24- Shelly Elizabeth Gray

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Los recuerdos llegaron a su mente cómo una ráfaga de viento. Eireen, Thomas, Owen y la masacre en su casa de Deermount. Callahan y Amber, y como vivió con ellos buena parte de su adolescencia. La universidad. El trabajo como secretaria. Elliot…

Elliot. ¿Dónde estaba Elliot?

“¡Tú me quitaste la vida!” No. Ahora lo recordaba todo. Llegó de comprar provisiones. La casa en silencio. Los gemidos en el segundo piso. Sus pasos que le parecían cada vez más pesados. La puerta rechinando. Elliot con otra mujer en su cama. Sus reclamos histéricos, su desmayo.

Para posteriormente despertar cubierta de sangre con un Elliot que no respiraba más.

Lo había asesinado. Su desesperación la había llevado a matar al amor de su vida.

Merecía eso, merecía todo el tormento que había pasado en el King’s Wisdom.

Pero no era suficiente. Viviría con la culpa asfixiándola. Pero podía acabar con eso.

-Y bien señorita Gray. O debo decir Elizabeth, si me permite esa confianza. ¿Está lista para entrar al equipo? Dijo con su típica sonrisa forzada.

-No.

-Perdón. ¿Qué fue lo que dijo?

-Dije que no.

-Creí que habíamos empezado a entendernos. La pregunta sólo fue por cortesía. Usted no tiene elección. La única forma de que siga viva es siguiendo mis órdenes.

Shelly se levantó como pudo de la silla y apretó los puños en un ademán amenazante.

-¡Dije no! No voy a ser parte de esto. No voy a consentir que más gente sufra aquí. Por mí ¡TODOS USTEDES SE PUEDEN IR AL CARAJO!

Harshman volvió a ensombrecer su expresión. Dio un último sorbo a su café. Y se puso de pie.

Agregó con un tono desanimado.

-Es una lástima que se rehúse a cooperar con nosotros. De verdad me hubiera encantado tenerla con nosotros.

Y dicho esto en un movimiento rápido puso una pistola Smith & Wesson en la sien de la chica.

Sus músculos se tensaron. Estaba a la merced de Evan.

-Como última nota. En el mundo, impera la ley del más fuerte. Y los que se oponen a eso, son sólo pequeños obstáculos en el camino. Muera tranquila sabiendo que de todos modos no hubiera podido hacer nada para salvar a estos pobres diablos de su cruel destino.

-Adiós Elizabeth Gray. Fue un gusto conocerla...

Shelly cerró los ojos. Se escuchó una detonación. Pero no fue el arma.

-¡¿Qué demonios?!

Una alarma proveniente de los detectores de humo.

Slavenery llegó apresurado al despacho.

-¿Philippe qué está pasando?

-Señor ¡Alguien incendió el almacén de los reactivos! El fuego se está propagando rápidamente ¡Tenemos que salir!

-¡Llama a los demás! Esto se suspende por tiempo indefinido.

Evan empujó a Shelly haciendo que quedara en el suelo.

Salió por la puerta del despacho, la miró fijamente y le dedicó una amable despedida.

-Hágame el favor y púdrase. Y cerró la oficina con llave para después echar a correr junto con Philippe.

Shelly se arrastró hasta la puerta y se levantó con todas sus fuerzas.

-¡Hey! ¡No me dejen aquí! ¡Idiotas!

Y golpeó la puerta intentando abrirla. No lo lograba. Tenía que pensar rápido. Una de las entradas de la habitación estaba empezando ya a quemarse.

El fuego era azulado. Seguramente hicieron estallar los depósitos de etanol.

La puerta principal tenía una ventana. Eso es. Debía romperla. Buscó entre las pertenencias de Harshman. Sólo había una escultura confusa. Algún tipo de obra de arte moderno.

Alzó la escultura y la arrojó hacia la ventana.

¡Crash! Había funcionado.

Se deslizó a través de la ventana teniendo cuidado de no lastimarse con los pedazos de cristal.

Con carpeta en mano corrió como pudo por el corredor. Ahora de mosaicos llenos de ceniza por las llamas.

Se encontró con Key que ya estaba evacuando a todos por las escaleras del pasadizo.

Jadeando, le preguntó:

-¿Ya sacaron a todos?

-¡A los que pudimos sí!

Las llamas ya habían consumido la mayor parte del ala oeste del recinto.

-¡Ven, vamos Sixty!

Key y Shelly salieron juntas a la superficie.

Arriba estaba la estructura abandonada.

Todos estaban ya fuera de ella.

Pudo ver a Bremmon, Greyman, Emer y todos los del personal. La anciana enfermera de mal temperamento, la jovencita ingenua y a la señora de mediana edad. También había otros cuantos que no reconoció. Estaban cubiertos de cenizas.

Al igual que algunos pacientes, todos con números atados a sus cuellos, de diverso grupo de edad.

Shelly miró a ambos lados. Se encontraban en una zona casi desértica con poca vegetación. Ese era Nuevo México.

-¿Dónde está Harshman y sus hombres?

-Huyeron. Ya no queda más que hacer-dijo la señora de rostro surcado.

-En este momento lo que importa es buscar ayuda.

Entre los escombros de la instalación, el enfermero de aspecto desgarbado encontró algo que hacía ruido.

-¡Es un radio! ¡Estamos salvados!

Mientras los demás se encargaban de pedir la ayuda. Sixty y Key se miraron.

-Recuperé mis documentos.

-¡Que bien!-Le mostró la carpeta y Key la leyó con atención-Shelly Elizabeth. Es un lindo nombre. Pues, encantada de conocerte Shelly.

-Lo mismo digo Key.

-Soy Katherine.

-Sí, Katherine. Y se dieron un abrazo.

Todo volvería a la normalidad.

 

 

La desgracia de los ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora