CAPÍTULO 20 - PARTE 1 - LAIA: La cuerda se tensa

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Habían detenido a Coven el 3 de diciembre, y ya era 12 de diciembre. Al día siguiente era el cumpleaños de Laia... si es que siendo inmortal eso importaba algo. Seguramente importaría cuando cumpliera ochenta y siguiera igual. O ciento cincuenta y siguiera igual. O mil y siguiera igual. Su mil cumpleaños sí pensaba celebrarlo a lo grande. En cualquier caso, ese año cumplía "solo" veintisiete, y con la angustia de Coven aún preso, iba camino de ser el peor de su vida.

Todos estaban con los nervios a flor de piel, como si estuviera ocurriendo algo realmente dramático; como si acabara de ocurrir una catástrofe, cuando realmente la detención de Coven no era la primera. Sin embargo, una temible y constante umbría se cernía sobre todos. Daban la impresión de ser y actuar como un rebaño de ovejas que siente de forma permanente al lobo acechando en la oscuridad.

¿Qué estaba pasando? Se lo transmitían unos a otros, retroalimentándose en inquietud y negatividad, y Laia no sabía qué pasaba, pero tenía la certeza de que su vampiro estaba en la celda sintiendo lo mismo, con suma impotencia. Verse capaz de echar abajo esos muros, y no hacerlo por ver cumplidas y respetar las normas mortales, mientras la amenaza inmortal perseguía a Laia; eso debía provocarle un sentimiento absoluto de miseria.

Finalmente se iba a celebrar el juicio que Herlen quería evitar a toda costa, por lo que preparaba una contundente defensa de su cliente y amigo para fulminar de un golpe letal al departamento antidroga de Bruselas, por corruptos. Tenía las pruebas, y su furia y deseo de venganza lo llevarían a destruir la carrera de Willems y sus acólitos.

Coven se debatía furioso entre rejas, llevado por los nervios, pues se había establecido la fecha del juicio para el 3 de enero del año siguiente, y habían conseguido esa fecha gracias a las presiones de Herlen y el bufete, pero no pudieron adelantarlo más. Para su desgracia, las fiestas navideñas por medio hacían estragos en su calendario de maniobra.

Cuando Coven se enteró de todo, destrozó la celda donde estaba, provocando que lo trasladaran a una de máxima seguridad. Si no lo hicieron antes fue gracias a la intervención de Müller, quien seguía de cerca la evolución del caso mientras buscaba con ahínco al fugado Ontames, mientras Laia sentía de forma constante la presencia de Ícaro, su óbito.

Todos los ojos estaban puestos sobre ella mientras el equilibrio y el futuro de los vampiros se tambaleaba, pues los contrarios a Hagall seguían moviéndose como silenciosas e incansables hormigas. Todo, absolutamente todo el ambiente en torno al mundo vampírico estaba ligeramente desquiciado, con Coven encarcelado, Ontames fugado, Laia vulnerable, Hagall reuniendo a los suyos, y los insubordinados moviéndose de aquí para allá haciendo sonar tambores de guerra, afilando colmillos. Todo eso mientras la policía belga había decidido hacer su aparición en el peor momento.

Lo peor de esos días, aparte de la ausencia forzosa de Coven, era tener que cruzarse con Rose cada maldito día, varias veces al día. La detestaba, y más con ese brillo de satisfacción que se había instalado en su mordaz mirada. Siempre estirada hasta romperse, siempre perfecta y orgullosa. No se dirigían la palabra, pues las miradas eran suficientes para decirse todo lo poco que querían decirse: insultos.

Ese día, de nuevo se hallaba sentada en el gran sofá del gran despacho de Herlen, aburrida para variar. La habían apartado de sus obligaciones en la organización, siendo los cuatro óbitos los encargados de todo. Desde que apareciera Laia, no se aburrían, pero nadie se quejaba.

Estaba sentada, casi recostada en actitud aburrida, sola en el despacho, pues Andal había salido un momento y Herlen estaba en los juzgados, cuando vio aparecer por la puerta a su peor pesadilla. Se incorporó de inmediato, tiesa como una vela, tensa como una cuerda. Una corriente eléctrica le recorrió la espina dorsal y se puso seria.

Negra Sangre II: Nueva Naturaleza (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora