Jueves noche - Parte 1

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La semana transcurría de una forma un tanto extraña. Después de aquella conversación, ninguna de las dos volvió a mencionar el plan que inicialmente propuso la inglesa. Chiara pensó que, tras la negativa de su amiga, si en algún momento le apetecía, debía ser ella quien lo propusiera. Insistir por su parte la haría parecer desesperada. Además, el paso que había dado al querer mostrarle algo de lo que componía y la poca importancia que le había dado la pelirroja, la desilusionó. No es que estuviera dolida, de hecho, entendía que no le debía nada y que no tenía por qué interesarle. Pero para ella, la música era algo muy especial y ya se lo había hecho ver a su amiga en más de una ocasión, por lo que esperaba algo más de interés de su parte.

Tampoco ayudaba el hecho de que, por incompatibilidad de horarios, no se habían cruzado mucho entre horas. Aunque pertenecían al mismo grupo, durante la semana cada una tenía sus clases y responsabilidades, lo que hacía prácticamente imposible juntarse todas. Las veces que habían ido a desayunar juntas, la inglesa decidió no unirse. Estaba muy sumida en la música y en componer por las tardes. De hecho, veía a Martín y a Rus porque vivían bajo el mismo techo. Prácticamente pasaba todo el tiempo libre en la sala del piano creando melodías o en el pequeño parque al lado de su piso escribiendo letras. Esto último era una asignatura pendiente para ella y le generaba una frustración tremenda, por lo que, los días en que no estaba muy inspirada, le ayudaba ir a aquel lugar para despejarse.

Era jueves por la tarde y Chiara ya había terminado todas sus responsabilidades. Le apetecía comprar helado Ben and Jerry, darse un baño con sales, hacerse una buena limpieza facial y acabar el día en su habitación viendo alguna serie, de esas que pospones para ver en el día perfecto que nunca llega. Pues Chiara sentía que tenía el día perfecto para eso. La verdad es que se le pasó por la cabeza que sería más perfecto aún si lo compartiera con cierta pelirroja andaluza, pero aquello no era una posibilidad real, más bien una fantasía. La pelirroja no le había vuelto a hablar más que para algún saludo de lejos en la facultad o para decirle algunas frases cuando coincidían entre horas. Chiara decidió abrazar su orgullo y dejarlo pasar. Si aquella chica la veía como amiga, lo entendía, pero prefería enfriarse antes que seguir detrás de ella para algo que no iba a pasar.


La pelinegra se dispuso a entrar en su piso sin saber bien si habría alguien. Últimamente solo coincidía con sus amigos a la hora de la cena y, aunque ellos contaban cómo les había ido el día, ella se dedicaba a escuchar y, la mayor parte del tiempo, a disociar y pensar en sus cosas.

—¡Pooooor fin! —gritó Martín con los brazos abiertos mientras se acercaba a su amiga para abrazarla, justo cuando ella cerraba la puerta de casa—. ¿Qué haces que no estás vestida?

—¿Cómo? —preguntó confusa la pelinegra mientras se separaba del abrazo del vasco.

—Kiki, ¿lees el grupo? —devolvió la pregunta, un poco confuso.

—Lo tengo silenciado porque cuando Álvaro se lía a mandar stickers... ya sabes, me desconcentro fácil —confesó la inglesa.

—Chiara Oliver, te mato —se apresuró hacia ella la ucraniana que salía del baño—. Tía, te tocaba comprar las cervezas. Llegan todos en más o menos 20 minutos.

La menorquina observó a sus amigos y se percató de un detalle que había pasado por alto: ambos estaban arreglados. Era jueves universitario y solían hacer planes, pero había estado tan out de todo que no se había enterado de nada. Además, no le apetecía ese plan.

—Sorry , chicos, hoy estoy cansada y creo que hoy paso... pero pasarlo bien —intentó articular la pelinegra, dejando claro que no se incluía en el plan.

Desmentimos-KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora