11-Propaganda nacionalista

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Había bastantes misterios por resolver, y sus pensamientos le daban vueltas a la discusión que tuvo con el hombre. Entonces, no sólo era un martirio para los posibles otros pacientes que estaban internados en ese lugar (si es que había), sino también para los trabajadores.

Debía existir una justificación para querer torturar a gente inocente de esa forma.

“Control. Mental” Eso era lo que dijo el doctor. Control mental. ¿Qué rayos? ¿Por qué querría alguien gastar recursos en investigar un poder que no iba más allá de la ficción?

Esto estaba demasiado raro. Pero teniendo una noción mínima de la naturaleza humana, se dijo que el egoísmo podría llevar a una persona a hacer lo que sea con tal de demostrar su postura.

“Sucios soviéticos” Así que ahí estaba el meollo del asunto. Ese debía ser el propósito: Ganarle a la URSS. “Genial, personas inocentes, yo incluida, sufriendo, por la discordia política de dos naciones” En ese mundo no existía la palabra derechos humanos.

Estaba bastante nostálgica. Por un pasado que en su mente no existía, pero su corazón sabía que no había estado siempre ahí.

Un chasquido la sobresaltó. Genial, otra vez ellos. ¿Qué querían ahora?

Esta vez sólo estaba uno de los guardias. ¿Dónde estaba Bremmon?

La tomó del brazo y la sacó de ahí. Esta vez trataría de estar más concentrada.

El piso estaba frío sobre sus pies descalzos. Sintió un escalofrío.

Otra vez esa puerta. “Sala de prueba” Los hombres estaban ahí, esperándola nuevamente.

La acomodaron en la camilla y le colocaron una mascarilla, parecía que le iban a administrar oxígeno.

Sin embargo ese gas no era inodoro, olía extraño. Ojalá no fuera un narcótico.

El gas empezó a irritarle las vías respiratorias. Quiso quitárselo pero se lo impidieron.

Mareos. Campo visual borroso.

Le quitaron la mascarilla. Que raro. Sólo fue un gas. ¿Qué oscuros propósitos traían bajo la manga?

En vez de regresarla a su blanca habitación, la encerraron en otra que parecía igual o más pequeña. Solamente que contenía un altavoz en una esquina y una cámara de vigilancia en la otra.

Volvió a realizar su ritual de estimar su tamaño y dio golpecitos en la pared. Nada. No sé escuchaban los golpes. Afuera tampoco.  Volvió a recorrer la habitación y no podía escuchar sus propios pasos. Miedo. Estaba privada sensorialmente. El color blanco de los muros empezaba a confundirse con su vestimenta de cuerpo completo, también blanca.

Lo único que podía distinguir eran sus manos y pies. Vagamente, pues también se veían pálidos. Empezaba a sentirse aún más asfixiada. Empezó a respirar profundamente para calmar sus nervios. Inhalar. Exhalar. Inhalar. Exhalar. Estaba funcionando. El altavoz repentinamente se encendió. Hizo un ruido de interferencia y por fin funcionó correctamente. Empezó a reproducir música de fondo. Parecía la de una tienda departamental. Le recordaba al cálido clima de la playa en un día veraniego.

Esto no estaba tan mal. Hasta irónicamente, resultaba relajante. Imaginó pasear por la orilla del mar, con las olas estrellándose en la orilla. Y sus pies sintiendo la arena mojada ir y venir. Ese escenario la mantuvo ocupada por un momento, súbitamente el altavoz soltó un ruido agudo que provocó que se cubriera los oídos del dolor. Y luego empezó a sonar un aviso que parecía decirlo un locutor de radio

“If you’re trapped here, try not to get unhinged, you’re taking part in a proyect to assist this wonderful country, repeat to yourself, capitalism is the solution. Comunism must die.

USA rules the world!

“¿Qué es está propaganda barata anticomunista?”

Y volvió a sonar. “If you’re trapped here… to assist your country… Comunism must die...

Ja! Si creían que iban a reprogramar su mente con reproducir constantemente un audio supremacista americano, estaban equivocados.

Se recostó en el piso duro. Y cerró los ojos. Nada mejor que perderse en el mundo onírico en medio de un escenario tan ridículo.

Pasaron segundos, minutos, tal vez horas. Y no conseguía dormirse. Empezó a sentirse desesperada. Se frotó la cara con impaciencia.

-Argh, ¡Duérmete ya!

Creía ingenuamente que con regañarse a sí misma iba a conseguir dormir.

II

 

Cuando abrieron la puerta, encontraron a la mujer tirada en un extremo de la habitación. Sus labios estaban cubiertos de sangre, igual sus dedos. Al lado de ella, sobre la pared marcas de líneas a modo de cuenta. Varias. Todas hechas de la sangre de sus labios.

Se veía más desgarbada que antes, delgada, esquelética, pobre criatura, días sin comida ni agua, y sin noción de la realidad. Y peor aún, sin dormir.

Esta vez no se resistió y prácticamente la llevaban arrastrando al laboratorio.

Cabeceaba y no conseguía mantenerse de pie.

-Vaya, ya regresó nuestra querida señorita. Qué tal le fue en estas 24 horas?

No respondió. Solamente miraba con rabia a Harshman por privarla así de lo único que le quedaba, que era el descanso.

-El gas AntiRem ha funcionado señor Harshman. Nuestros monitoreos indican que no pudo pegar el ojo en toda la noche.

Bueno, pues aprovechando, háganle unas pruebas de rutina. La conectaron al aparato ese cuyo nombre había olvidado. La acercaron una pantalla que contenía patrones de luces los cuales tenía que repetir. Los primeros tres los sacó bien, pero sus párpados empezaron a cerrarse. Tanto que se dio un golpe en la cabeza con la mesa.

Pero seguía sin dormir.

-¡Levántate!-Se sobresaltó. Harshman la miraba desde un extremo-Tienes que continuar con la sesión, esto apenas empieza.

Estaba cansada de esa mierda. Miró fijamente al hombre con una furia desmedida y se abalanzó sobre él.

-¡Déjame ir, hijo de perra! ¡Quiero saber quién soy! ¿Por qué no recuerdo nada?-Esto lo dijo con un tono más preocupado-¿Qué me hicieron? ¿ Dónde carajos estoy?- Sonó más histérico.

Empezó a irritarse más e intentó atacar al hombre, pero fue inmovilizada por los demás doctores.

-Que lástima-Harshman se levantó y se sacudió el polvo que traía en su bata-Creí que habíamos empezado a entendernos… Te dije que si no cooperabas, no podría salvarte de tu sufrimiento. Es una pena.

Se quedó callado unos segundos y prosiguió:

-Es mejor que aprendas a comportarte. De lo contrario, sufrirás…

Aquel hombre de cabello cenizo y facciones autoritarias era el mismísimo diablo.

-Llévensela

La desgracia de los ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora