15. Boys hate boys

671 82 17
                                    

Max estrelló el puño sobre el rostro de Daniel con furia, tomándolo con tanta sorpresa que se tambaleó hacia atrás contra el ladrillo. El más alto de los dos se tomó la mejilla con asombro poco dispuesto a querer asimilar que acababa de golpearlo, pero lo que más le sorprendía era ver a Max tan molesto con el tono áspero de su voz, cerrando sus párpados en rendijas con una ira descontrolada.

¿Cómo había pasado esto? Pues bien, Max no había olvidado las palabras de Checo hace dos días.

Por supuesto que mientras estuvo con él apartó los pensamientos, pero una vez en soledad entre las paredes de su dormitorio, su mente empezó a correr con velocidad, conectando puntos, descubriendo respuestas, asimilando las huidas de Sergio y el regocijo de Daniel. Bastaron dos noches llenas de insomnio para reunir un enojo que se creó de la noche a la mañana, porque a quien más le había confiado sus secretos, el primer amigo a quien le había compartido que estaba enamorado de un chico, a quien le expresó cada una de sus dudas, sus temores y sus desilusiones, había optado por actuar a sus espaldas de una manera tan inapropiada que ni aunque la compasión fuera el único sentimiento capaz de percibir, podría hallar la ceniza de la llama que avivaba toda la furia que había encendido Daniel, en una esquina del recóndito oscuro pedazo de él que permitía la violencia y desagrado escapar a la superficie.

Un empujón provocó que rebotara contra la pared. No le dio tiempo para recomponerse al estrellarle el puño sobre la mejilla.

Jamás imaginó estar golpeado a su amigo Daniel Ricciardo, pero también no imaginó que el mayor testigo de sus días malos le jugaría sucio a sus espaldas, y mucho menos, le diría palabras agrias a la persona que más apreciaba.

No obstante, faltaba que Daniel admitiera aquello en voz alta, a lo que obviamente se estaba rehusado decir. Max lo había estado evitado durante sus clases para después encararlo en el receso con temor a no poder contenerse en el salón.

No esperó que lo primero que pasaría sería esto:

El chico rubio llegó intentando mantener la compostura, demostrando su falta de humor en sus puños apretados y el entrecejo fruncido.

—¿Qué le dijiste a Sergio?

Daniel, haciéndose el desentendido:

—Hola, estoy bien, gracias por preguntar. Por cierto, Sergio es tan insignificante para mí en este momento que no desperdiciaría mi saliva con él.

El rubio apretando aún más los puños hasta dejar marcas de medias lunas en sus palmas:

—Mentir se te ha dado estupendo, ¿no? —su voz ronca—. ¿Te divierte hacerlo?

Daniel mirándolo fijamente, intentando comprender a qué se refería, hasta que dio en el clavo y sus soluciones se debatieron en huidas.

Plan A: Buscar el destello para escapar de la situación.
Plan B: Decir que estaba ocupado.
Plan C: Admitir la verdad.

Terminó usando el Plan D.

—No sé de qué me estás hablando, Max, pero lo que sea que hayas escuchado, no es cierto.

—No me mientas.

El más alto se había sorprendido al ver la decepción en sus lágrimas hace unos días, ahora transformado en otra nueva faceta desconocida de Max lo estaba descolocando.

—Déjame en paz. Son las diez de la mañana y lo que sea que le haya dicho ya ni siquiera lo recuerdo; es más, hasta te he ayudado aunque tú no lo sepas, aunque el idiota de Sergio no se merezca nada.

King of your Heart ; ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora