Hielos

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Violeta no había vuelto a hablar con Chiara desde aquella situación. Tenía varios mensajes sin leer de su amiga que estaba ignorando deliberadamente.

Intentaba no ser impulsiva; realmente no tenían nada firmado y aunque aquello le dolió por la conexión que sintieron y porque estuvieron a punto de llegar a más ese mismo día, reconocía que no podía tomarlo como una traición.

Por su parte, Chiara, atrapada por la culpa, estaba en trance, sin saber cómo actuar: ¿insistir? ¿Dejarlo pasar? ¿Disculparse? Lo que sí había hecho era tener una conversación con Ruslana el domingo, donde cerraron aquello que tenían y aclararon que solo sentían amistad. Necesitaba esa conversación para sentirse cómoda en el piso y retomar una amistad que había tenido altibajos desde el principio, intentando construirla de una forma más sana. Martín, pese a su amor por Chiara, no pudo evitar empatizar con Violeta. No supuso un abandono hacia la inglesa, pero al ver a Violeta con el rostro descompuesto, no pudo evitar compadecerse y cuestionar los actos de su amiga, a quien no entendía en absoluto. La situación en el grupo estaba tensa. No se trataba de una división, pero Violeta no quería coincidir en ese momento con Chiara y Ruslana, así que cuando volvió la rutina de la semana, se apoyó más en Denna y Alex e hizo planes por separado con ellos, como salir a comer después de clase. Los chicos ya tenían algo más que amistad entre ellos y se sentía cómoda sabiendo que no habría problemas de líos.

La pelirroja y la inglesa habían cruzado un par de miradas en la universidad, pero ninguna se había acercado, una por dar espacio y la otra por necesitarlo. Por fin, aquella agotadora semana se acababa y de nuevo llegaba el jueves universitario, ese donde ahogar todas tus penas y olvidarte de todo por un rato.

—Vio, espera —era la última hora y la chica se disponía a ir a casa cuando alguien tocó su espalda—. No hay quien te pille.

La pelirroja se giró viendo al chico, respirando agitado por la pequeña carrera que se había dado para poder saludar a su amiga.

—Martín, si me vas a decir que hable con ella... —dijo la chica, a la defensiva.

—No —interrumpió el bohemio—. Te iba a decir que tú también eres mi amiga y que no quiero dejar de verte ni de quedar contigo. Me duele lo que ha hecho, pero eso es cosa vuestra, y yo no estoy en ningún bando. Demostraste mucho el sábado cuando viniste a ayudarnos; eres buena persona y te tengo cariño. No me gusta que haya algo incómodo entre nosotros —explicó el chico de carrerilla, como si lo tuviera preparado.

Aquellas palabras provocaron una sonrisa en la cara de la pelirroja, quien miraba con ternura a su amigo.

—Gracias por tus palabras, Martín —suspiró—. No quiero romper el grupo, ni siquiera quiero dejar de llevarme con ella. Solo que he tenido una semana rara, me está viniendo todo grande. Aún tengo problemas de confianza por mi ex y con Kiki me había ilusionado un poco, y esto me ha hecho bajarme de la nube de una hostia —prosiguió—. Pero pretendo hablar con ella porque no tenemos nada cerrado y tampoco quiero que sufra; no ha hecho nada malo —explicó con una sincera sonrisa tierna—. Y respecto a ti, lo mismo te digo: te quiero mucho, eres un amigo de puta madre y me encanta ver cómo cuidas a todo el mundo. Siento haberte hecho sentir que había algo malo entre nosotros, porque te aseguro que contigo es con quien menos problemas tengo —dijo mientras agarraba la mano del chico y lo atraía hacia ella, dándole un sincero abrazo.

El chico respondió acariciándole la espalda con una sonrisa; se sentía muy reflejado en ella. Ambos tenían mucha inteligencia emocional y era fácil buscar un punto de encuentro entre ellos.

—No sé si tienes planes hoy ya, pero me apetece mucho ir al cine y sé que a Juanjo y a estos les da pereza ese plan tan de chill... Y sé que tú eres muy artística, muy como yo. Por si te apetece que vayamos y luego nos tomamos algo con el resto —propuso el chico con una sonrisa, ya separado de su amiga.

Desmentimos-KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora