Dos melodías, dos corazones
ARTHUR
—Necesito un momento yo también...— le aviso a Morgana.
Me dirijo al salón de las melodías.
Camino rápido para llegar a tiempo.
«Me siento cansado, abrumado, roto».
Mi impaciencia hace que utilice mis poderes.
Veo la puerta color menta frente mío, es idéntica a la puerta trasera del jardín del palacio de Meridia.
Por un segundo pensé que al atravesar la puerta encontraría ese hermoso jardín que creó Erwin. Lo único que encuentro al entrar son mis preciados instrumentos. Sonrió de todas formas, pues es mi lugar seguro.
Cierro la puerta con seguro. Recorro el lugar con recuerdos de donde saque cada uno de mis instrumentos. Algunos se los robé a mis víctimas, otros los compre y uno en especial fue un regalo.
Un regalo de Erwin...
Mi posesión más preciada...
Su violín.
Lo tomo de la vitrina en donde se encuentra. Siento sentimientos muy profundos por este objeto, tanto que casi nunca lo sacó de su preciada protección.
Me siento en el sillón miel. Empiezo a acariciar el violín.
Cierro los ojos para poder recordar los buenos tiempos.
—¿Y qué quieres mostrarme?— le preguntó.
Estamos en su habitación. Él busca algo en sus pertenencias desesperado.
—Mierda, ¿dónde está?— susurró buscando por todo el lugar.
—Cielo, ¿qué pasa?— su comportamiento me tiene preocupado. Rara vez maldice.
—No encuentro mi violín— dice tirado en el suelo boca arriba. Su cabello azul se expande por toda la alfombra—, ¡ahí está!- gritó apuntando bajo de su cama.
Se arrastra por todo el piso hasta donde se encuentra. Es muy gracioso el cómo lo hace. Una sonrisa aparece en mi rostro. Se impulsa saltando cuando se levanta.
—Siéntate.— me dice señalando su cama.
Obedezco. Se posiciona enfrente mío para empezar a tocar.
La melodía empieza lenta y tranquila.
Él se ve tan sereno y hermoso tocando...
La melodía se convierte en dulce de poco a poco, para después convertirse en esperanza y amor.
Eso es lo que sentí al escucharla, un amor incondicional, tranquilo, hermoso y dulce.
—¿Te gusta?— me preguntó sonriente.
—Claro que me gusta cielo.
Me levanté de la cama para dirigirme a él y tomar su rostro en mis manos. Lo atraje a mis labios para darle un cálido beso.
—Nubecita— me dice apenado—, ¿quieres?...
—¿Tú?— él asintió sonrojado.
Ese día yo le entregué un poco más de mi alma y él a mi un poco de la suya.
Mi mente vuelve al salón de las melodías.
Me levanto decidido a tocar el violín.
«Mi melodía no tiene comparación con la suya. Pero, ¿quién quiere no ser único?»
«Tengo mi propia melodía, que ahora mismo irradia dolor, sufrimiento, melancolía...»
«Y un amor incondicional por él».
«Por mi único amor, Erwin Praxis».
—Lo siento cielo...— susurré cuando acabé de tocar.
Mis lagrimas no cesan y siento que caeré al suelo en cualquier momento.
—No lo sientas...—escuchó su voz.
Abro los ojos y enfrente mío está él, es idéntico desde la última vez que lo vi.
Lloró al ver su imagen...
«Una maldita ilusión».
—Yo soy él que lo siente nubecita.
Me dijo sonriente pero sus ojos reflejaban dolor y tristeza.
—Te haré olvidar para que no sufras más.— una lágrima cayó de su ojo.
—¿Q-qué?— entró en pánico. Lo último que quiero es olvidarlo—, espera no... no quiero hacerlo.
Se acercaba hacia mí, retrocedía a cada paso que daba.
—Sí no lo hago este amor te consumirá Arthur— sigue acercándose hacia mí—, exactamente como lo hará conmigo.
—P-pero...
—No te preocupes— toma mis mejillas. Siento el tacto de sus manos cálidas.—, si algún día nos volvemos a encontrar— acarició sus manos—, haré que recuerdes cueste lo que cueste.
Pega su frente encima de la mía para después darme un cálido beso.
La ilusión desaparece.
Mi cabeza duele y poco a poco olvidó su nombre.
Empiezo a llorar desconsoladamente pues poco a poco todo relacionado a él empieza a desaparecer de mi mente.
Respiro profundamente para dejar de llorar.
Acomodo el violín en su vitrina.
Tomó la manija de la puerta.
«¿Porqué vine a aquí en primer lugar?»
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Pequeña Mikko// Gl (Terminada)
Teen FictionLila Valencia solo quiere vivir en paz, pero salvar a alguien de morir por asuntos turbios no fue su mejor decisión. Su sentido de identidad jugó en su contra ese día y desde entonces está huyendo del peligro que la persigue, por meterse en donde no...