9-El rompecabezas muestra sus piezas

2 0 0
                                    

34, 35, 36... 123, 124, 125... 535, 536, 500.. ¿500 qué? Rayos, había perdido la cuenta de los segundos de nuevo. Su estadía en aquel cuarto blanco le parecía eterna. Sólo se limitaba a mirar el techo inundado de esa luz blanca tan molesta, y a escuchar una y otra vez ese ruido proveniente de la ventilación. Le molestaba ese ruido tan repetitivo y se tapó los oídos. ¡Vaya! Había olvidado que ya no tenía la camisa de fuerza, aunque ignoraba el hecho de que hayan decidido quitársela hasta ese momento.

Se levantó entumecida de todas las horas que había pasado inmóvil. Volvió a observar con detenimiento el cuarto.

Y aprovechando que ya nada le impedía moverse con libertad, decidió inspeccionarlo. Dio vueltas alrededor de éste y contó sus pasos. Diez pasos de largo por cinco de ancho. Hmm, esos debían ser unos seis por tres metros. Dudó.

Luego tocó cada una de las paredes para adivinar de qué material estaban hechas. Eran lisas. Ladrillo, suponía. Después probó dando toques, el golpe de su puño se escuchaba muy bajo. Hasta que se escuchó un ruido metálico. ¡La puerta escondida! Tocó más fuerte y en efecto era esa tramposa puerta. Empezó a empujarla con su cuerpo y a tratar de abrirla ilusamente de alguna forma. No se abría.

-¡Ábrete, maldita puerta!-Empujó más fuerte-¡¡Arghh!!

Propinó un último golpe y agachó la cabeza en un signo de total frustración. Escapar no era una opción. Al menos por ahora, así que se inclinó más por el plan de la cooperación.

Se dejó caer en un rincón, tratando de calmar su creciente agonía.

Súbitamente los guardias entraron. Se veían bastante alterados.

Uno de ellos la tomó del brazo y la lastimó levemente. Señaló la puerta y negó con la cabeza en señal de que no quería que ella continuara con el escándalo.

"¿Qué acaso esta gente es muda?" Vaciló por unos instantes. No, había algo más, se le ocurrió una idea.

-Oye, no sé que es lo que quieras de mí, pero sí quieres que haga algo ¡dímelo!

El guardia arqueó las cejas. No esperaba esa respuesta.

La pelirroja empezó a hablar con tono sarcástico-¿Qué? ¿No eres capaz de expresar tus deseos? ¿Tienes problemas de lenguaje?

El guardia le apretó más fuerte el brazo y se empezaba a notar la ira en su semblante.

El otro tipo hizo que la soltara.

-Vaya ¡que estoy rodeada de discapacitados!- Esa fue la chispa que encendió la bomba.

-¡A ver mujer! Yo no tengo problemas de lenguaje, sólo estoy haciendo mi trabajo, y no puedo hacerlo correctamente, si no dejas de hacer tu ¡maldito escándalo!

-Ohh, perdón creí que vivíamos en un país libre-Puso cara de sorpresa- Después de todo ni siquiera sé donde estoy.

-La gente en este lugar debe saber lo que le conviene, así que será mejor que cierres la boca por el bien de todos... ...¡Por mi bien!- Esto último lo dijo con una voz que suplicaba piedad.

-Ay perdón, no sabía que vulneraba tus derechos humanos... Cómo lo siento, pero no podremos arreglar nuestras diferencias si no tenemos un diálogo civilizado.

-¡ENTIENDE! No tengo permitido hablar, tú no tienes permitido hablar, nadie en ¡este maldito infierno tiene el permiso de hablar!

Parecía que se iba a desquiciar.

El otro guardia lo tomo del pecho.

-Bremmon, ¡CÁLLATE DE UNA PUTA VEZ! ¿No ves que nuestras vidas están en juego?

Bremmon recapacitó y sólo bajó la mirada, y se dirigió a la puerta. El otro guardia la miró con gran desprecio. Pero procuró bajar la voz.

-Y en cuanto a ti, bella mujercita, es mejor que te calles si sabes lo que nos conviene a todos...-Dicho esto cerró bruscamente la puerta.

El rompecabezas empezaba a mostrar sus piezas.

La desgracia de los ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora