Mile Icarus Mcillioch había nacido en un clan de guerreros de fuerza sobrenatural,
pero abandonó su nombre y su castillo de las Highlands decidido a escapar del
sombrío destino de sus antepasados. Ocultando su identidad al implacable clan
rival que...
Aunque Nattawin Jillian ya sabía qué era krimm, la imagen de éste lo paralizó por momentos. Una cosa era saber que el hombre que amaba era un berserker... y otra muy distinta verlo. Él lo contemplaba con una expresión tan inhumana que si Nattawin Jillian hubiera escrutado a fondo sus ojos, quizá no habría visto nada de krimm en ellos..
Pero allí, en lo más hondo de las parpadeantes llamas plateadas, Nattawin Jillian vislumbró un amor que conmocionó su alma. Le dedicó una sonrisa a través de las lágrimas. Krimm no pudo creerlo y de sus labios escapó un sonido herido. Nattawin Jillian le dirigió la sonrisa más deslumbrante de que fue capaz y se llevó el puño cerrado al corazón.
-Y el Doncel se casó con el rey león -dijo con claridad.
Una expresión de incredulidad cruzó el rostro del guerrero. Abrió los ojos plateados de par en par y miró a Nattawin Jillian en silencio, anonadado.
-Te amo, Mile Gavrael Icarus Mcillioch..
Krimm sonrió y su cara refulgió de amor. Echó la cabeza atrás y gritó su júbilo al cielo.
El último McKane murió en el valle de Tuluth el 14 de diciembre de 1515. Juntos con varios del clan..
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-¡Ya vienen, Hawk! -Adrienne entró a toda prisa en el Gran Salón, donde Hawk, Lydia y Tavis estaban atareados con los adornos de la boda.
Como la ceremonia iba a celebrarse el día de Navidad, mezclaban las decoraciones acostumbradas con los alegres verdes y rojos de la estación. Exquisitas guirnaldas confeccionadas con pifias y bayas secas habían sido embellecidas con brillantes lazos de terciopelo y cintas tornasoladas. De los muros colgaban magníficos tapices, entre ellos uno que Adrienne había ayudado a tejer al año anterior y que representaba una escena del Nacimiento, con una Virgen radiante acunando al niño Jesús mientras el orgulloso José y los Reyes Magos miraban.
Ese día en el salón no había bullicio ni prisas. El suelo había sido restregado hasta quedar de un gris inmaculado. Más tarde, sólo momentos antes de la boda, esparcirían sobre las piedras pétalos secos de rosa para que impregnaran el ambiente con un aroma primaveral. De todas las vigas colgaban ramitas de muérdago. Adrienne contemplaba el follaje y alzó la vista hacia Hawk, que, encaramado en una escalera, sujetaba una guirnalda en la pared.
-¿Qué son esas preciosas ramitas que has colgado, Hawk? -preguntó Adrienne, viva imagen de la inocencia..... Hawk bajó los ojos.
-Muérdago. Es una tradición navideña.
-¿Qué tiene que ver con la Navidad?
-Según la leyenda, Balder, el dios escandinavo de la paz, murió atravesado por una flecha fabricada con muérdago. Los otros dioses y diosas querían tanto a Balder que suplicaron que recuperara la vida y que al muérdago se le diera un significado especial.
*Segun la leyenda pero Balder estaba vivo nadie lo sabía solo el clan y siempre se mantenía en secreto era un Beserker*
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-¿Qué clase de significado especial? -Adrienne parpadeaba expectante.
Hawk bajó de la escalera, gustoso de hacer demostraciones. La besó tan apasionadamente que los rescoldos del deseo, siempre vivos en Adrienne cuando se hallaba cerca de su esposo, empezaron a arder.
-El que pasa debajo del muérdago ha de ser besado a fondo.
-Mmm, me gusta esta tradición. Pero ¿qué le pasó al pobre Balder?
Hawk sonrió y plantó otro beso en los labios de Adrienne.
-Balder fue devuelto a la vida y a partir de entonces la diosa del amor quedó al cuidado del muérdago. Cada vez que se da un beso debajo del muérdago, la paz y el amor ganan posiciones en el mundo de los mortales.
-¡Qué bonito! -exclamó Adrienne. Le centelleaban los ojos maliciosamente -Así que cuanto más te bese bajo esta rama -señaló hacia arriba-, más bien estaré haciendo al mundo. Podría decirse que estoy ayudando a la humanidad, cumpliendo con mi deber...
-¿Tu deber? -Hawk enarcó una ceja. Lydia reía y tiraba de Tavis hacia sí. -Me parece una buena idea, Adrienne. Quizá si nos besamos lo suficiente, enterraremos todas las estúpidas enemistades de esta tierra.
Los siguientes minutos pertenecieron a los amantes hasta que la puerta se abrió de golpe y un guardia anunció la llegada de los invitados. La mirada de Adrienne iba de un lado a otro del Gran Salón al tiempo que se apuraba por cualquier cosa que quedara aún por hacer. Quería que todo estuviera perfecto para el novio de krimm.
-¿Cómo lo digo otra vez? -decía Lydia frenéticamente. Había estado tratando de perfeccionar su gaélico para poder darles la bienvenida con un adecuado «Feliz Navidad»-. Nollaig Chridheil -repitió lentamente.
Adrienne lo repitió varias veces, luego cogió del brazo a Hawk y sonrió beatíficamente.
-Se ha cumplido mi deseo, Hawk -dijo con aire satisfecho.
-A todo eso, ¿cuál era ese dichoso deseo? -preguntó él, contrariado. -Que krimm Roderick encontrara la pareja que sanaría su corazón como tú sanaste el mío, mi amor. -Adrienne nunca calificaría a un hombre de «radiante», pues parecía una palabra femenina. Pero cuando su esposo la miró con aquellos ojos que irradiaban amor, susurró un fervoroso «gracias» mirando la escena del Nacimiento. A renglón seguido añadió una bendición silenciosa para todos y cada uno de los seres responsables de los avatares que la habían llevado a través de quinientos años hasta encontrar a Hawk.
Escocia era un lugar mágico, con numerosas leyendas, que Adrienne hizo suyas porque los temas subyacentes eran universales: el amor perduraba y podía curarlo todo.
