3- Las sombras

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Corría desesperadamente por un bosque oscuro. Murciélagos emergían de cráteres en el suelo, no sabía donde estaba. Olía a materia quemada. Algo no sabía lo que era, la perseguía. Tropezó con una roca y cayó al vacío. Vueltas y vueltas.

Aterrizó en terreno árido. Vacío y desolación, unos pocos árboles secos a la vista. El aullido de los lobos. Vio unas figuras al fondo.

-¡¿Hola?! ¿Hay alguien ahí?

Se alejaban. Apresuró el paso, hasta que empezó a correr. Se detuvieron en seco. Detonación. Cayeron al suelo. Al acercarse sólo vio material inerte y oscuro.

Gritos de mujer. La abrumaban. Levantó un pie. Le quemaba. Era lava. ¡Ay! Tenía que escapar o caería en ella. La roca ígnea sobre la que estaba empezó a resquebrajarse. Hasta que sólo quedó una ínfima porción de terreno, apenas la sostenía. Todo a su alrededor estaba caliente y rodeado por volcanes. En lo alto de un peñasco surgió una figura celestial, parecía un ángel, era extraño e inquietante. Era sólo un ojo, de largas pestañas, iris de color gris. Rodeándolo alas blancas y brillantes.

Una luz incandescente salió de su cuerpo. Tuvo que cubrirse los ojos para evitar quedar ciega. Cuando quitó su mano, el ser se había transformado, ahora tenía aspecto humanoide. Parecía un hombre. O, ¿sería una mujer? No lo sabía con exactitud, sólo que se veía humano. De nuevo iris claros, cabello rubio, casi blanco. Piel translúcida.

De repente una voz fuerte hizo retumbar hasta los más lejanos terrenos.

-¡Tú tienes la culpa!

Se horrorizó al notar que estaba rodeada de seres oscuros similares a los ya vistos. Fungían como público.

-Estamos aquí reunidos para establecer la condena, que será impuesta a la mujer aquí presente, cuyo nombre es...

No escuchó su nombre. Únicamente balbuceos en un idioma o dialecto ininteligible.

-Declaro culpable a... ...por homicidio múltiple de primer grado.

-¡¿Qué?! ¡Yo no hice nada de eso! Bueno, no recuerdo haberlo hecho...

Golpeando su diáfano mazo-¡Silencio en la corte!-la miró con ojos centelleantes.

-Le has arrebatado la vida a gente inocente, y se nada sirve negarlo, te deleitaste con el olor putrefacto de sus cuerpos y la sangre expulsada de sus venas.

Miraba estupefacta a aquel juez de hierro que la llenaba de injurias y acusaciones falsas.

-La condena establecida será pasar el resto de la eternidad en ¡el noveno círculo del infierno!

-¡¿Qué?! ¡¿De qué está hablando?!

-¡Saquen a esta sucia criminal de aquí!

La tierra empezó a hundirse. Intentó sostenerse de lo que pudo, pero fue en vano.

Cayó de nuevo al vacío, un vacío que duró demasiado. ¿Estaba flotando? No podía moverse. Todo estaba en penumbras. Lo único que escuchaba eran sus desenfrenados y ahora más fuertes pensamientos.

"¿Qué? ¿Dónde estoy? ¡No! ¡No puedo hablar! ¿Qué hago? Al- ¡Alguien que me ayude!"

Cada vez le costaba más pensar.

Iba a pasar el resto de su existencia en ese lugar frío oscuro e inmóvil.

...

Hasta que despertó sobresaltada. Cubierta en sudor. Jadeando. Casi no podía respirar.

Miró a su alrededor. Blanco. Otra vez. Ese lugar. Siempre ahí. Otra vez en su fría mazmorra, atada sin poder moverse. Le causó más pánico saber que seguía ahí.

A ese punto prefería estar presa en el loco mundo de fantasía en su cabeza que en esa especie de reclusorio.

Inhaló y exhaló profundamente hasta que sus latidos dejaron de retumbar en sus oídos.

¿Qué había sido todo eso? ¿Asesinato cuádruple? ¿De dónde salió eso? Ella no pudo haber hecho eso. Ja, ni siquiera recordaba su propio nombre. La única certeza es que era mujer, dado el reflejo que vio en el espejo.

¿A quién había matado? Ese ángel sería tal vez una ¿representación de una figura de autoridad? ¿Alguien importante en su pasado? ¿Quién sabe? Por el momento no podía preocuparse por eso. Tenía que enfocarse en saber dónde estaba. Y cómo salir de ahí.

La desgracia de los ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora