3. The event

828 124 28
                                    

—Te lo tenías muy guardado.

—Por supuesto, era una sorpresa.

—Te lo juro que salte de la emoción cuando la escuché.

—Me lo imaginé, créelo. Me hubiera encantado ver tu reacción cuando lo escucharas —la sonrisa de Daniel mostrando los dientes era de superioridad, como remarcándole que él llevaba la victoria en esa ronda. A Checo le dieron ganas de estamparle un puñetazo para que dejara de sonreír.

Se encontraban en ese momento sentados juntos en el comedor de la casa de Max. Los únicos testigos de la conversación en base a la ironía que estaban teniendo eran los gatos, que saltaban de un lado a otro en aquellas casas de tubos que Max les había instalado en la esquina de la pared. La casa de la familia Verstappen era amplia, al igual que la de Sergio, pero en esta había más espacio para todo y una de esas cosas era el silencio. Sus padres regularmente salían a viajes de negocios, pero ahora que estaba posado en aquella silla de terciopelo gris, solo podía imaginar que tendrían un invasor extra en esos momentos de tranquilidad, provocando que se le revolviera el estómago ante el pronto desequilibrio que traía su presencia.

Pese a no ser tan estirado, la mesa del comedor principal le quedaba un poco alta a Sergio, y Daniel con su alta estatura parecía verlo con aire de suficiencia.

—¿No quedas muy justo en la mesa? Tal vez debería de traerte un cojín.

—No es necesario cuando me encuentro perfectamente —sus ojos se pusieron en rendijas, sabía que lo estaba molestando, pero eso no impedía las ganas impasibles de quedarse callado.

—¿Gustas que haga de nutriólogo y te formule una dieta para tus tres comidas diarias? Porque parece ser que el calcio y las guarniciones escasean en tus platillos.

—¿Para que me escribas el menú de las avestruces? No, gracias. Porque con ese cuello largo lo próximo que harás será atravesar el techo.

Checo no entendía por qué su amigo se tardaba tanto en la cocina, pero deseaba con desenfreno que apareciera pronto por el umbral o lo próximo que haría sería hincarle el diente a la persona que tenía en frente. Les había ofrecido tomar asiento mientras preparaba algo, pero el tiempo resultaba eterno con aquella compañía.

—Al menos yo no parezco tapón de alberca.

—Olvidé el momento en que te pregunté.

—¿Cuándo será el día en que dejes en paz a Max? —su voz cambió a un tono poco amistoso, llevándose las manos a la barbilla—. No porque seas su vecino tienes que estar aquí todo el día. Puedes, por ejemplo, dejarlo respirar sin tu presencia.

—¿Para dejarlo a la mano de una persona como tú? Seguramente nunca.

Max se adentró con unos guantes de cocina y un delantal rojo antes de que Daniel pudiera replicar. El olor inundó las fosas nasales de Sergio tan pronto entró con el recipiente, responsando ante sus ojos un molde de rollos de canela que humeaba entre sus manos. Sudaba un poco de las sienes y estaba impregnado de rastros de harina, pero su sonrisa era de satisfacción.

—Checo, ¿podrías poner la tabla debajo? No quisiera que algo se quemara.

Hizo lo que le pidió, con un rubio depositando el recipiente de vidrio con el postre humeante encima y unos ojos castaños que miraban a Daniel con puntos a favor.

—¿Y? ¿Qué tal se ven? ¿Qué opinan? Miré una receta en internet de un tutorial para preparar roles de canela.

—Se ve muy rico —la expresión del australiano cambió. Al menos Checo se alegró de que cuando hablaba con Max siempre era con calma y respeto, a comparación con él—. Huelen muy bien.

King of your Heart ; ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora