Alfa |YM|

Seis

—¿Por qué no le dices? —Taehyung insistió por centésima vez.

Jimin sabía que podría explicarle a Yoongi lo que había sucedido, hablar como los alfas que eran y llegar a un entendimiento. La empresa era algo importante, los dos trabajaban por ella y para ella y Jimin no iba a prescindir de Yoongi por una situación personal desafortunada. Además, después de una semana en la que Yoongi se había limitado a hacer su trabajo sin mencionar absolutamente nada, Jimin tenía más que claro dónde estaban las prioridades del otro alfa.

Todo eso, sin contar con el pequeño detalle de que Jimin era un alfa, Yoongi era un alfa. No había apareamientos entre alfas, no se creaban vínculos entre alfas, no se hacían... Bueno, eso es lo que manejaba la sociedad, lo que se supone que significa ser quien se es, porque las jerarquías y las denominaciones están ahí por una razón. Los omegas son los que se convierten en compañeros de alfas o incluso betas. Los alfas dan a los omegas los bebés que necesitan y la protección que les hace falta. Omega y omega no se juntan, no están hechos para cuidar, proveer o proteger. Los alfas no se juntan con los alfas porque no se puede procrear, no hay instinto de protección, no hay a quien proveer.

—Supongo que Taehyung tiene razón —dijo Soomi, la madre de Jimin desde su lugar junto a Taehyung en la oficina principal. —No es que de alguna manera haya sido algo que vieras venir, o él o nadie, en realidad. Pero no es una casualidad tampoco.

Podría no ser una casualidad, Jimin sabía eso y en lo que más razón tenía su madre, era en que ninguno lo esperaba. Existían cosas que eran difíciles de explicar y más aun de entender, el mismo Jimin jamás imaginó que las probabilidades se inclinaran hacía lo sucedido porque: sí, le atraía un alfa. Sí, Taehyung hablaba siempre de que la cercanía entre él y Yoongi creaba un vínculo. Sí, su madre entendía mejor que nadie, pero esas eran cosas que no tenían por qué significar nada y Jimin pensó que en algún momento de su vida terminaría emparejado y lleno de niños, pero con un omega o una omega, no atado a otro alfa después de que su celo llegara antes de lo esperado, con una necesidad totalmente diferente a la que experimentaba en otras ocasiones.

Cuando Jimin le contó a Soomi su extraña experiencia, ella ni siquiera se inmutó. No se volvió loca por el hecho de que su hijo alfa se haya dejado dominar por otro alfa, un empelado de su propia empresa y del que ahora llevaba una marca de apareamiento escondida debajo de un cuello alto. Soomi fue quien le contó a Jimin las historias de sus bisabuelos como cuentos para dormir cuando era solo un niño. Las historias de que el destino elegía a quienes debían estar juntos, a veces siendo aquellos que podrían parecer incompatibles y aun así eran perfectos el uno para el otro. Las historias de cómo los bisabuelos de Jimin eran de esos elegidos por el destino, dos alfas que habían establecido un vínculo, no de esos en los que el más fuerte protege al más débil, sino uno en el que dos seres con poder se juntaron en compañerismo, decisión, igualdad y amor. Las historias que remontaban incluso a mucho antes, a un linaje.

Jimin no creía que entre Yoongi y él hubiera alguna vez amor. No eran compañeros de trabajo. Jimin era el jefe, el dueño de la empresa y Yoongi un empleado. Uno que conocía la empresa y sabía cómo manejarla, que estaba siempre dando su punto de vista antes de tomar cualquier decisión. No había igualdad porque, de nuevo, eran jefe y empleado, aunque Jimin nunca hizo de menos a nadie o engrandeció a quien no se lo mereciera. Decisión... no había habido ninguna. Yoongi se sintió acorralado. Jimin estaba ahogado en un sentimiento que no había experimentado antes.

—No. No tiene caso. Él sigue con su trabajo y yo sigo haciéndome cargo de este negocio.

—¿Y si...? —la madre de Jimin parecía ahora preocupada.

Jimin no quería pensar en los y si. Bastaba con haber obtenido un lazo que no quería, pero que no podía romper.

—Nada de eso, madre. No importa.