5. Everywhere

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A la edad de quince años Checo comenzó a cambiar y Max lo notaba y le hería con desenfreno. Checo ya no lo buscaba con la misma frecuencia con la que acudía a su casa a diario, así que a veces era Max parándose frente a su domicilio y regresar al mismo minuto cuando sus padres afirmaban que su hijo no se encontraba.

¿Dónde estaba? ¿No se habían prometido siempre estar juntos? ¿Contarse todos sus secretos? A Max le decepcionaba su nueva faceta, pero no sabía cómo tratar con aquellos sentimientos.

Ahora lo único que podía hacer era cruzarse de brazos y adaptarse a su nueva realidad. La realidad de que ya no era prioridad para Checo ni su número uno. Daniel le había dicho aquello un día muy lejano, pero el rubio era un chico que aceptaba retos y los veía como objetivos, por lo cual, no iba permitir que su amigo se alejara más de la cuenta de él.

Esa misma tarde, Max y Checo se juntaron en la habitación del mexicano como solían hacer antes de distanciarse tanto. Se encontraban pintando la habitación del mexicano de un blanco limpio, los muebles los habían sacado al pasillo mientras que los póster junto a los cuadros de autos, estaban encima de ellos esperando su turno para volver a la pared.

Esa tarde el castaño estaba contento y Max lo notó. ¿La razón? Era que Daniel estaba ocupado terminando las tareas en casa y su madre lo había castigado hasta completar todos sus deberes. No lo admitiría en voz alta sin sentirse un cretino por ponerse contento ante el castigo de alguien más, por lo que Checo se limitaba a tararear en los metros cuadrados de su habitación.

—Si te soy sincero, me gustaba más el azul que tenías —decía un rubio sudoroso mientras pasaba el rodillo por la pared. La temporada de lluvia de octubre estaba cerca, por lo que tenían que aprovechar el tiempo antes de que el aguacero torrencial llegara. 

—Era muy oscuro. El blanco ahora se ve muy limpio y ayudará a que el espacio se sienta más grande. Además, el escritorio y los muebles combinan más, el azul lo tengo desde que tengo memoria y ya me aburrí de él, a veces me hace pensar en el uniforme de la escuela...

Definitivamente, Max echaría de menos ese color. Lo recordaba desde que se conocieron, desde que se juntaban para ver películas hasta quedarse dormidos y las palomitas de maíz terminaban tiradas sobre el suelo. Aquel azul había sido testigo de sus encuentros amistosos, de las carcajadas cuando se hacían cosquillas, de las casas que levantaban con las sábanas donde los muebles eran el soporte, y bajo la ausencia de luz, contaban anécdotas de terror con una linterna.

Max recordó la ocasión donde Sergio se asustó tanto un día que se fue la luz y un trueno retumbó por toda la casa que se hizo pipí encima de los pantalones, provocando que soltara una risa de repente mientras paseaba el rodillo por la pared.

—¿Qué es tan gracioso? —cuestionó su amigo, quien estaba sentado de forma india cubriendo las esquinas con una brocha.

—Nada, nada —dijo este estremeciendo su cuerpo por las risas contenidas—. Solo recordé algo.

—Espero que no te estés burlando de mí —apuntó con la brocha teñida de blanco—. O esta arma será tu enemiga y no podrás quitártela de encima ni aunque te talles al bañarte.

Max negó con la cabeza.

—¿Todavía te asustan los truenos?

Checo negó haciéndose el fuerte. Seguramente, nunca se le quitaría ese miedo.

—Obvio que no, ya no soy un niño.

—Mentiroso.

—¿Por qué la pregunta de repente?

—Recordé la poca capacidad que tiene tu vejiga para hacerle frente al miedo.

El más bajo lo analizó durante unos segundos sin comprender, talando la brocha sobre la pared sin ver el trazo que estaba cubriendo. Fue cuestión de varios parpadeos más para que el recuerdo se acentuara en él y levantara la brocha de manera acusatoria frente a su cuerpo en un acto defensivo.

King of your Heart ; ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora