IV

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—Marcos.

Esa sola palabra puso en alerta a Marcos. Enzo nunca lo llamaba, después de todo.

—¿Estás bien? —le preguntó enseguida Marcos, intentando no sonar tan alarmado como se sentía realmente.

—Sí —asintió Enzo. Se mordió el labio sin que el alfa lo pueda ver—. Tengo miedo —susurró.

—¿Por qué? ¿Estás bien? —le preguntó Marcos, preocupado.

—Sí —repitió Enzo—, p-pero... Tengo la primera ecografía hoy —susurró casi inaudible.

—¿Ahora? —le preguntó Marcos.

—En dos horas —respondió Enzo—. Y...

—¿Querés que vaya un rato ahora?

—Sí. —Eso no era lo que Enzo quería, pero tener a Marcos en su casa era siempre bienvenido.

—En un ratito estoy allá —dijo Marcos y cortó.

Enzo se mordió el labio y miró la ropa que tenía. Notó que tenía puesto un buzo de Scocco y, recordando la última visita de Marcos, se lo sacó a tirones y se puso cualquier otra cosa, con miedo. Se fue derechito a la cocina y buscó el helado, empezando a comer mientras se iba al living, intentando hacer cómo si no pasara nada.

Unos minutos después tocaron la puerta. Enzo se fijó quién era y, al ver que era Marcos, abrió.

—Hola, Enzito —le sonrió Marcos, pasando y dejando una bolsa en la mesita del living.

—¿Qué es eso? —le preguntó Enzo.

—Abrilo después de la ecografía —le dijo el menor, y Enzo asintió—. ¿Cuándo es? Así te llevo.

—Falta una hora todavía —susurró Enzo, y se sentó en el sillón.

Marcos se sacó el buzo overside que tenía puesto, y lo tiró en el sillón antes de sentarse junto al omega y robarle un poco de helado.

—Ey —se quejó con suavidad Enzo.

—Perdón, bonito —sonrió Marcos e hizo sonrojar a Enzo.

—Abrazame —le dijo de repente Pérez.

Marcos sonrió y lo abrazó, mientras hacía que lo mire.

—Sos hermoso, perdón que te lo diga —le dijo Marcos, acariciando sus pómulos y, evidentemente, uniendo sus pecas.

Enzo cerró los ojos y se dejó mimar, sintiendo una mano de Marcos acariciar su cabello, y la otra su rostro y cuello, y frotarse un poco contra él para dejar su aroma, lo cual no le molestó en lo absoluto.

El mayor no quería dormirse, pero todas las caricias hicieron que lo haga. Cuando despertó, fue porque Marcos lo llamaba:

—Enzito, arriba —le decía, moviéndolo con suavidad.

—Mmm —murmuró Enzo, abriendo lentamente los ojos y sintiendo un aroma a eucalipto mezclado con café cubrirlo totalmente.

—Dale, que vas a llegar tarde —le dijo Marcos, mientras Enzo se levantaba.

—Esperá que me pongo algo —murmuró Enzo, y se fue a su pieza para cambiarse.

—Rápido, si vas al médico nomás —le dijo Marcos, sabiendo cómo era el omega.

Un buen rato después, Enzo salió de la pieza y Marcos sonrió al verlo: tenía puesto un buzo oversize negro y una cadenita de River (para total disgusto del menor), más un pantalón también negro.

—Qué lindo que sos —comentó Marcos, y chifló.

—Dale, vamos —murmuró Enzo, sonrojado, y agarrando su celular y sus llaves.

—Cambiaste la funda —comentó Marcos, mientras abría la puerta y dejaba que Enzo saliera. Luego salió él.

—¿Te diste cuenta? —sonrió Enzo, con los ojos brillantes.

—Es horrible, por eso —se rió Marcos y le abrió la puerta de la camioneta.

—Hijo de puta —murmuró Enzo, entrando—. Pero caballeroso.

—Por vos, siempre —sonrió Marcos, y subió de su lado, para empezar a manejar mientras dejaba que el omega pusiera música.

Llegaron un rato después a la clínica y Enzo, temblando, bajó.

Ahí recordó que Marcos no iría con él, y gimoteó.

—Maru —lo llamó.

—¿Qué, Pequitas?

—¿Podés venir conmigo? Tengo miedo —susurró Enzo, sin animarse a mirarlo.

—Sí —sonrió Marcos. Bajó y se acercó a Enzo. Al ver que varios alfas miraban al mayor, Rojo gruñó levemente y puso una mano en su espalda baja.

—Tranquilo —susurró Enzo con algo de miedo.

—Estoy con vos, no te van a hacer nada —le susurró Marcos, y besó su frente. Se sentaron a esperar, Enzo casi pegado a Marcos.

Un rato después, llamaron a Enzo, y éste se negó a soltar a Marcos, por lo que éste fue con él.

Ayudándote |Marenzo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora