IX

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Habían pasado algunos días de eso, y ya habían planeado Enzo y sus amigos para volver a juntarse.

Enzo la mayoría de las veces estaba feliz porque ya no estaba bajo el control de Scocco, pero aún así, eso no quitaba que se pusiera triste a veces.

Como ese momento.

Como ese momento en el que, por algún motivo, se sentía triste y sintió la gran necesidad de hacer un nido.

Y lo empezó a hacer. Su mente gritaba "alfa, alfa, alfa", pero él la ignoraba y acomodaba algo de ropa suya en la cama. Y como los buzos que Marcos se olvidaba en su casa también eran suyos, también los puso, sintiéndose un poco más reconfortado al sentir el aroma del alfa entre sus cosas.

Pero no era suficiente.

—Maru —gimoteó al llamarlo.

—¿Qué pasa, lindo? ¿Estás bien? —le preguntó Marcos—. ¿Querés que vaya?

—Sí, con ropa —chilló Enzo, aunque luego se arrepintió. Se sonrojó al escuchar la hermosa risa de Marcos.

—¿Estás haciendo un nido, Enzu? —le preguntó Marcos con dulzura.

—Sí —susurró Enzo.

—En un rato me tenés allá —dijo Marcos, para luego cortar.

Enzo agarró su buzo favorito (el primero que le dejó Marcos) y lo puso al lado de la almohada, así que él se acurrucó allí y apoyó la cabeza en el buzo, queriendo sentir a Marcos allí. Gimoteó molesto al notar que se le estaba yendo el aroma.

Escuchó que tocaban la puerta. Se quejó mientras iba a abrir, aunque su pereza se pasó enseguida al ver a Marcos del otro lado. Se tiró sobre él, y entraron así a la casa.

—¿Cómo estás? —le preguntó Marcos, bajándolo con cuidado.

—Ahora bien —susurró Enzo.

Marcos le dio una bolsa con ropa suya, así que Enzo se fue corriendo a la pieza. Marcos lo empezó a seguir, hasta que se frenó cuando estaba por entrar, ya que recordó que estaría por entrar al nido de un omega.

De un omega embarazado.

No entró.

Enzo tiró la ropa en la cama, y empezó a acomodarla. Un buen rato después, en el que Marcos se dedicó a mirarlo con adoración, terminó y se acurrucó en la cama. Miró fijamente a Rojo.

—V-Vení —lo llamó con timidez.

—¿Qué? —jadeó Marcos. ¿Lo estaba invitando...?

Enzo apartó la mirada al ver que el alfa no pensaba entrar. Sabía que no tendría que haberlo llamado para entrar, que Marcos no era su alfa, pero no pudo contenerse.

—Nada —gimoteó Enzo, mientras se acurrucaba con desesperación en la cama, escondiéndose enseguida en el primer buzo de Marcos, necesitando sentir su aroma para calmarse.

Al ver que se le estaba yendo el olor de Marcos, empezó a llorar de la nada. Lo agarró y, entre lágrimas, se acercó a Marcos para clavarle en el pecho su buzo.

«Aroma alfa» gemía su omega interior.

—¿Qué pasó, bonito? —le preguntó Marcos, agarrando el buzo.

Enzo, entre sollozos, olfateó el buzo sin poder hablar. Marcos entendió de alguna manera, así que, aunque hiciera bastante calor, se puso el buzo y le limpió las lágrimas a Enzo.

—Tranquilo —le susurró besando su frente.

Enzo agarró su mano y tiró de ella hacia la pieza.

—¿Querés que entre con vos? —le preguntó Marcos, y Enzo ronroneó un sí.

El alfa entró con lentitud y timidez a la pieza de su amigo, quien ya estaba acurrucado en la cama. Se acercó y se sentó en el borde.

—No —chilló Enzo, agarrando su brazo y tironeando hacia la cama.

Marcos se dejó, y en pocos segundos estaba acostado en la cama, con un omega acurrucado en su pecho. Un omega que era su mejor amigo. Un omega con el que sentía una gran conexión. Un omega al que... no, ni siquiera pensaría en eso.

Acarició su panza, y Enzo se retorció de placer, soltando ronroneos que hicieron que Marcos sintiera algo que no debía.

Rojo besó con suavidad su panza, liberando sus feromonas para relajarlo.

Pasaron la tarde acostados en el nido de Enzo, quien estaba entre los brazos de Marcos. Marcos simplemente lo admiraba, sintiendo sus aromas mezclados y sonriendo ante ese hecho. Se sacó el buzo y lo puso sobre un dormido Enzo Pérez, quien soltó un ronroneó que logró helarlo:

Alfa.

Ayudándote |Marenzo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora