Villamil bajaba de su auto con cansancio, dirigiéndose a la puerta de la cochera que conecta con la sala de su casa. Había tenido un día agotador, deseaba acostarse en su cama de una vez, pero primero deseaba saludar a su familia, quien parecía no estar en la sala o en el primer piso de la casa, ya que no veía, de los cuartos de la planta baja, alguna luz encendida.
Antes de siquiera pensar dónde podrían estar, pudo oír sus voces, proviniendo del segundo piso. Confundido, ya que siempre los encontraba en la sala o en la cocina cuando llegaba de trabajar, dejó su mochila en el sillón individual, para subir al segundo piso, dejándose guiar por las risas.
Una vez subió de piso, se alivió de ver el segundo aún ordenado, ya que se había acostumbrado a verlo desordenado, casi diariamente. Volvió a oír risas, cuáles provenían del baño, por lo que volteó en esa dirección y se dirigió a ella. La puerta del baño se encontraba completamente abierta, dejando a la vista, la escena de su esposo con tijeras en manos y tanto él como su hijo con menos cabello que en la mañana.
—Dios santo —Fue lo único que pudo decir al ver la escena—.
—¡Pa! —El menor se bajó de la silla que había frente al espejo del baño, para ir hacia el ojiverde y abrazarlo— Papá Isa y yo, decidimos cortarnos el pelo.
—Sí, ya veo —Villamil le sacudió el cabello, viendo cómo caían los pelos cortados, para voltear a ver a su esposo, quien le sonreía— ¿Qué pasó?
—Pues la próxima semana Román empieza las clases, y pensé que sería buena idea que le cortara el cabello, al menos un poco, para que las maestras no le pidan corte escolar en un largo tiempo —El contrario asintió, para mirar como su hijo movía su cabeza de un lado a otro, lanzando a todos lados los pequeños pelos cortados en diferentes direcciones—.
—Aunque creo que te quedó bien el corte, no me refería a eso —Dejo de ver al menor, para ver a los ojos de Isaza, quien parecía evitar hacerlo— Me refería a usted, ¿Qué pasó? Me mandó un mensaje diciendo que cuando llegara hablaríamos de algo.
—Eso... —Se recostó en el lavadero, dejando a la vista de Villamil el color rojizo en la cara de su esposo, era obvio su nerviosismo— Es que-
—¡Papá consiguió trabajo! —A diferencia de Isaza, Román no se pudo contener y gritó el gran anuncio, haciendo que el ojiverde abriera más los ojos debido a la sorpresa—.
—Sí, eso —Isaza asintió, para poner la mano sobre el cabello de su hijo y moverlo de un lado a otro—.
Villamil estaba sorprendido por lo que acaba de oír, estaba sintiendo y pensando diferentes cosas, por lo que necesitaba hablar en privado con su esposo, y no necesitaba que su hijo los oyera en ese momento, así que se acordó de lo que tenía guardado en su mochila.
—Ro —El apodo que tenía su hijo, hizo que volteara a ver a Villamil al oírlo— Mi mochila está en la sala, sobre el sillón individual, en el tercer bolsillo, hay un paquete de galletas, ve y esperamos abajo —Ni bien terminó de decir la ubicación de las galletas, el menor corrió, hacia las escaleras, bajando lo más rápido que podía por ellas, dirigiéndose al lugar dicho—.
En el momento en que quedaron solos en el baño, ambos no pudieron evitar sonreír al ver la forma de actuar de su hijo. Tardaron unos segundos en voltearse a ver de nuevo. Antes de que hablaran, Isaza caminó hacia la ducha, siendo seguido por Villamil, quien sabía qué le pedía su esposo. El mayor, solo estiró su cabeza hacia la ducha, abriendo el caño, dejando que el agua callera sobre su cabello, mientras que Villamil lo lavaba, dejando que el agua se llevara los pelos cortados que no se habían caído, cosa que no les tardó más de cinco minutos.