Dieciocho

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La llegada a la oficina fue tal y como Jimin lo esperaba. Había cierto caos apenas disimulado, un murmullo de voces en los pasillos y miradas poco sutiles a su paso.

¿La razón?

Jimin no llevaba un cuello alto que cubriera la marca de apareamiento que le dio Yoongi. No tenía caso ocultarla si más temprano que tarde todos se darían cuenta y Jimin no se avergonzaba de nada. Conocía su historia, lo que el destino había predicho para él y lo abrazaba. No se sintió culpable ni apenado. Era un alfa, el dueño de su propia compañía, su vida, su cuerpo y sus decisiones. Decidió que, después de toda la confusión de las semanas pasadas no habría más dudas.

Le importaba una mierda los susurros curiosos y tal vez horrorizados de algunos de sus empleados. Si les gustaba su trabajo se acostumbrarían o se irían si tenían algún problema real. Los problemas de Jimin eran de trabajo. Tenía una nueva asociación de inversión muy lucrativa en la que trabajar, pero tenía que resolver el inconveniente con la fuga de presupuesto antes de que el nuevo contrato entrara en vigor.

Yoongi fue directamente al departamento legal para revisar los hallazgos de la auditoria y se reunirían más tarde para estudiar el informe. Ahora, Jimin caminaba orgulloso por el pasillo de su oficina sin prestar atención a los curiosos. Tenía trabajo y eso era más importante, tanto como la cita con el médico de su familia para asegurarse de que no estaban guardando esperanzas equivocadas sobre el bebé.

—Jimin —gritó Taehyung desde el otro extremo del pasillo. Sonriendo con los ojos llorosos de alegría o preocupación, Jimin no lo sabía y no le gustaba que su mejor amigo se sintiera mal por él.

—Hola —sonrió de vuelta, dándole un abrazo al omega y entrando a la oficina.

El aire estaba viciado por el encierro, la oscuridad cubría los espacios y el olor enrarecido hacía que Jimin tuviera nauseas.

Diablos. Había sentido nauseas en el hotel en Berlín, pero por los olores de la comida y un poco por debilidad. Era un malestar al que no estaba acostumbrado.

—Abre las ventanas, por favor —pidió al omega.

La luz llenó la habitación y el aire viciado comenzó a salir por la rejilla de ventilación mientras una brisa fresca entraba por las ventanas.

—¿Estás bien? —preguntó al fin, Taehyung. Con el ceño fruncido y los ojos todavía llorosos.

—Estoy bien.

—Yoongi... —El omega dudó —Yoongi ¿llegó a tiempo?

Jimin habló con su madre días atrás y ella mencionó que le había contado algunas cosas a Yoongi mientras iba hacia Alemania, preparándolo tanto como podía sin revelar demasiado. No dijo nada sobre Taehyung, aunque su asistente y amigo conocía sus secretos.

—Tú lo enviaste.

—Se puso como loco —contó Taehyung. —Vino a primera hora a buscarte y cuando le dije que te habías ido estaba tan fuera de sí, que pensé que realmente algo malo debía estar pasando contigo. Hice lo que pensé que era correcto.

Jimin sintió una ola de afecto por su amigo. Gracias a él su vínculo estaba a salvo y si sus instintos estaban en lo correcto, su bebé también.

—Lo hiciste —consoló Jimin, estremeciéndose al recordar el dolor y el sufrimiento, la sensación de vacío que se extendía dentro de él hasta que Yoongi llegó. —Pero dejemos esa conversación para después. Necesito trabajar.

La oficina ya no olía raro una hora después, pero todavía se sentía extraña, ajena. Se concentró en los papeles acumulados en una esquina del escritorio y programó algunas reuniones urgentes con el personal y otros socios. Era bueno volver a la rutina, pero todavía faltaba algo.

Alfa |YM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora