22. LA OTRA CARA DEL MIEDO

74 19 11
                                    












Joaquín no se detuvo a procesar ni por un segundo lo que acababa de ocurrir, ni tampoco lo que acababa de leer. Su mente lo llevó instintivamente a salir tras los pasos de Emilio.

Afuera todo era de un absoluto blanco. La nieve que había comenzado a caer la tarde anterior no había cesado, y el frío era tan intenso, que golpeaba la cara de una manera bastante dolorosa.

Joaquín caminó a través de una avenida, sin saber con exactitud hacía dónde se dirigía. Rogaba internamente que su amor por Emilio tuviera una suerte de GPS que lo guiara hasta él.

Sólo podía pensar en encontrarlo pronto, y llevarlo de vuelta a casa. Aunque en el fondo era consciente de que el estado en el que estaría Emilio probablemente, no sería uno muy receptivo.

Para Joaquín era doloroso el simple hecho de imaginar lo que Emilio estaría sintiendo en aquel momento. No, no sólo era el tormentoso dolor de perder a su madre, era también el hecho de tener que decidir sobre aquello, sobre dejar que su madre por fin descansara, era sobre rendirse frente a la jodida enfermedad; y además de todo, era el tener que verse reflejado en aquello.

Sintió su alma estremecerse, cuándo luego de largos minutos vió en la distancia la inconfundible figura de Emilio. Ya era de noche, y casi no se podía observar un alma deambulando por las calles; pero a lo lejos pudo distinguir el gran cuerpo de un muchacho, sentado en el suelo, sólo, en un pequeño parque de juegos. Rendido, bajo la escasa protección que le ofrecía el tronco de un árbol, abrazando sus piernas; Lloraba.

Joaquín se acercó en silencio, sin tener una mínima idea de que decir. ¿Hay acaso palabras que sirvan cómo consuelo en una situación cómo la que vivía Emilio?. No, pero claramente eso no lograría que el castaño no lo intentara todo, por reconfortar a su chico.

Emilio sólo sintió cuándo un abultado abrigo le cubría la espalda, y antes de que su cabeza se alzara de entre sus piernas, sintió el exquisito aroma del perfume de Joaquín acariciar sus sentidos, entregándole una calidez que no esperaba sentir.

Dió un suspiro entrecortado antes de alzar la vista, y encontrarse con los hermosos ojos mieles de Joaquín completamente aguados. El menor se había sentado en el suelo junto a él, y Emilio sintió su estómago atarse y desatarse en el mismo instante.

– Joaquín...– Emilio murmuró mientras su mandíbula temblaba suavemente por el frío y la tristeza.

Al segundo siguiente el rizado se aferraba con fuerza a los brazos del menor. Continuaba sollozando, pero ahora una extraña emoción inundaba su cuerpo, un sentimiento tan dulce cómo difícil de creer; Joaquín estaba con él, a su lado, y aquello era algo que aún después de las semanas que llevaban juntos le costaba asimilar.

– Tranquilo bebé, no estás sólo, ¿si? – el ojimiel murmuró con voz ronca, mientras sus manos iban de arriba a bajo por la espalda de Emilio

– Tengo miedo, amor... yo no quiero perderla, no aún, no puedo – Emilio confesó entre amargas lágrimas, mientras seguía escondido entre los brazos del castaño. Allí podía sentirse sólo un poco reconfortado.

– Es normal, Emi... todo el miedo, toda la tristeza es normal. Es una situación jodida, pero no puedes huir de ella... ¿lo sabes?–

– Joaquín yo no puedo ser quién decida sobre la vida de mi madre... ella, es quién me dió la vida a mí , y a Romina, ¿Cómo es posible que seamos nosotros quién se la quitemos a ella?... es una mierda, la enfermedad y todo, ¿pero no es ésto rendirse, acaso?, ¿Cómo decir, "lo siento mamá estoy cansado ya no puedo seguir sosteniendo tu vida?–

La Otra Cara De La Luna // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora