Capítulo 24.

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Emma se encontraba de pie en el centro del patio de la base de HYDRA, con su rostro inexpresivo mientras los guardias y científicos la observaban con asombro y temor. Había derrotado a todos los nuevos alterados en combate uno por uno, demostrando su poder y habilidades inigualables incluso bajo el control mental de la organización.

Pero algo dentro de ella comenzó a cambiar. Las imágenes de los combates y la sangre derramada comenzaron a filtrarse en su mente, rompiendo gradualmente el control que HYDRA había ejercido sobre ella. Sus manos estaban manchadas de sangre ajena, su ropa también estaba salpicada, recordándole lo que había hecho.

Un escalofrío recorrió su espalda mientras las emociones reprimidas comenzaban a resurgir. La realidad de lo que había pasado en el patio de la base de HYDRA se hizo presente de nuevo en su mente. Recordó cada golpe, cada movimiento letal, cada vida que había tomado.

El horror y la angustia la invadieron mientras se tambaleaba, retrocediendo unos pasos. Las imágenes se volvían más vívidas, más reales, y Emma luchaba por mantenerse en pie, por mantener la compostura que HYDRA había intentado imponerle.

Los guardias y científicos se acercaron cautelosamente, sus armas apuntadas hacia ella, temiendo que la máquina de combate que habían creado pudiera volverse contra ellos en cualquier momento.

Pero Emma no era más la máquina fría y calculadora que HYDRA había intentado hacer de ella. En ese momento, la verdadera Emma luchaba por salir a la luz, luchaba por reconciliar la violencia que había sido forzada a cometer con su propia humanidad.

Con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, Emma se derrumbó de rodillas en el suelo del patio, su voz temblorosa mientras murmuraba palabras de arrepentimiento y desesperación. Había recuperado su libre albedrío, pero a un costo demasiado alto. La sangre en sus manos y ropa era una marca indeleble de las atrocidades que había cometido bajo el control de HYDRA, y el peso de esa verdad la abrumaba, sus piernas fallaron y cayó al suelo. La mezcla de emociones intensas dentro de ella desató una furia que no podía contener más, Emma levantó la mirada, sus ojos llenos de una luz azul brillante que reflejaba su ira y determinación.

Destellos de energía azul comenzaron a emerger de las manos de Emma, lanzando a los guardias por los aires y destruyendo todo a su paso. Su control sobre sus poderes había regresado con fuerza, potenciado por la intensidad de sus emociones.

La joven se levantó, su cabello revuelto y su rostro contorsionado por la furia. Atacaba sin piedad, cada destello de energía cortando el aire con precisión. Los guardias y científicos caían uno tras otro, incapaces de detenerla ante su arrolladora fuerza.

Los sonidos de los disparos y gritos de los afectados llenaban el aire, creando un caos infernal en el patio de la base. Emma era una fuerza imparable, una tormenta de venganza que no se detendría hasta que todos los responsables de su sufrimiento pagaran por sus acciones.

Sin embargo, la victoria de Emma fue efímera. Uno de los guardias logró activar el collarín que llevaba en el cuello, enviando una descarga eléctrica que la dejó momentáneamente paralizada. Cayó al suelo, su respiración agitada y sus poderes momentáneamente neutralizados por la descarga.

Los guardias se abalanzaron sobre ella, esposándola y llevándola de vuelta a su celda. La luz azul en sus ojos se había apagado, reemplazada por la angustia y la impotencia de haber perdido el control nuevamente.

El patio de la base de HYDRA quedó en silencio, salvo por los gemidos de los heridos y el crujir de las estructuras dañadas.

Emma estaba sentada en el suelo, su mente trabajando frenéticamente mientras observaba el símbolo en la pared principal. Un destello de reconocimiento cruzó sus ojos cuando finalmente lo identificó: era el emblema de la Base Carlini, una instalación secreta ubicada en una remota ciudad del otro lado del mundo.

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