VIII

511 48 84
                                        

Enzo, al escuchar el gruñido de Marcos, se encogió en su lugar, aún sabiendo que no era dirigido a él.

—Te hice una pregunta —le ordenó Marcos a José, mostrando sus colmillos.

—¿Te importa? —retrucó Sosa.

—Sí, porque sos alfa y estás en lo de Enzo. —Marcos se acercó.

—Vos también sos alfa —objetó Sosa, empezando a gruñirle. No pensaba alejarse. No cuando un loco desconocido (para él) entraba así nomás en lo de su amigo. No iba a dejar que lastimaran a Enzo.

Y Marcos tampoco, pero eso José no lo sabía.

—Soy un amigo de Enzo, ¿quién mierda sos vos y quién te crees para entrar así en lo de Enzo? —preguntó José, mostrando sus colmillos.

Pero un chillido casi inaudible los detuvo. Marcos fue el único que escuchó un grito, en vez del chillido suave que en realidad fue.

Y miró a Enzo, quien lloraba aterrado, siendo rodeado por sus amigos. Enzo volvió a llamar a su alfa, pero no hizo falta ya que en dos segundos Marcos estaba allí, abrazándolo y queriendo protegerlo de todo.

—Perdón, Mar, y-yo... Él e-es un a-amigo, n-no... —tartamudeó entre lágrimas.

Marcos liberó sus feromonas mientras agarraba la cara del omega.

—Perdón, Pequitas, perdoname, no sabía, lo vi ahí y...

—Se nota que no sabías —le siguió gruñendo Sosa.

—Asustás a los omegas, pajero —lo calmó Enzo Díaz.

Enzo Pérez se escondió en el cuello de Marcos, sintiendo su aroma e intentando sentirse protegido de todos esos gritos. Marcos mientras tanto le seguía pidiendo perdón.

Los únicos que no le dieron bola al hecho de que Enzo llamó a su alfa y Marcos se acercó desesperado, fueron los propios Enzo y Marcos. Los demás sí lo notaron, pero no dijeron nada.

José olfateó, y el mismo olor extraño que había sentido al abrazar a Enzo, se hizo presente. Y entendió todo.

—Vos —susurró.

Marcos, sin soltar a Enzo, lo miró indicando que le prestaba atención.

José estaba por hablar, pero el golpe de Santi lo hizo pensarlo dos veces, y negó con la cabeza.

—Pedile perdón —le ordenó su omega—. Mirá cómo está por tu culpa.

—Enzo —lo llamó José, pero Santi le volvió a pegar. José supuso que le quería decir que le pida perdón a Marcos—. Eu —lo llamó, ya que no se sabía el nombre.

Marcos lo miró.

—Perdón —susurró Sosa—. No te conocía y no sabía que eras amigo de Enzo, yo...

—Está bien —asintió Marcos—. Perdoname a mí, soy muy protector con Enzo después de todo lo que pasó... No quiero que le pase nada.

José asintió y ambos se dieron la mano. Mientras tanto, Santi y Pablo abrazaban a Enzo.

—Aparte ya tengo omega —comentó José. Santi asintió mientras se pegaba a él.

Luego de eso, Marcos y los amigos de Enzo se pusieron a hablar, entendiendo que debían estar para Enzo. Todos, menos Pablo, que seguía junto a Enzo y cada uno perdido en su mente.

Marcos se acercó de repente a Enzo para abrazarlo y frotarlo con su aroma, buscando borrar los de sus amigos. Enzo se rió y se dejó, mientras se aferraba al buzo y fulminaba con la mirada a Facundo.

—No te hice nada —se rió Facu al notar la mirada.

—Sí hiciste —gimoteó Enzo. Miró a Marcos—. Intentó robarme tu buzo.

—¡Mentira! —chilló Facu—. Ni lo toqué.

—Calmate, Facu —lo detuvo Milton al ver que Enzo parecía a punto de llorar.

—Claro, aparte vas a tener estar así con Pablo cuando... —estaba diciendo Enzo Díaz.

—¡Uh, loco, qué pesado que sos con eso! —le terminó gritando Pablo. Si bien intentaba evitar que su voz se quebrara, no pudo evitar que le temblara.

—Amor —lo llamó Facu, acercándose a abrazarlo. Se paró en seco ante el gruñido de Solari.

—¡¿Qué parte de que no podemos no entendés?! —le gritó Pablo a Díaz, prácticamente temblando. Odiaba que le sugirieran a cada rato algo que él no podía.

—Pablo, Pablo —le susurró Enzo, agarrándolo e intentando calmarlo.

Pablo se acurrucó un rato contra él aguantando sus ganas de llorar. No iba a llorar adelante de sus amigos, no iba a dejar que se enteren de que le pasaba lo peor que le podía pasar a un omega.

—¿Desde hace cuánto conocés a Enzo? —le preguntaban Sosa y Milton a Marcos.

—¿Al mejor amigo de Enzo están interrogando? —se burló Marcos—. No lo voy a lastimar, no lo voy a tocar.

—Tu olor está en Enzo, y vimos cómo reaccionaste cuando llamó a su alfa —le dijo José, sin poder contenerse.

Marcos se rió sin gracia.

—Es mi mejor amigo, lo cuido porque lo quiero —les dijo—. Lo conocí en fútbol cuando éramos chicos, es mi mejor amigo.

—Dejá de remarcar que es tu mejor amigo, ya entendimos —se rió Milton—. Y dejá de estar tan a la defensiva, no te estamos haciendo nada.

—Perdón —suspiró Marcos—. Es que me incomoda que insinuen algo. Enzo y yo sólo somos amigos.

—La cuarta vez que lo dice —le dijo José a Milton entre risas, y Marcos chasqueó la lengua.

Ayudándote |Marenzo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora