Capítulo XI

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La impaciencia carcomía a Malena, su hija iría a la escuela directo de la casa de Micol, por lo que tendría que esperar hasta la tarde para poder verla. Como cada Lunes, Bruna asistiría a su taller extra curricular y ella vería a Rogelio, con quien se mensajeaba si lo consideraba necesario. Su casa estaba sumida en el más denso de los silencios, más en su cabeza un torbellino bochornoso no se acallaba ¿Qué pasó con Thomas? ¿Lo sabrá la dueña del Museo? ¿Por qué Max no me ha llamado? no superaba sus propios actos, poco había dormido a causa de ello y sentía que si volvía a soñar con aquella muchacha llamada Victoria, perdería la cordura totalmente.

Después de saltarse el desayuno, casi desvelada, y decidida a almorzar un poco de pan, tomó su celular y envió un mensaje a su mejor amigo para hablar de lo que había sucedido la noche anterior. Vio en la pantalla que un número desconocido le había escrito, pero aclarar las cosas con Max eran más importantes que cualquier oferta que le hubiesen mandado.

"Buenos días"

Dos tildes azules casi de inmediato, quizás él también quería hablarle pero no sabía por dónde empezar.

"¿Hola?"

Pasaron más de cinco minutos entre un mensaje y otro. Max los veía, escribía, borraba, volvía a escribir para luego arrepentirse. Nada

Me das lástima. Una vocecita resonó en su cabeza helándole la sangre. No era su voz, como siempre le pasaba cuando los pensamientos negativos que vivían en su mente la desacreditaban, pero conocía el tono, tenía meses soñando con ella. Síguele rogando ¿Te has visto en el espejo? Malena ya era una mujer adulta a la que no debieran afectarle tales cosas, como el paso de los años y la imagen personal, ya que se mantenía bastante bien. Aun así se metió en su habitación para hacer lo que aquella voz le decía, comprobar su reflejo. Estás vieja, dejaste pasar tus años dorados, no pretendas que ahora él caiga a tus pies. Un nudo se formó en su garganta, negó a la voz ¿Pero y si era verdad? Max y ella habían forjado una bonita relación de amistad en la Universidad, tenían algunas cosas en común y se divertían con las que no compartían, pero de eso ya habían pasado casi veinte años.

Malena Luján había vivido bajo el yugo de una relación violenta e incapacitante psicológicamente, Micol le había cortado las alas nada más casarse usando como excusa su maternidad y se había aburrido de serle infiel. Finalmente, cuando ya no había nada más que pudiera obtener de ella, la dejó. La castaña no tenía posesiones, no tenía una carrera laboral, casi no tenía amigos, salvo por el viudo Han y su hija adolescente. Estaba por cumplir cuarenta años y al voltear no veía un sendero de logros u objetivos, no veía nada más que oscuridad. Lo mismo sucedía al mirar hacia delante ¿Qué futuro auguraba si, por primera vez, le expresaba sus sentimientos a un buen hombre y la rechazaba? El resto de sus días serían dedicados al trabajo y a los encuentros fortuitos con hombres como Thomas.

El nudo en su garganta se fue disolviendo en lágrimas de amargura. Era incapaz de ver un futuro próspero, de a ratos, solo una vida monótona y rutinaria.

Su teléfono volvió a sonar, en número desconocido escribió por segunda vez. Al revisar los mensajes supo que se trataba de Harris, su compañero de trabajo, quien había sacado el número del legajo personal de Malena. Aquel atrevimiento le molestó un poco, pero el sentimiento se vio ofuscado por una secuencia de imágenes de la noche anterior. El corazón le dio un vuelco que sintió en el estómago y aquella misma vocecita de antes le dijo "Esto es a lo que debes acostumbrarte, a que otra persona te regale unas pocas horas de su tiempo"

"Eso es lo que vales, Victoria" un escalofríos constante le recorrió el cuerpo, uno tras otro, como una oleada vibrante. Contempló su reflejo, detrás de ella había una muchacha con los ojos hinchados por tanto llorar, el cabello revuelto, el vestido sucio. El odio marcado en su semblante, la miraba fijamente.

En su reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora