1- La chica de los ojos verdes

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Despertó. Estaba en una habitación completamente blanca. Una luz brillante en el techo, le apuñalaba los ojos. Se sentía mareada. Intentó moverse, pero notó que estaba amarrada con una camisa de fuerza. Inspeccionó el lugar, pero no pudo encontrar señales de vida. Concentró su atención en el oído, intentando percibir algún ruido. Nada. Sólo estaban ella y las frías paredes blanquecinas.

Después de unos instantes que le parecieron una eternidad, una puerta que, parecía salida de la nada, se abrió. Entraron dos seres de aspecto humanoide ataviados con uniformes de trabajo violetas grisáceos. Le costaba distinguir la naturaleza de esas figuras, parecían dos manchas borrosas.

Los miró con desconcierto, hasta que sintió su corazón acelerado, se estaban acercando. Intentó desesperadamente liberarse de su cautiverio sin éxito. Se acercaron y la tomaron cada uno de un extremo. Intentó gritar pero sólo salió un hilo de voz.

Los pudo distinguir mejor, eran dos hombres; sus ojos de un color apagado se mostraban sombríos e inexpresivos. Uno de piel morena, y el otro bronceado. No dijeron palabra alguna. Irradiaban un aura misteriosa.

Lentamente fueron andando hasta la puerta. Le parecía que nunca llegarían.

Hasta que finalmente salieron de esa prisión blanca. Al salir se vislumbraba un largo pasillo que parecía no tener final. El piso parecía ser de mármol, gris azulado como el aura de aquel lugar.

Iban recorriendo el tramo, sólo veía puertas, ventanas y números. "Sala 12, 13, 14..", intentaba forcejear, pero las ajustadas correas no le permitían hacer la gran cosa. "Toma de muestras", leyó, entraron a esa habitación. Observó el lugar con detenimiento. Yacían una camilla, una silla; una mesa; y más mobiliario de carácter médico.

Estaba una mujer de cabello azabache, de ojos igualmente negros, y apagados, aparentaba unos 35 años y vistiendo un uniforme de enfermería azul, igualmente tenue.

Los hombres la condujeron a la camilla, y esperaron detrás de la puerta. La enfermera le quitó la camisa de fuerza, y empezó a revisarla. Sintió un dolor agudo en el antebrazo. Muestras de sangre. La mujer sacó un frasco de agua oxigenada, empapó un algodón en él, y se lo pasó por sus heridas. No había notado que las tenía. Unos rasguños en ambos brazos, hematomas en las piernas, y una herida que iba desde la mejilla derecha hasta el cuello.

Después de curar y desinfectar sus heridas y darle un par de pastillas, que, ingirió con dificultad, le mostró un pequeño espejo para ver el resultado.

Su reflejo le pareció muy ajeno a ella. La piel pálida, los labios de un rosa apagado donde, se apreciaban cortadas. Su largo cabello rojizo, sus pecas color jaspe; y sus ojos de un verde grisáceo.

En su cuello se veía un ajustado dispositivo en forma de collar, que tenía una serie de números "430613"

No fue capaz de reconocerse.

Miró a la enfermera por unos instantes. Fría e impasible, pero mostrando una serenidad que la tranquilizaba, había algo en su expresión que denotaba algo de bondad en ella.

Súbitamente fue arrancada de ese momento de paz, los hombres antes mencionados le abrocharon nuevamente sus ataduras, y la condujeron a la habitación blanca.

Cerraron la puerta, que se camufló con los muros. Pasos alejándose, retumbaban en su ser.

Sola. Alejada de todo estímulo externo. Sin saber como había llegado a ese extraño sitio, el porque estaba amarrada a una camisa de fuerza, o quién era ella antes de eso.

Intentó recordar los acontecimientos anteriores a su paradero actual, pero su mente estaba en blanco.

Sentía que lo único que había conocido era ese sitio, pero se sentía tan familiar y a la vez tan desconocido.

Intentó levantarse pero sus ataduras se lo impedían. Escrudiñó con la mirada toda la habitación. No era muy grande, parecía una simple sala de estar pequeña, pero no había nada, más que paredes acolchadas. El efecto que producía la iluminación hacía parecer al lugar infinito.

Intentó concentrarse en escuchar algo. Un ruido estático y agudo. El sonido del silencio. Escuchó algo más, un sonido repetitivo, algo industrial. Giró su cabeza hacia arriba, el ruido provenía de un extremo de la habitación. Con todas sus fuerzas intentó arrastrarse hacia su objetivo.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se dio cuenta de que se trataba de un ducto de ventilación. No podía alcanzarlo. El techo estaba a unos tres metros y medio del suelo.

Se dijo que no había forma de escapar.

Estaba cansada, la luz le lastimaba los ojos.

Las heridas empezaban a doler. El cuerpo fatigado.

Con un sentimiento de vacío e incertidumbre se acostó en posición fetal, y cerro los ojos. No se dio cuenta cuando se quedó dormida.

La desgracia de los ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora