Sus labios, sobre los míos, causaban una explotación de sensaciones que no había sentido antes; me hacían sentir como si volara o flotara. No tenía una idea exacta, pero solo tenía una idea clara en mi mente. Deseaba que eso no terminara y sus besos fueran mi oxígeno por el resto de mis días.
—Villa… —Aunque como todo, lo bueno tiene un fin. Podía ser ardiente, interesante, pero cada vez que decía la siguiente frase, se volvía alguien diferente— Tengo que irme —Se levantó de la cama, como si en esta no hubiera ocurrido nada— Hoy comienza la grabación de mi nuevo disco y tengo que estar ahí.
Rodeé los ojos, para estirar mi mano hacia la mesa de noche, hacia mis lentes y colocándomelos, dejándome ver todo más nítido. Podía contemplarlo mejor, su pelo caído y largo, junto a pequeñas marcas que había en su abdomen, causadas por lo ocurrido hace unos momentos.
Abro y cierro mi boca, cuál estaba un tanto seca, me sentía aún cansado y si la hora que pensaba era cierta, deberían estar buscándome por todo el hotel, para ir a la prueba de sonido.
—¿Te vas a levantar? —Logro reventar mi pequeña burbuja mental, con unas simples palabras— O ¿Te quedarás ahí viéndome como un idiota? —Carraspee, para buscar mis prendas, por la oscuridad de la habitación—.
—Sí, solamente que no encuentro mis cosas —Moví un poco mis piernas bajo las sábanas, esperando encontrar de casualidad mis pantalones—.
—Bueno, yo… —Asentí sin interés, conocía bien esta parte, saldría por la puerta y no me volvería hablar, hasta que por casualidad nos encontremos en la misma ciudad, ya sea por trabajo o por algo más— Ya me voy, recuerda salir por lo menos en veinte minutos.
Lo vi dirigirse a la puerta, pero antes de que tocara la puerta, volteó a verme. Dejándome observar mejor su rostro, cuál era el de alguien, que si me dijera algo, le creería cualquier cosa, aunque supiera que es mentira. Se acercó a mí casi al doble de la velocidad con la que se iba, por mi mente pasó la idea de que, por primera vez, sería capaz de darme aquel beso de despedida que tanto anhelaba.
Podía escuchar el sonido de tambores en mis oídos, logrando que todo pareciera surrealista, aquel hombre de metro noventa, estaba acercando su cara hacia la mía, como si estuviera despidiéndose de mí, dando entender que esto podría llegar hacer algo más que unos simples momentos de calentura, cada cierto tiempo.
Aquella emoción se desvaneció, cuando agarró su celular, que estaba a un lado de mí, movió la cabeza, como forma de despedida, y dio media vuelta, para irse por el mismo lugar de hace unos minutos.
Cuando cerró la puerta tras suyo, solté un gran suspiro, para pasar mi mano por mi cabello. Estaba meditando lo ocurrido hace unos momentos y todo lo que desencadenó en mí, cosa que consideraba que era algo estúpido.
[…]
Seis meses, ese fue el tiempo que tardamos en vernos nuevamente, no fue el tiempo más largo, y tampoco el más corto, pero lo que hacía sobresalir a este, fue cómo aconteció.
Todo ocurrió la segunda noche que estaba en Buenos Aires, había leído por Twitter que estaba cerca de donde me encontraba, pero no me importaba. Intentaba terminar de escribir una canción que llevaba escribiendo hace unas semanas, pero una llamada a la puerta de mi habitación, me tomó por sorpresa. Dejé a un lado mi guitarra para dirigirme, descalzo a la puerta.
Abrí la puerta con confianza, sabía que no podría ser un fan, ya que había mucha seguridad en las entradas, así que había dos posibilidades muy claras. Una de ellas era Martín viniéndome a pedir mi opinión sobre la siguiente colección de ropa que sacaría su marca, o Simón me hablaría por horas sobre el nuevo libro que leyó.