CAPÍTULO 1 - PARTE 2 - COVEN: Segunda opinión

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**ADVERTENCIA**

Este capítulo tiene contenido gore. Leer con precaución. Todo lo descrito es ficción.



Coven tenía tantas dudas sobre lo sucedido, que necesitaba una segunda opinión, por lo que al día siguiente decidió ir a ver a Herlen, en compañía de Laia, que se mudaría a su apartamento para seguir vigilando su proceso de transformación.

Cuando llegaron al bufete, Rose estaba en el hall. La chica lo miró con poco disimulado enojo, por su "desaparición" tras la conversación que tuvieran el día anterior y que provocó que Laia se tirara impulsivamente en los brazos de Hagall. Laia tuvo la lucidez de no meterse y se fue directa por el pasillo en dirección al despacho de Herlen.

—Me dejaste por esa, de mala manera —le espetó Rose a la cara.

—Haz el favor de dirigirte a ella por su nombre —le recriminó él. Era el momento de acabar con toda esa farsa—. Rose, se acabó. Lo nuestro termina aquí. Si quieres ser creada, convence a Herlen.

Antes de recibir el contragolpe se fue en dirección al despacho de su amigo, siguiendo a Laia. No escuchó a sus espaldas sollozo, insulto o grito alguno. Eso no le dio buena espina, pero tampoco mayor quebradero de cabeza. Tenía en ese momento otras preocupaciones más acuciantes.

Cuando entró, Herlen y él se saludaron con un apretón de manos. La joven y el abogado se sentaron, y Coven, como tenía por costumbre, se quedó de pie y se cruzó de brazos.

—¿Notas algún cambio en ella? —le preguntó Coven. Estaba ansioso por saber si el resto de los vampiros notarían la transformación de Laia, si ésta se había producido. Herlen la miró detenidamente. Ella sonrió feliz.

—Tienes buena cara, pero no veo nada nuevo, ¿por qué lo preguntas?

—La he creado, Herlen.

El abogado frunció el ceño confundido y se fijó en el cuello de Laia. Se levantó para ponerse frente a ella, y la invitó a acercarse. Ella obedeció complaciente. Herlen la observó, la sintió, se acercó a ella e inspiró. Coven observaba todo.

—Es humana Coven, no siento transformación alguna, salvo que la veo más... sana —contestó el abogado sin dejar de estudiarla—. Sí es verdad que hueles con una pureza desconocida...

Coven buscó en el despacho algo que darle a Laia. Cogió una escultura de tamaño medio, de bronce, de la diosa Themis, símbolo de la justicia y el derecho.

—¿Te importa quedarte sin ella? —le preguntó. Él negó.

Coven se la entregó a Laia, que, con una simple mirada supo lo que tenía que hacer. Primero arrancó la pequeña espadita y se la tendió a Herlen, quien la cogió con recelo. La joven cogió la escultura, de unos treinta y cinco centímetros de alto y cinco kilos de peso, por cada lado, y sin aparente esfuerzo, la partió por la mitad.

—Pero esto no es lo mejor —dijo Coven. Herlen seguía serio, pensativo. Observando.

Laia le tendió ambas nuevas mitades de la diosa a Coven, y le quitó la espadita al abogado. Buscó un pañuelo en su bolsillo. Coven la dejaba hacer sin guiarla, pues ella se estaba probando también a sí misma. Todos estaban en proceso de aprender qué era lo que estaba sucediendo en su cuerpo. La joven estiró su brazo izquierdo, y mostró la muñeca, donde ya no había cicatriz, y con la espadita, empezó a hacerse un corte desde la base de la mano hasta el codo, en todo su antebrazo, dejando la extremidad ligeramente inclinada para que la sangre que brotara cayera sobre el pañuelo que sostenía en la misma mano. Tuvo que apretar fuerte, pues a pesar de ser una improvisada arma puntiaguda, no estaba afilada.

Negra Sangre II: Nueva Naturaleza (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora