Emma.
Si hace un año me hubieran dicho que mi vida iba a correr ese riesgo no me lo hubiese creído. Más que nada por qué saber que unas ranas gigantes me tienen encerrada en un cueva, en yo que sé dónde, es un poco fantasioso. Frente a las puertas de piedra me debatía entre cuál elegir, por donde salir. Ah ,sí , se me había olvidado mencionar lo de las ranas antes. Volvamos un poco hacia atrás.Una vez todo se hubo relajado, Lauren y yo nos sentamos en una esquina. Un rayo de sol entraba por una agujero en el techo de piedra. Olía a humedad. A moho. A un olor repugnante que no sabría describir, pero que cada vez que lo imagino me entran arcadas.
Mi cabeza iba a toda velocidad. Maquinando cosas sin sentido. Observaba a la profesora Morgan hablar con otras personas entre susurros y pensaba, constantemente en lo que había dicho.
«—Escuchame Emma, te juro por mí marido y mis hijos que yo no he matado a esa chica»
«Esa chica»
«Esa chica era tu mejor alumna, penca»
Me di una bofetada mental.
Otra vez estaba divagando.
Bum.
Mi mente dejó de pensar. Tenía la atención puesta en algo que se cernía sobre la entrada de la "cueva".
Algo que instaló un silencio absoluto.
Era...
Parecía...
Una rana gigante.
Tragué saliva y no me moví.
Tras ella había algo.
O alguien.
Alexandre McQuoid.
Un chico que no se hacía mucho de notar, pero que últimamente había despuntado.
Había pasado de ser el chico bajito y debilucho a ser el buenorro de clase.
- Ese... ¿Es Alex?- Lauren se acercó a hablarme al oído.★★★
Se había establecido un completo silencio. El ambiente estaba cargado de tensión. La rana gigante estaba parada frente a todos y todas las que estábamos en la cueva. Se paraba mirándonos fijamente a cada uno, y todos rezábamos para que no los eligiera, para que no nos pasara lo que fuera que he había pasado a Jolie.
Claro que esa no era mi suerte.
Claro que se fijó en mí. No podía ignorarme como el resto de las personas. No. La maldita rana me miro fijamente y se acercó con pegajosos pasos.
Un escalofrío me recorrió la espina dorsal y me deslicé en el suelo hacia atrás.
Y claro que me choqué con la maldita pared. Suspiré temblorosamente.
Mi mayor error fue establecer contacto visual con la rana."""
Estaba...¿En mi casa? Fruncí el ceño mientras paseaba la mirada por la cocina de mi casa.
«Que acaba de pasar?»
Salí de la cocina y avancé por el pasillo.
Ese... Ese no era el pasillo de mi casa. Era mucho más grande. Y largo. Y con un montón de habitaciones.
Me acerqué a la que más cerca tenía.
Cuando entré, algo en el ambiente cambió.
Ahí estaba yo. Hace apenas un año.
Estaba tirada detrás de mi cama. Lloraba.Ya me acordaba de ese día. Me acordaba de porque lloraba. La Emma de hace un año miró a una parte de su escritorio. Hacia las tijeras. Tragué saliva. Sabía lo que venía a continuación. Así que cerré los ojos. Pero cuando cerré los ojos me seguí viendo en esa habitación. Era como si algo me obligara a verlo. Me levanté y fui a coger las tijeras. Observé como me las llevaba al antebrazo.
Salí de la habitación y la cerré de un portazo.
Con la respiración acelerada me dirigí a otra puerta. No sé porqué lo hice.
La Emma de hace unos años estaba sola en los baños del colegio. Y otra vez lloraba. Dolía. Dolía recordarlo. Recordar como me habían dejado de lado otra vez. Sin Jen yo no encajaba con nadie. Incluso con ella a veces sentía que era demasiado intensa.
— Emma... ¿Eres tú?—la voz de Lauren al otro lado de la puerta hizo que mi llanto cesara.—Si.
Recuerdo que no quería que supiera que estaba llorando. Si ya pensaba que era pesada, no quería saber que pensaría si me escuchaba llorar.
Me limpié las lágrimas y dibuje mi mejor sonrisa.
El recuerdo se esfumó.
Salí de la habitación.
Entré en otra.
—¡Es que eres una puta pesada!
Los gritos me sobresaltaron.
Jen me gritaba. Lo hacía con fuerza. Cómo solo lo había hecho aquella vez, hace unos meses.
—Jen, solo te digo que no me gusta cómo te trata ese tío...
—Que no, joder, que solo quieres separarme de él .
Me sentía... Pequeña. Ahí, delante de Jen, discutiendo.
Tragué saliva.
—Que pesada— murmuró mientras se gustaba y se iba.
Sí, eso no era algo nuevo, al fin y al cabo solo soy eso.
Otra vez se esfumó.
Me dirigí a otra puerta.
Sabía lo que estaba pasando solo con entrar. Emma llorando. Mareada. Me faltaba la respiración. Sentía que iba a perder el control. No paraba de sudar.
Un ataque de ansiedad. Típico.
Cerré la puerta.
Abrí otra. Y otra.
La Emma de hace unos meses, en el instituto. Tenía unas marcas en el antebrazo. Y nadie se dió cuenta de que las tenía. Eso es lo que más me dolió. Que la gente no se fijaba lo suficientemente en mí como para darse cuenta de que me cortaba.
Salí de la habitación.
Pasé a la siguiente, casi sin ser consciente.
Estaba escuchando una canción. Este recuerdo era diferente. O eso pensé yo. Hasta que me di cuenta de que canción escuchaba Anti-hero de Taylor Swift.
Ese fue el día en el que me di cuenta de que el problema era yo, no los demás. De que la diferente era yo.
Salí de la habitación.
Siguiente.
—No lo volveré a hacer— murmuré. Fue un susurro, pero se escuchó por toda la habitación. Me observé con unas tijeras en las manos. De pronto las ganas de volver a cortarme me invadieron. Llevaba un mes sin cortarme.
Nadie se había dado cuenta, pero si lo hicieran, me dirían que es para llamar la atención.
No lo era. Cuándo me cortaba me evadía. Pensaba en el dolor que me causaba con las tijeras y dejaba de pensar en lo que de verdad dolía.
Salí de la habitación.
Entré en otra.
Y en otra. Recuerdos de toda mi vida, mi infancia, recuerdos malos. Lloraba, me cortaba, tenía ataques de ansiedad...
No pensaba seguir con eso. No podía más.
Así que corrí hasta la habitación del final del pasillo.
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Donde Vive El Miedo //Carmen Pérez Y Blanca Castillo
AventuraEmma y Jen son mejores amigas desde siempre y siempre han querido hacer un viaje juntas, con el resto de su clase. Y ese momento ha llegado¡Se van de viaje al bosque! Pero no todo es de color de rosas ya que el viaje se verá interrumpido por una ser...