Capítulo 5.

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Emma se abría paso entre la multitud de la Quinta Avenida, el bullicio de Nueva York la envolvía mientras el sol de la tarde comenzaba a descender. Necesitaba un respiro del ajetreo y el aroma a café recién hecho que se escapaba de una pequeña cafetería en la esquina parecía la excusa perfecta.

Empujó la puerta de cristal y una campanilla tintineó anunciando su llegada. Suspiró aliviada al notar que había una mesa libre cerca de la ventana. Sin embargo, su alivio se desvaneció al instante cuando reconoció a la figura sentada en la barra.

Alec.

Alec, con su chaqueta de cuero y esa expresión de eterna superioridad. Sus ojos azules se encontraron con los de Emma por un segundo, y ella pudo ver el mismo destello de reconocimiento y desagrado.

—Genial— murmuró para sí misma, decidiendo que un café no valía la pena si implicaba compartir el espacio con él.

Pero antes de que pudiera girar sobre sus talones, la barista, con una sonrisa amable, la saludó.

—¿Qué puedo ofrecerte hoy?

Emma maldijo por lo bajo volteando con una sonrisa en su rostro. No iba a dejar que Alec arruinara su café. Caminó con determinación hacia la barra, justo al lado de él, y pidió su habitual café negro.

Alec levantó una ceja, evidentemente sorprendido de verla allí.

—Emma, qué casualidad verte aquí— dijo con un tono que apenas disimulaba su sarcasmo.

Ella le devolvió una sonrisa fría.

—Alec, siempre es un gusto verte— replicó, sin poner demasiado esfuerzo en sonar sincera.

El intercambio de palabras fue breve, pero lleno tensión, Alec volvió su atención a su café y al periódico que tenía delante, ignorándola deliberadamente. Emma, decidida a disfrutar de su café, tomó asiento junto a la ventana y sacó su libro.

Intentó concentrarse en las páginas, pero su mirada seguía desviándose hacia Alec, que seguía allí, tan molesto como siempre, pero con algo intrigante en su expresión. En algún momento, sus ojos se encontraron nuevamente, y por un instante, Emma creyó ver algo más allá del desprecio en su mirada.

Emma se concentraría en su café y su libro, dejando que el bullicio de la ciudad les envolviera a ambos en un incómodo silencio compartido. Al terminar su bebida, la joven salió del lugar, ella no había notado que la mirada de aquel joven la había seguido todo el camino hacia su motocicleta.

Al llegar a la torre, Emma fue recibida por JARVIS, indicándole que Bruce y Tony se encontraban en su laboratorio.

El ascensor subió rápidamente, y pronto se abrió para revelar el bullicioso laboratorio. Los sonidos de maquinaria y tecnología de alta gama llenaban el aire. Emma entró, sus ojos recorriendo el espacio. Ahí estaban ellos, inmersos en su trabajo, con sus caras iluminadas por las pantallas holográficas que proyectaban complejos diagramas y códigos.

—Hola, chicos. ¿Qué están tramando hoy?

—Oh, ya sabes, cosas de ciencia. Nada de lo que preocuparse— dijo Tony desviando la mirada de los planos.

—Vamos, Tony. Sabes que me encanta escuchar sobre tus proyectos. ¿Qué es esta vez? ¿Algo para los Vengadores?— dijo para después sentarse en una silla a la espera de la respuesta del mayor.

—Solo algunos ajustes y mejoras aquí y allá. No es gran cosa, en serio.

Emma notó el tono evasivo de Tony y su comportamiento algo nervioso. Sus instintos le decían que había algo más detrás de sus palabras.

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