12- Eliza y Amber recuperan su libertad

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Después de algunos días en cuánto supo que se presentó, Elliot llamó a Eliza a su oficina.

Tratando de aparentar que nada había pasado, Eliza iba subiendo las escaleras en dirección a él.

Sabía que probablemente no iba a funcionar ya que Anderson, su compañera, le había dicho:

-¡Dios mío! Eliza ¿ Qué te pasó en la cara?-dijo mientras la miraba fijamente.

Eliza alzó la vista hacia la mujer, inventado una excusa que sonara ingeniosa. Claramente no se encontraba bien. Tenía la mejilla amoratada, cubierta sólo por una pequeña gasa y un poco de cinta. Su labio parecía hinchado sus prominentes ojeras, y su aspecto desgarbado la hacían parecer víctima de un atroz accidente.

Haciendo su mejor actuación, sonrió vivamente y se excusó diciendo:

-¿Qué, esto?-señaló su hematoma-esto, no es nada, sólo una tontería, iba caminando rumbo al tranvía, cuando sin darme cuenta, el suelo estaba resbaloso, y mis tacones no eran una buena combinación, así que tropecé y me golpeé la cara, ¡eso es todo!

Anderson vaciló, pero al final sólo la dejó ir con un no muy convencido:

-Bueno, eh, eso lo explica-sin dejar de preocuparse.

Eliza llegó a la oficina de Elliot. Tocó la puerta según su costumbre, al oír la afirmativa, entró precipitadamente a la habitación.

Elliot la miró y su semblante cambió, para dejar paso a la consternación.

-¡Señorita Doyle! ¿ Qué le pasó?

Apartando la mirada, Eliza dijo suavemente.

-Nada señor Gray, una historia larga-el hombre iba a decir algo cuando ésta lo interrumpió-y perdóneme, por ausentarme sin avisar, le prometo que no volverá a pasar.

-Eso es lo que menos me preocupa señorita. Tenemos que hablar. Pero no es el momento adecuado. Espéreme afuera al acabar el turno.

Las horas pasaron y al dar las siete, Eliza tomó sus cosas y salió del establecimiento.

Miró hacia ambos lados y entró al auto de Gray.

En el trayecto, no hablaron, ni siquiera se miraron. Una vez en un lugar apropiado, Elliot dejó de aparentar calma, y le hizo ver a Eliza su preocupación.

-Eliza ¿ Qué te pasó? ¡Explícamelo todo! ¿Quién te hizo esto? Dímelo, y juro que mataré al responsable.

La mujer sólo lo veía con la mirada perdida.

Al ver que Elliot se molestaba cada vez más, se decidió a hablar.

-Está bien, te diré que está pasando pero llévate el secreto a la tumba. Lo que te voy a contar es muy delicado. Y no necesito que más personas se vean involucradas-dijo con vehemencia.

II

Mientras se desahogaba, lágrimas cubrían sus mejillas, al recordar esa noche. Noche en la cual Callahan, se encontraba ebrio, desde luego.

Todo comenzó cuando Eliza miraba con ojos tiernos a Elliot, cuando sintió la mirada furiosa de alguien detrás de su espalda. Ahí estaba Callahan, mirando desde el ventanal, como un cazador furtivo a su presa. De inmediato, Eliza supo que el castaño no podía estar más tiempo ahí.

Se despidió de él rápidamente y caminó hacia la casa. La puerta de entrada crujió ruidosamente. Estaba todo en penumbra. Hasta que sintió que la jalaron de los cabellos.

La desgracia de los ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora