Absolutos somos, solo tú y yo: Parte 8

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Decir que habíamos dormido, sería mentir. 

Creo que apenas he dormido una hora. Nos encontrábamos ambas de lado una en frente de la otra. Yo acariciaba su brazo lentamente...

— Hola... — dije mientras Marta abría los ojos viéndome.—

— Hola... — susurró lentamente, sonriendo.—

Nos acercamos dándonos un suave beso.

— ¿Desde qué hora estás despierta? — preguntó mientras se acomodaba en la almohada.—

— Creo que desde la seis de la mañana... Aunque creo que habré dormido una hora...

— ¿Y por qué? — dijo acariciando mi mejilla.—

— ¿Por qué? Porque tenía miedo de que todo esto fuera un sueño... De despertar, y que no estuvieras a mi lado.

— Ven... — susurró mientras me recostaba entre su hombro y su cuello abrazándonos.—

— Esta, es la mejor mañana de mi vida. — dije dándole un suave beso en su hombro desnudo. — Te juro que quisiera despertar así todos los días, viéndote dormir...—

— Yo quisiera dormir entre tus brazos toda la noche. — acaricio mi espalda. — Te juro que es muy fácil dormir así.—

Cerramos los ojos mientras nos repartíamos suaves caricias. Marta miró su reloj.

— Tengo que irme... 

— ¿Ya? — dije abrazándola más a mi.—

— Si... — nos acercamos dándonos un beso.—

Me separé, mientras ella se levantaba para ir vistiéndose.

— Te dije que este fin de semana iba hacer nuestro, ¿no? — dije mientras la miraba. Ella asintió sonriendo. — Quiero que estés a la esquina de la pastelería, a las tres de la tarde.—

— Ahí voy a estar. — dijo mientras veía como mi mirada la recorría entera.—

— Oye... ¿Y no te puedes quedar otro ratito? — sonrió mientras se acercaba a mi, para besarnos de nuevo.—

La vi irse, acostándome de nuevo sin dejar de sonreír.

Poco después, me duché y preparé el desayuno. Recogí la oficina de la pastelería, y me dispuse a ir a la casa de Carmen y Tasio para recoger la moto, en la cual me iría con Marta hasta mañana. 

Llegué a la esquina que habíamos acordado, y sonreí viéndola. Me paré justo a su lado, quitándome el casco. 

Su cara reflejaba cierta sorpresa en verme encima de una moto.

— Eres muy puntual. — dije mirando mi reloj.—

— Tú también. Por cierto, ¿cómo es eso que tienes una moto?

— No es mía. Es de Tasio que me debía un favor. Sube... — ella miraba para todos lados. — Sube... Está todo bien.—

— Es que nunca me he montado en una moto.

— Pues mejor todavía. Porque yo quiero que usted haga cosas conmigo que no haya hecho con nadie.

— ¿Y a dónde vamos a ir? 

— A un lugar que te va a encantar. 

— ¿Y eso? — dijo señalando mi mochila.—

— Nuestras provisiones. — me puse de nuevo el casco, mientras le tendía el suyo a ella. — Te ves muy bella con pantalón.—

MAFIN (ONE SHOT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora