XVIII

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Como había comprado más que nada juguetes con las cachorras, Enzo fue una semana más tarde con sus amigos a comprar ropa.

Aunque tenía un poco de miedo de la reacción de Marcos cuando se enterara que había ido sin él, igual lo hizo.

Había dos alfas en el grupo (Facu y José), que lo tocaban y abrazaban siempre que podían. En ese momento no se dio cuenta que lo estaban marcando con su olor.

—¿Mis sobrinos cuando nacen? —le preguntó Santi Ascacibar luego de abrazarlo.

José, como siempre, lo olfateó. Ya era costumbre que hiciera eso cada vez se juntaban.

—Ay, está más protector con vos ahora, que conmigo cuando estaba embarazado —se "quejó" Santi, y José paró todo lo que hacía para besarlo y mimarlo.

—No podés ser más gobernado —se rió Zuqui, y miró a Enzo—. ¿Marcos es igual?

—No es mi alfa —murmuró Enzo, mientras miraba la ropita y elegía varias cosas.

—¿Cómo que no? —le preguntaron sus amigos.

—No —negó Enzo, mostrándoles su cuello para que vean que no tenía marca.

En realidad sí tenía, pero como era una cicatriz que casi no se notaba, y era de su ex alfa, la ignoraba completamente.

—Pero el olor de Marcos lo tenés —le dijo Sosa.

—Y si vivo con él, boludo —gruñó Enzo—. Obvio que voy a tener su olor. —Al terminar de decir eso, agarró dos pares de zapatitos tejidos que le encantaron.

—¿Te trata bien? —le preguntó Facu, preocupado.

—Sí —se rió Enzo—. ¿Qué pasa que no vino Pablo? Hace rato no lo vemos.

—No quiso venir —dijo Facundo, y era cierto. Al saber que buscarían ropa para bebés, Pablo se había negado de la manera más rotunda, así que Facundo tuvo que irse solo, con todo el dolor del mundo.

Desde que el omega le había revelado su infertilidad, la relación sólo había empeorado.

—¿Qué le pasó? —preguntó Enzo Díaz.

—Se siente mal —mintió Colidio.

Los omegas y betas se miraron entre ellos, y todos menos Enzo Pérez, chillaron:

—¡Vamos a ser tíos!

Eso a Facundo le dolió muchísimo, ya que nunca podría cumplirse. Era su sueño y, aunque Pablo no lo quería admitir, también el suyo.

Unas horas después, salieron de allí y fueron a merendar. Eso les tomó algo de dos horas más.

Cuando por fin Enzo llegó a su casa, Marcos ya había llegado del trabajo hacía rato, y estaba en el sillón de brazos cruzados, esperándolo y con un insoportable aroma agrio.

Apenas Enzo se acercó para saludarlo, notó que había hecho algo mal y se alejó un poco, con miedo, intentando no pensar en Scocco.

—¿Dónde estabas? —le preguntó Marcos. Para sorpresa de Enzo, no estaba gritando, pero sentía que estaba enojado.

—C-Con los chicos —tartamudeó Enzo—. C-Comprando ropa para los cachorros.

—¿Y por qué no me avisaste?

—Perdón, Mar, e-es que... quería salir, tenía ganas de salir pero vos estabas ocupado —tartamudeó Enzo, intentando hacerse más chiquito.

—Bueno —asintió Marcos, lo más suave posible para que no le tenga (tanto) miedo—. La próxima avisame, ¿sí? Me preocupé, Pequitas.

—Perdón —tembló Enzo.

—No importa ya. —Marcos se acercó y lo abrazó, y Enzo se sorprendió con ese abrazo, ya que con Scocco, luego de los gritos venían los golpes.

Enzo se aferró a él, y Marcos liberó sus feromonas para calmarlo. Enzo las aspiró, oliendo ese eucalipto que había odiado antes de conocer a Marcos. Enzo se escondió en su cuello para olfatear mejor, y Marcos lo rodeó con sus brazos.

—Yo nunca te voy a pegar —le prometió y recordó Marcos.

Enzo ronroneó, mientras sentía como el alfa acariciaba su panza.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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