Nikolay
—Nick... —jadea en mi oído mi esposa, desencadenando muchas emociones.
Pueden pasar años y siempre sentiré que como ella no hay ninguna.
—Amor —susurro contra sus labios cuando la beso, dejándole claro que no pienso soltarla.
Pasea sus manos por mi cabello en tanto inicia un suave balanceo con sus caderas, dejándome fuera de juego con ese simple movimiento.
—Tú... —murmuro, ella solo me calla con un beso y me dedica una sonrisa al separarse.
—Solo yo —responde.
La dejo de cara contra las almohadas, suelta una risa que reconozco, le gusta esto y no lo puede negar.
—¡Mamá! —exclama una voz dulce del otro lado de la puerta y automáticamente suelto a mi esposa.
—Jesús —dice ella, enterrando su cara en medio de las almohadas en señal de frustración.
—Tranquila, sabes que en la noche no te salvas —le digo, dejando un leve mordisco en su hombro.
—Tampoco es que quisiera salvarme de esto —dice, guiñándome uno de sus bonitos ojos y acomodando su ropa.
Me quedo sentado en la cama observándola, abre la puerta y allí se encuentra nuestra hija de cinco años, Elaia Lowell Mancini, dueña total de todos nosotros.
—¿Qué pasó, mi amor? —le pregunta Vell, cargándola y dejando que Ela se siente en la cama a como más se sienta cómoda.
—Tengo un problema —dice con esa voz tan suave y dulce que tiene, dejándome descolocado.
—¿Qué problema tiene la princesa de papá? —pregunto, tomándola entre mis brazos para que me vea directamente con esos ojos color violeta claro.
—Hay un niño... —susurra, y yo siento que se me va todo rastro de sonrisa que pudiese tener en ese momento.
¿Un niño?
—Ajá —respondo, mirando a Velika, quien ahora mismo me mira divertida.
—Es un niño muy bonito, papi —me cuenta, con una sonrisa y ojos brillantes—. Dice que mis ojos son muy lindos, y me ha llamado rubia.
Siento que se me corta la respiración y estoy a nada de meter en un convento a mi hija de cinco años.
—¿Este niño tiene nombre? —pregunto, lo más calmado posible.
—¿Estás enojado, papi? —pregunta y todo rastro de celos se va, poniendo más atención a la expresión triste que me da mi pequeña.
—No, princesa —digo, abrazándola fuerte y dándole una mirada de reproche a mi esposa que solamente se ríe en silencio de esta situación tan triste.
—Me quiero casar con él —suelta de la nada y me da un paro cardíaco, ese comentario hace que Velika suelte la risa contenida.
—¿Cómo es este niño, muñeca? —pregunta ella, secándose las lagrimas de la risa y yo estoy a nada de ir a decirle a ese niño que se aleje de mi pequeña hija.
—Es Jared, mamá —dice Tyler, quien entra a la habitación junto con su hermano, que es más reservado.
—¿Quién es Jared? —pregunto, viendo a los gemelos que están frente a mí.
—Nuestro compañero de juego en el hockey —responde Alex, con cara de pocos amigos.
Es decir, que no solo le gusta un niño, le gusta alguien que es tres años mayor que ella.
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Forbidden Love ©
أدب المراهقينApasionado... Sí, esa era la palabra que definía a la perfección a Nikolay Lowell, un hombre al que le apasiona todo lo que hace y que, a su vez, es imponente combinado con perfeccionismo. La honestidad es una de sus virtudes, en ocasiones dolorosa...