Uno

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—Yoongi, me voy por hoy. Jimin quiere el informe financiero en su escritorio antes de que te vayas, pero como no veo que vayas a levantarte de esa silla pronto, te tocará a ti llevarlo.

El omega asistente del jefe era bastante confianzudo, pero a Yoongi le agradaba el chico. Excelente cumpliendo sus funciones, vivaz y totalmente un dolor de cabeza cuando se lo proponía, pero, a pesar de ser el asistente del señor Park, a veces iba hasta la oficina de Yoongi y le ayudaba a organizar su agenda o sus archivos, llevando y trayendo informes que de ningún modo Yoongi le confiaría a nadie porque el chico era de la absoluta confianza del jefe y por lo tanto de la de Yoongi.

—Está bien, Taehyung, vete. Yo llevaré el informe a la oficina del señor Park en cuanto lo termine. —Yoongi levantó la mano y miró el reloj en su muñeca. Casi las ocho de la noche de un viernes.

—No te pases toda la noche allí, Yoongi. Si tú no te vas, Jimin tampoco ser irá. Son iguales los dos cuando se trata de trabajo y estará esperando ese informe toda la noche si no te apuras.

Yoongi volvió a ver su reloj y luego de reojo al omega que seguía de pie en la puerta de su oficina.

—Ya casi termino, Taehyung. Vete ya.

—Buenas noches, Yoongi.

—Buenas noches, Taehyung.

Yoongi terminó el informe media hora después. Lo envió por correo al señor Park e imprimió una copia para llevar a su oficina. Tomó su portafolios y apagó todo antes de salir y cerrar su oficina.

Caminando por el pasillo, Yoongi pensó en la reunión de la tarde. La junta había ido bien, pero lo que venía a su mente era el espeso aroma de su jefe, igual, pero diferente y Yoongi se preguntó si de verdad nadie más se dio cuenta o lo habían ignorado sólo porque era el jefe. El aroma a tierra endulzado con la melaza era rico a los sentidos de Yoongi, y parecía haberse impregnado a su ropa y su pelo porque todavía podía sentirlo encima suyo y se hacía más fuerte con cada paso que se acercaba a la oficina principal.

Yoongi se imaginó el aroma en un omega por las notas dulces acarameladas, pero, aunque el olor era azucarado, no sentaría bien a un omega. Los aromas omega siempre eran azucarados, empalagosos de una buena manera, como la dulzura llena de sacarosa de las frutas maduras o las flores en primavera. El dulce de la melaza evocaba a alfa, penetrante, fuerte, pero delicado en el fondo.

Llegó a la puerta ancha de la oficina principal, sintiendo el aroma filtrarse por las rendijas de las bisagras. Dio un suave golpe para anunciarse y luego la abrió. Al instante el aroma golpeó sus sentidos, demasiado denso como para poder respirar sin inhalar el dulzor meloso mezclado con la tierra fértil. Las feromonas alfa inundaban el amplio espacio y Yoongi casi deja caer el informe por el golpe agresivo a sus sentidos alfa.

Gruñó, sintiéndose en parte amenazado. Un alfa solamente libera su aroma de ese modo cuando intenta marcar territorio o iniciar una pelea. Los instintos de supervivencia se activan de manera automática y se preparan para u desafío.

Pero no era solo la sensación de amenaza lo que tenía en guardia los instintos de Yoongi. Había algo debajo de todo ese asunto de las feromonas que tocaba un nervio diferente en su cuerpo. No era sentirse amenazado, no era sentir que estaba entrando en el territorio de otro alfa que estuviera acechando listo para atacar, era el instinto más primario de un alfa y Yoongi sintió necesidad. La necesidad de tomar y reclamar, pero no había un omega cerca, todo lo que se podía oler y percibir era alfa, un único alfa.

Yoongi inhaló con fuerza, intentando llevar aire a sus pulmones para despejar su mente, pero el aire cargado hacía la tarea difícil, así que prefirió llevar su mano libre a la nariz y tapar sus fosas nasales con dos dedos. Si no podía respirar, mejor no atiborrarse de feromonas que tenían a sus instintos en guerra. Pelear o reclamar. Yoongi sabía que no había nadie allí con quien pelear. Su jefe no era una amenaza y nunca había mostrado signos de agresividad con nadie dentro de la empresa, pero tampoco había nadie a quien reclamar, porque no olía a omega por ninguna parte. Aunque su polla parecía no haber recibido el mensaje. Dura y palpitante dentro de sus pantalones, deseosa de follar y anudar. La misma necesidad cruda y primordial que inducían las feromonas del celo.

Alfa |YM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora