Se acomodó la camisa, tenía aquella sensación de incomodidad al tener que usarla, ya que no le agradaban para nada tener que hacerlo, pero aquella fue la decisión final que tomaron toda su promoción en conjunto o bueno, la mayoría, para la fiesta, no tenía de otra que ir así, aunque la idea de hacerlo simplemente le causaba ansiedad.
Su yo de seis años rogaría porque que ese día durará para siempre, pero su yo, de diecisiete, rogaba porque acabará de una vez y envolverse entre las cobijas de su cama. Hace unas horas, había recibió el cartón, junto a sus compañeros, que certificaba sus estudios secundarios en su colegio, con sus padres, quienes se encontraban abajo, mostrándole a sus hermanas las fotos que tomaron, además de hablar por teléfono con algún que otro familiar o amigo.
—¿Por qué tiene esa cara de culo? —Por el marco de la puerta apareció Simón, quien estaba con un short crema y una camisa negra, además de que giraba en su dedo unas llaves— Cuando fui a mi fiesta de graduación tenía una mejor cara —Guardo las llaves en su bolsillo para acercarse a su amigo, con la intención de ayudarlo con el cuello de la camisa, cuál estaba mal colocado—.
—Eso fue el año pasado —Se dio la vuelta, dejando que el contrario lo ayude— ¿Qué haces acá?
—Sus padres me pidieron que los llevará en el auto —Sonaba tranquilo, como si lo que hubiera dicho no importara, a diferencia del menor, quien tardó unos segundos en analizar lo dicho—.
—¿Va a ir? —Se separó de Simón, para acercarse a la ventana, mirando por esa— Me habían dicho que no quería ir porque sería aburrido.
—Pues cambió de opinión, querido closetero —Villamil dejó de ver la ventana, para ver de mala manera a su amigo, quien retrocedía mientras se reía—.
—Cállese —Rodó los ojos, para comenzar a susurrar cosas que solamente él entendería, mientras caminaba de un lado a otro—.
—Aquí vamos de nuevo —Simón negó para salir de la habitación, dejando a su amigo solo en aquel momento —.
[...]
Se podían apreciar a la mayoría de, ahora, ex estudiantes, entrando al local tanto en grupos, como en parejas y algunos pocos en solitario, mientras la música, cuál estaba en un volumen muy alto, sonaba de fondo.
—Nos puede acom- —Villamil volteo a ver a Simón, quien no había bajado del auto y no planeaba hacerlo— No me diga que no nos esperara.
—Oh, claro que no, los recogeré a las tres, así que diviértanse mucho y no tomen tanto —Se despidió con una sonrisa, antes de pisar el acelerador, yéndose lo más rápido que podía del lugar, claro, sin pasar el límite de velocidad—.
—Está un tanto loco —Dio vuelta encontrándose a Isaza con un conjunto de ropa que le quedaba demasiado bien a su parecer—.
—Sí, pero ya nos acostumbramos lo suficiente —Se dirigió a la entrada del local, observando varias parejas pasar a su lago—.
—¿Entramos juntos o va a esperar a alguien? —El ojiverde negó con rapidez a la pregunta, quería entrar de una vez, antes de que su cabeza comenzara hacerlo sentir aún más nervioso con su presencia—.
—No me invitaron y tampoco invité a alguien —Respondió y a que a pesar de todo lo que podía sentir, se atrevió a preguntar— Y ¿Usted?
—No —Metió las manos en sus bolsillos, comenzando a caminar en un pequeño zigzag— Estuve esperando toda la semana, para que alguien me invitara —Cruzaron miradas, al ingresar al local, logrando que los cachetes del más alto se tiñeran de un color rojizo— Pero parece que esperé en vano porque ni se atrevió hablar del tema conmigo.