Capítulo 20.

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Mi mañana no comenzó de la mejor manera, desde el momento en que me encontré con aquellos ojos verdes. Lúa, con su porte elegante y seguro, recorría la mansión con una expresión de nostalgia en el rostro. Sus ojos vagaban por cada rincón, deteniéndose finalmente en mí. Me sentí incómoda, como si estuviera invadiendo un espacio sagrado para mí.

—¿A qué vienes? —pregunté, intentando disimular mi impaciencia. Consulté el reloj en mi muñeca, recordando que en media hora debía estar en la universidad. Había esperado con tantas ansias ese día, pero su presencia había logrado perturbar mi tranquilidad.

—Cierto, es tu primer día en la universidad —dijo con tono desinteresado, como si ya lo supiera todo sobre mí.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté, sintiendo una ligera incomodidad.

—Lo escuché en la empresa —respondió con una sonrisa maliciosa— Enzo me pidió que te entregara el presupuesto para el proyecto.

Al intentar tomar los documentos que me ofrecía, los apartó de mi alcance. Sentí un nudo en el estómago, una sensación de desagrado al verla jugar conmigo de esa manera.

—No estoy para juegos ahora —murmuré irritada, tratando de mantener la compostura.

Ella soltó una risa sarcástica y dejó los papeles sobre la barra de la cocina, provocándome otra oleada de incomodidad.

—Vaya tantas veces montada sobre este mesón, que excitante — sus dedos se pasaron con cuidado sobre este; Sus palabras insinuantes sobre sus encuentros pasados en esa misma estancia me hicieron sentir una repulsión que no pude ocultar.

—No me interesa en qué partes de la casa tuviste sexo —dije bruscamente, intentando cortar la conversación.

—Lo siento, es inevitable recordar aquellos momentos —respondió con una mirada traviesa.

—Bien, pero no tienes por qué decírmelo. Sinceramente, no me interesa lo que hacías cuando estabas con mi esposo —hice énfasis en la última palabra, tratando de dejar claro que no estaba dispuesta a tolerar ninguna insinuación — ve directo al punto y deja las tonterías.

—Como quieras —dijo con una sonrisa burlona— Enzo todavía me gusta, Aura.

Su confesión me tomó por sorpresa, pero me esforcé por mantener la compostura.

—¿Qué quieres que haga? Ya eso lo sé — respondí sin el más mínimo interés.

—Bueno, debes saber también que no pienso dejar de intentar que vuelva a mí — sentencio.

—Siento lastima por ti — murmure — te mueres por unos ojos que solo te veían cuando estaban aburridos. Acéptalo, no te quiere, nunca lo hizo, me eligió a mí y soy su esposa.

Lúa me miró fijamente, como si estuviera evaluando cada una de mis palabras. Respiró hondo antes de responder.

—Pero, ¿cómo puedes estar tan segura? —insistió, con un brillo de desafío en sus ojos —Puede que tengas razón, pero dime una cosa Aura ¿Estás segura de que Enzo es realmente la persona adecuada para ti?

Una sonrisa desafiante se dibujó en el rostro de Lúa, como si estuviera disfrutando de mi incomodidad y confusión.

—Vives en una mentira, pero no te das cuenta, cargas al diablo en tu hombro, susurrándote cosas al odio por las noches, enganchándote en aquellas lindas mentiras, y luego intentas huir de él, dejarlo atrás, pero en realidad nunca se termina, siempre presente, siempre cerca — exclamo —entonces te miras al espejo y no te reconoces porque no es una persona a la que solamente puedas querer por lujuria — una sonrisa torcida se formó en sus labios - hay algo en su ser que te atrae, que te enreda y cuando menos te das cuenta ya estas atrapada.

Infierno De Seducción +18 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora