¿Te acordarias?

345 10 0
                                    


Aquel domingo ninguna se escribió, no por enfado. Violeta prefirió dedicar el día a ella misma y a hacer cosas que le gustaban: vio algunas series y paseó por Madrid, parándose en algunos lugares para dibujar tranquilamente, ya que ese era uno de sus mayores hobbies. Por otro lado, Chiara se sentía avergonzada y culpable, y necesitaba dedicar el último día de la semana a sus marruskis. Comieron tranquilamente y procrastinaron en el sofá toda la tarde. La chica no podía pensar en otra cosa que no fuera encontrarse al día siguiente con la pelirroja en la universidad. Sus amigos le dieron más detalles de la noche después de que se fuera y se tranquilizó al saber que Violeta no se fue con Alex ni con nadie y que llegó sana y salva a su casa, pues avisó a Martín. Realmente no fue un mal día del todo, pero estaba deseando que llegara el lunes por muchas razones. La primera es que amaba su carrera y la música; lo que para otros era un suplicio, para ella era un placer enorme seguir aprendiendo. Aunque con los pocos días que llevaban y lo autodidacta que había sido toda su vida, aún no le habían enseñado muchas cosas que ya no supiera. Aun así, le ilusionaba que hubiera una sala con un piano que se pudiera reservar por horas, para componer y practicar, ya que en Menorca solía componer más con el piano que con la guitarra y evidentemente no podía traer el piano a Madrid.

El domingo transcurrió con normalidad para ambas, que se pensaban desde un sitio diferente de Madrid cada una y, de algún modo, eso las conectaba. Pronto se acabó el día y volvería la rutina en la que se volverían a encontrar.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Lunes


Las primeras horas de clase transcurrieron con normalidad para la pelirroja. No había sido un domingo muy movido y había podido dormir temprano, por lo que afrontó el día con energía y ganas. Cada vez tenía mejor relación con sus compañeros de clase, y eso la ponía muy contenta. El hecho de haber podido hacer un grupo de amigos con tanta facilidad le llenaba el corazón, pues necesitaba de verdad estar acompañada, hacer planes, sentirse escuchada. Aquellos chicos le aportaban eso, entre muchas otras cosas. Uno de sus objetivos al ir a Madrid era socializar más, y lo estaba logrando.

Terminada la segunda clase, la chica se dispuso a desayunar en los merenderos de siempre. Divisó de lejos a Bea y Álvaro y se acercó a ellos, donde fue recibida con una sonrisa de ambos.

Tras un rato hablando de aquellas primeras horas y un poco del fin de semana, Violeta se dispuso a preguntar lo que llevaba rato pensando:

—¿Y Chiara? Va con vosotros a clase. Si estáis aquí es porque no tenéis clase ahora. ¿Dónde está ella? —preguntó como sin importancia.

Antes de que Bea pudiera responder a la pregunta, la cual ya había empezado a articular, aparecieron de lejos Martín, Ruslana y la pelinegra.

—Ah, la he invocado —dijo Violeta con una sonrisa, mirando a los tres chicos acercarse y señalándolos con la cabeza, provocando que Bea y Álvaro se girasen a mirar.

La pelirroja se levantó del asiento para recibir a los chicos.

—¡Kikiiiiiii! —gritó ilusionada cuando ya estaban a punto de llegar a su posición.

—¡Vioooo! —corrió la pelinegra con una sonrisa para llegar hasta su amiga y darle un abrazo—. ¡Ay, qué bien hueles, dios! —Aquel comentario hizo sonreír a la pelirroja, que tras un rato abrazada a la inglesa como si llevara dos años sin verla, se separó para abrazar a los otros dos chicos.

—También existimos, ¿eh? —exclamó Martín bromeando mientras saludaba a la pelirroja.

Chiara contó que se habían quedado dormidos los tres y no había Uber disponible para llevarlos a tiempo a las primeras horas, por lo que decidieron desayunar en el bar de abajo de su casa.

Desmentimos-KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora