Habían pasado unos días, y Marcos sólo se separaba de Enzo si era necesario. Como no quería invadir el espacio del omega, dormía en su casa, pero apenas se despertaba iba a la de Enzo.
Ese día, al ir y abrir (Enzo le había dado una llave), escuchó enseguida sollozos en la pieza de Enzo. Preocupado, fue a verlo y lo encontró dormido.
Hubiera sido la imagen más linda del mundo, pero no. ¿Por qué? Porque Enzo lloraba. Tenía una pesadilla.
—No —susurró Marcos, y se acercó a él. Subió a la cama y se acercó a Enzo, mientras liberaba sus feromonas.
Enzo gimoteaba y lloraba en la cama, dormido.
—N-No —sollozaba.
—Enzo... —susurró Marcos, acercándose y moviéndolo levemente.
Ese pequeño contacto fue suficiente para que Enzo se despertara asustado, y entre los brazos del alfa. Se quedaron así un largo rato, abrazados, mientras Pérez lloraba en sus brazos.
—P-Perdón —susurró, separándose.
—Tranquilo, tranquilo —le susurró Marcos, abrazándolo de nuevo—. Estoy acá, ¿sí?
—¿Cuándo llegaste? —Enzo se limpió las lágrimas.
—Hace un rato, llegué y te desperté —respondió Marcos—. ¿Qué pasó? ¿Qué soñabas?
Enzo no quería hablar de eso. No quería, pero a su lado estaba un alfa. Y le tendría que hacer caso y contarle.
—No. —Marcos negó. Había escuchado los pensamientos del omega—. No tenés que contarme por obligación, lindo, es sólo si querés.
—¿Seguro? —Enzo lo miró con un poco de miedo.
Marcos besó su frente.
—Muy seguro. Sólo si querés —repitió, acercando su mano a su vientre con lentitud.
Enzo notó eso, y cerró los ojos esperando el contacto. Cuando no lo sintió, los abrió confundido, y vio al alfa a su lado, mirando hacia cualquier lado menos donde estaba él, nervioso.
—Marcos —gimoteó Enzo, haciendo puchero.
Marcos lo miró, y esa imagen, le pareció lo más tierno del mundo.
—¿Traigo algo y miramos una peli? —le preguntó Rojo, notando por primera vez que Enzo tenía puesto un buzo... de Scocco. Su lobo gruñó molesto, pero consiguió esconder eso.
—Si vos querés —susurró Enzo, notando que Marcos estaba molesto. Se puso a pensar por qué, se puso a pensar si había hecho algo para molestarlo.
—Es decisión tuya, lindo —le dijo Marcos, acariciando su mejilla—. No quiero dejarte solo así. Si no querés no importa, hacemos lo que quieras. Si querés que me vaya, también decimelo.
—¡No! —chilló Enzo, aferrándose a él—. No te vayas —le pidió en un murmullo, y ronroneó sin soltarlo cuando Marquitos acarició su pelo.
—No me voy a ir si no querés —le dijo Marcos, soltándose con lentitud.
—Traé, quiero distraerme —susurró Pérez, y su amigo asintió y se fue.
Un olor a menta quedó flotando en la habitación, pero tenía toques agrios. Enzo olió el aroma del alfa que estaba en su casa, y notó lo agrio que estaba. Gimoteó, pensando en qué había hecho mal para enojarlo.
El aroma a fuego que tapaba su propio olor, provenía del buzo que tenía puesto, que, se dio cuenta en ese momento, era de Scocco.
Tenía el mismo aroma que la persona que le había hecho daño. El fuego quemaba, y Enzo se había quemado muchas veces. Pero seguía conservando cosas de él...
Gruñó mientras se quitaba el buzo y lo revoleaba por ahí. Lloró bajito, sabiendo que había hecho enojar a Marcos. ¿Y si se iba y lo dejaba solo? Por todo lo que estaba tardando en regresar, esa parecía la opción más obvia.
No se sorprendió.
Él siempre tenía la culpa de que las personas se vayan de su lado. Eso le decía Scocco mientras le pegaba.
Y hablando de golpes, al mirarse al espejo recordó todos los golpes, recordó los últimos, cuyas marcas todavía no se habían ido y las tapaba con los buzos. Al sentir que alguien se acercaba a la pieza, corrió a ponerse el primer buzo que encontrara, pero suyo. No quería molestar más.
—¿Estás bien? —le preguntó Marcos.
—Perfecto, ¿por? —respondió Enzo, acercándose a la cama y acurrucándose en su lugar.
—Tu aroma no dice lo mismo. —Marcos dejó el helado al lado del omega, y se sentó a su lado mientras lo miraba—. ¿Qué pasó?
Enzo negó. Sería ridículo decirle.
—Me acordé de la pesadilla —mintió.
Marcos abrió la boca para preguntar, y la cerró de nuevo.
—Soñé que Scocco me quitaba a mi cachorro —susurró, poniendo una mano en su vientre. Era cierto, pero era sólo la mitad del sueño. También soñó que Scocco le pegaba al negarse a entregarlo.
—Nadie te lo va a quitar —le prometió Marcos, agarrando sus manos.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque yo me voy a encargar de que no les pase nada.
Y Enzo simplemente lo abrazó, y se permitió llorar en su hombro.
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Ayudándote |Marenzo|
RomanceDonde Marcos Rojo ayuda a Enzo Pérez a criar a sus cachorros. [Comienzo: 02/03/2024]