XIII

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Esos días ya habían pasado, y Marcos estaba más pendiente de Enzo que nunca. No fue a matar a Scocco porque Enzo le rogó que no lo hiciera, pero si Scocco osaba acercarse a la casa de Enzo, se iba a comer una buena perimetral.

Evidentemente estaba distraído con Enzo, ya que una vez cuando estaba cuidando a sus hijas, Morena, su hija mayor, vio el fondo de pantalla de su celular (él y Enzo) y le preguntó:

—Papá, ¿quién es él? —Y señaló la pantalla.

—Un amigo de papá, More —respondió Marcos.

—¿Es ese que siempre mencionás? —preguntó Morena, y Marcos se sonrojó.

—Sí —asintió.

—¿Podemos conocerlo? —se metió Martina, sentándose en la falda de su hermana. Luna los miró mientras jugaba en el piso.

—¿Quieren? —susurró Marcos, algo sorprendido.

Sus tres niñas asintieron felices. Querían conocer al amigo de su papá.

Un rato después, Marcos agarró a Morena sola.

—More —la llamó, sentándose en el sillón a su lado—. Enzo... le tengo que preguntar si quiere conocerlas. Estoy seguro de que sí, pero igual... Está medio sensible.

—¿Por?

—Está embarazado —respondió su padre—. Es duro para él porque no tiene alfa, así que siempre que puedo voy a ayudarlo. Normalmente, si no estoy con ustedes estoy con él.

—Awww, qué romántico, papá —sonrió ella.

—Morena —gruñó Marcos—. No digas esto que te dije, ¿sí? Y menos le digas a Enzo que es romántico que yo lo esté ayudando en su embarazo, porque conociéndolo no va a querer que lo ayude más.

—¿Por qué no?

—No importa —negó Marcos, dando por terminada la charla.

Un rato después, agarró su celular para llamar a Enzo.

Hola —escuchó el saludo de Enzo, e intentó imaginarse cómo estaba. Las imágenes de que estaba solo y asustado no ayudaban para nada.

—Pequitas —susurró Marcos—, estoy con las nenas y... y hoy More me preguntó si podían conocerte.

—¿Q-Qué? —susurró Enzo, que sintió a su omega saltar de la felicidad.

—No importa si no querés —se adelantó Marcos—. Yo les dije que te iba a preguntar, pero que no les aseguraba el sí.

¿T-Tus hijas quieren conocerme? —repitió Enzo.

—Sí —asintió Rojo—. Si no querés no importa, les digo y...

Obvio que quiero, Marcos —dijo Enzo, sorprendiendo al alfa.

—Entonces... ¿No te molestaría que vayamos hoy o mañana? —le preguntó Marcos, con cautela.

Sabés que podés venir cuando quieras —respondió Enzo—. Y más si tenés a las nenas.

Eso fue suficiente para que, en apenas unas horas, Marcos estuviera por entrar en el departamento de Enzo, junto a sus hijas por primera vez.

Cuando Enzo abrió, Marcos hizo pasar primero a las nenas y luego pasó él, dejando un besito en la frente de Enzo.

—Hola, princesas —las saludó Enzo con algo de timidez.

Luna, la más chiquita de apenas cuatro años, lo miró curiosa, acercándose.

—¿Vos sos el que hace feliz a mi papá? —le preguntó con inocencia.

—¡Luna! —la retó Marcos, pero Enzo saltó a defenderla:

—No la retes, Marcos, no dijo nada malo. —Luego miró a la chiquita, arrodillándose a su lado—. Hola, Luna —le sonrió—. ¿En serio hago feliz a tu papá?

—Sí —le respondió Morena, acercándose—. Siempre nos habla de vos —sonrió.

Marcos se sonrojó.

—¿Qué te dije, Morena? —dijo.

—Marcos, por Dios, dejalas, no están diciendo nada malo, al contrario, es re tierno —le dijo Enzo, levantándose.

Marcos se mordió el labio y le sonrió, mientras se acercaba para acariciar su panza.

Ayudándote |Marenzo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora