Marruski

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El bohemio descansaba tranquilamente en el sofá mientras veía la televisión y bebía una lata de cerveza. Era sábado a las 15:00 y en el piso no parecía haber nadie. A pesar de tener dos compañeras, una estaba confinada en su habitación, sin comer, salir ni hablar desde el medio dia del día anterior, y la otra se encontraba en paradero desconocido desde la acalorada discusión y ni siquiera había pasado la noche allí.

 Su móvil seguía sonando con numerosas notificaciones, principalmente del grupo, el cual habian salido el dia antes con la sorpresa de que los marruskis cancelaron el plan sin mucha explicacion. Por su parte, Martín dijo que él y Chiara estaban cansados, mientras que Ruslana se justificó diciendo que había salido con otra gente. Otro que no paraba de enviar mensajes era Juanjo, extrañado de las pocas palabras del bigotudo dado que era una persona sumamente empática que nunca escatimaba en palabras para dar explicaciones y asegurar que los demás se sintieran bien, lo que le hacia no entender que cancelase ayer de esa forma y que luego no le diera una explicacion a él, aunque fuera por privado.  

Por último, estaba Violeta, quien, ante la ausencia de respuesta por parte de Chiara, comenzó a bombardear el móvil de su amigo, queriendo asegurarse de que todo estuviera bien.

El bohemio tocaba la puerta de la habitación de la pelinegra aproximadamente cada dos horas, asegurándose de que estuviera bien y de que no necesitara nada, pero siempre recibía silencio como respuesta. Esto no le molestaba; entendía que su amiga se bloqueaba en ciertas situaciones. Sin embargo, le preocupaba especialmente que no comiera, por lo que decidió llevarle un plato de macarrones.

El moreno tocó a la puerta. —¿Puedo pasar? —preguntó en bajo tono. La chica no respondió. —¿Chiara, puedo pasar, por favor? Solo quiero saber si puedo pasar —dijo algo desesperado. —Sé que no estás durmiendo, no quiero hablar nada, solo quiero pasar y darte un abrazo —suplicó desde el otro lado de la puerta. —Vale —dijo resignado, abandonando la puerta una vez más. Llevaba en esa situación desde el día anterior y no sabía cómo llegar a su amiga.

Por otra parte, seguía molesto con Ruslana, tanto por su comportamiento con la inglesa como por su forma de hablar durante la pelea y, además, por el último comentario que hizo sobre el TDAH. El vasco no solía enfadarse con frecuencia; de hecho, era difícil que se enfadase. Tenía un corazón muy puro y empático, pero no soportaba ver cómo se trataba mal a las personas más buenas. Para él, Chiara era su protegida porque solo veía bondad en ella. Sin embargo, la situación con Ruslana también le preocupaba. No sabía nada de ella desde el día anterior y le había dejado más de 20 mensajes. Él siempre era partidario de hablar las cosas, pero se había topado con dos personas que, aunque de diferente forma, ninguna ponía de su parte para resolver el conflicto. Esto le estaba creando una gran frustración y desesperación por no saber cómo actuar ni cómo ayudarlas.

Tras soltar el plato en la cocina el chico de  nuevo se sentó en el sofá, reflexionando sobre cómo ayudar a sus dos amigas. Mientras su mente daba vueltas, el sonido de su móvil interrumpió sus pensamientos. Era un mensaje de Violeta, otro más pero este llego justo en el momento en el que lo necesitaba y vino como inspiracion para el, pensó que tal vez la pelirroja podia conseguir algo mas de su amiga. Desbloqueó rapidamente el movil entrando en la conversacion de la granadina.

—Estoy subiendo y me da igual lo que me digas, en un minuto me abres la puerta —escribió Violeta.

Martín, escribió rápidamente una respuesta, pero antes de poder enviarla, sonó el timbre. Ahí estaba Violeta, tal como había anunciado.

Martín abrió la puerta, y Violeta lo saludó con un abrazo cálido en silencio. Se dirigieron al salón; Violeta buscaba a alguien con la mirada, pero Martín negó con la cabeza. Tomando la mano de la chica, ambos se sentaron en el sofá.

Desmentimos-KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora