furia. De no tener a Laia en los brazos se habría lanzado contra su cuello para partirlo en dos. Tenía dos opciones, dejarla en el refugio y arriesgarse a que Hagall se esfumara sin darle una explicación, o lo encaraba ahí mismo, con Laia en brazos. Tenía clara la elección.

—Más vale que Zhoui y tú tengáis una buena razón para esto —dijo apretando la mandíbula. Su tono un arma afilada y mortal.

—¿Crees que iba a dejar algún cabo suelto, Noveno? —respondió el adalid con una amarga sonrisa. También estaba calado hasta los huesos—. Ya no confío en nadie de mi raza, así que decidí embarcarme en este viaje con vosotros.

—Maldito seas tú y tus manipulaciones —escupió Coven.

—Debía estar seguro de que llevarías a cabo lo que te mandé.

—Y es la última vez que lo hago —le juró—. ¿Qué demonios pretendes con todo esto?

—Sé que tú no te revelarás contra mí —decía el adalid tranquilo—. Hice bien mi trabajo entonces; pero me molesta que estén tratando de convencerte.

—Ninguno de ellos ha hecho nada... Son libres de pensar lo que quieran —dijo en defensa de sus leales.

—No habrá represalias Noveno, pero sí te juro, aquí y ahora, que no cederé mi posición —advirtió implacable. Cuando recurría a sus habituales amenazas, su cuerpo parecía engrandecerse más de lo que ya lo era, y en ese momento era realmente aterrador, aunque ya no provocaba ese sentimiento en Coven. Nunca lo hizo—. Y te lo digo a ti directamente.

—No tengo intención de arrebatarte nada como espero que tú no lo hagas. —Hagall posó entonces su mirada en Laia, leyéndole el pensamiento.

—No niego que la codicio, cada día más... —Sus ojos entornados, mirándola intensamente.

Negra Sangre II: Nueva Naturaleza (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora